domingo, 24 de marzo de 2019

Pedro al desnudo

Un chico ve con su madre "Eva al desnudo" (Joseph L. Mankiewicz, 1950) doblada al español, le explica que la traducción correcta del título sería "Todo sobre Eva". Su madre le responde que «Todo sobre Eva suena raro». Han pasado veinte años del estreno de "Todo sobre mi madre" (Pedro Almodóvar, 1999), y ahora es su director quien se desnuda ante el espectador con su última película: "Dolor y Gloria" (Almodóvar, 2019). Una película que transpira cine, verdad –pero con el exquisito sentido plástico de la puesta en escena que caracteriza al director manchego–. Mis películas favoritas de Almodóvar son puro cine clásico, noir, dialéctica y puro melodrama. "Dolor y Gloria" no tiene nada de eso, se trata de un retrato interior, confidencias de un artista que habla consigo mismo y con quien quiera escucharle. Algunos medios han querido venderla como "la película de Almodóvar que gustará incluso a los que no le gusta el cine de Almodóvar". Definitivamente no. Uno debe estar interesado en la figura de uno de los mayores directores de nuestro país para disfrutar de su último film, una muestra de sus rutinas, de sus dolores –ilustrados por Gatti–, de sus fobias y de su excelente sentido del humor. La escena del coloquio en el Doré, donde Almodóvar escoge a Julián López como intermediario, es la mejor escena cómica de su cine, en varios años. Partiendo desde la excelente interpretación de Antonio Banderas –redimido por el dolor en la mayor parte del metraje– que, sólo aquí, se permite una imitación descarnada, divertida y ágil del director: es Almodóvar. La película, con un enorme sentido del ritmo, huye del acomodamiento. Esta escena viene seguida de otra, inmediatamente, puro drama: con la heroína de por medio. En otro momento de la película, crucial, el doctor le pregunta al personaje de Banderas: "¿Qué va a ser su próximo proyecto? ¿Drama o comedia?". Banderas va a responder algo sobre el proceso creativo cuando cae redondo víctima de la anestesia. Almodóvar no tiene miedo en reírse de sí mismo ("Tengo unas revistas en las que sales, vestido de mujer, que pronto se nos olvidan esas cosas"), porque confía en su arte. Algunos lo han tachado de ególatra. No lo creo, teniendo dos Oscar sólo nos ha enseñado el Bafta.

Raúl Arévalo, Pedro Almodóvar y Penélope Cruz

Asier Etxeandía
Decía que no creo que pueda gustar este film sin conocer el cine anterior de su director, o al menos disfrutarlo como un buen cinéfilo que va descubriendo pequeños guiños a su persona y a su arte. Banderas, lee y subraya, señala frases de otros –grandes autores– que describen perfectamente su estado anímico. "Estoy solo..." empieza a leer en uno de sus libros. Esta manía, o simple rutina, ya la vimos en el personaje que interpretaba Marisa Paredes en "La flor de mi secreto" (Pedro Almodóvar, 1995). La estructura narrativa de "Dolor y Gloria", directamente conectada con "La mala educación (2004), es otro tesoro, otra oda al cine. En ese monólogo que es "La adicción", que tan brillantemente interpreta Asier Etxeandía, habla en todo momento del cine, de su infancia, de la salvación, de las ganas de hacer pis al escuchar el agua en "Esplendor en la hierba" (Elia Kazan, 1961) o bajo la voz de Marilyn. De cómo su cine olía a orina y jazmín. De cómo todas las noches rezaba por las estrellas que ilustraban su álbum para que no les pasara nada: "No lo conseguí, ni con Natalie [Wood] ni con Marilyn". La película viaja por los recuerdos del director, salta de un personaje a otro, con total naturalidad, no echamos en falta una despedida, no nos preguntamos qué ha ocurrido con la Cecilia Roth del principio. Almodóvar navega por el pensamiento humano, y habla, ríe. No llora. "Los actores piensan que son mejores si lloran, pero la verdad está en aguantar el llanto". Todas las escenas de su infancia, junto a la inmensa Penélope Cruz, están tratadas con una belleza sublime. Veo, por primera vez en el cine de Almodóvar, como se desprende de todo artificio, para fijarse en los pececillos jaboneros, y en un grupo de mujeres que tienden la ropa sobre los juncos, mientras Rosalía canta "A tu vera". Todo bajo la mirada del niño Asier Flores, una mirada que es la de la nostalgia, la del chico del coro y la del primer deseo.

Pedro dirige a Julieta Serrano y Antonio Banderas

Almodóvar y Rosalía
La película menos almodovariana de su director, es la más Almodóvar. El retrato de la soledad de un hombre: "Todo lo que he ganado lo he invertido en esta casa, en estos cuadros". Un creador incapacitado para crear, por el dolor. Un chico que recuerda a su madre. Después de Penélope, aparece Julieta Serrano, como la Francisca Caballero que todos conocemos, la del dentista de "¿Qué he hecho yo parece merecer esto?" (1984) y la del programa de literatura de "Kika" (1993). Pero también es la de Chus Lampreave, la del refranero de "La flor de mi secreto" y la tía Paula de "Volver" (2006). Julieta Serrano nos vuelve a hablar de de su mortaja, de sus rosarios, de la tía Petra y de esas expresiones que sólo pertenecen a la madre de Almodóvar, que parece andar "como vaca sin cencerro". Hoy vemos a Julieta Serrano, igual que vimos a Chus o a doña Francisca, pero se nos atraganta la sonrisa, nos emocionamos. Vemos a Serrano caminar del brazo de Banderas y entendemos toda una relación que ha valido algunos de los momentos más brillantes de nuestro cine. Citaría aquí otra frase de Salvador Mallo, el personaje de Antonio Banderas, pero creo que es mejor que la vean. "Dolor y Gloria" llega distinta a cada persona, sería complicado abrir un debate sobre ella, no tiene una trama que te puede interesar más o menos, no tiene un personaje divertido y otro melodramático. No es dolor y gloria, el dolor y la gloria van en uno. En muchas de las películas de Almodóvar hemos visto a distintos personajes "ir a pillar", bien: nunca como en esta película, con la escena del cuchillo. Es simplemente ilustrativa, una gracieta. Pero es puro Almodóvar, no está Huma Rojo esperando en un coche, ni le pegan una paliza a Rossy de Palma, no es almodovariano, aunque esté su estética y su sentido del humor.