Las princesas han recorrido la historia del cine, algo inevitable, cuando sabemos que el cine es un derivado de la literatura, dónde ya encontrábamos princesas desde el comiendo de los tiempos, ya sea Helena de Troya, Ginebra de Inglaterra o la Bella Durmiente. Todas ellas nos han ayudado a prosperar en esta sociedad en la que asumimos que los reyes velan por la seguridad de su pueblo. Sin embargo las nuevas princesas que se muestran en el cine son completamente diferentes, la princesa Mérida de "Brave: indomable" (Brenda Chapman y Mark Andrews, 2012) ha sido el gran paso de Disney, ya que nos descubre una princesa que no necesita a su príncipe. Sin embargo las princesas de la vida real se han convertido en guiones vivientes, el morbo que supone para la gente el ver plasmada la vida que llevaba la princesa de Mónaco mientras no estaba en un acto público es un plus de añadido a sí se contase la historia de una princesa inventada.
El pasado año descubrimos el amor secreto de Lady Di en "Diana" (Oliver Hirschbiegel, 2013), toda la publicidad que se dio con la preparación de Naomi Watts para el papel de Diana de Gales resultó ser un fisco y la película ni mucho menos cumplió sus expectativas. Por eso si quiero saber algo sobre Diana, aunque sea inventado, prefiero ver a Ana Belén en "El amor perjudica seriamente la salud" (Manuel Gómez Pereira, 1996), con ese final tan absurdo como es el encuentro de la protagonista con el Príncipe de Gales. Algo parecido ha sucedido con "Grace de Mónaco" (Oliver Dagan, 2014), el que la familia de Grace Kelly criticase la cinta no fue más que una atracción periodística para hacer publicidad, sin embargo, el simple hecho de que Nicole Kidman intérprete a la genial señora Kelly me parece un insulto. Y es que yo me quedo con la Grace Kelly de "Atrapa a un ladrón" (Alfred Hitchcock, 1955) y "La angustia de vivir" (George Seaton, 1954), no con la víctima de la prensa del corazón que nos muestra en la película. Con lo cual, de ver princesas en películas prefiero que sean de Disney.
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