martes, 31 de enero de 2017

El salvaje Guillermo Arriaga

Esta pasada tarde ha tenido lugar la presentación del libro "El Salvaje" de Guillermo Arriaga, el evento nos acoge en la Casa de América de Madrid. Cuando uno se planta ante el Palacio de Linares se transporta inmediatamente a otro Madrid, más cinematográfico, ficticio y mentiroso (si es que no son sinónimos) pero lleno de verdad, aquel Madrid que se convirtió en el decorado de la Transición en "Patrimonio Nacional" (Luis García Berlanga, 1981) donde el Marqués de Leguineche clamaba por un buen huevo fresco. Poco o nada tiene que ver el cine de estos dos grandes genios que confluyen hoy sin quererlo en este espacio, un lugar lleno de vida, lo que habita en la películas. Si hay algo que siempre he detestado de las presentaciones es el agua, siempre fresca y elegante como una perfecta combinación de átomos de oxígeno e hidrógeno, cualquiera desearía dejarla correr por su esófago, sin embargo en las presentaciones permanece en sus botellas, algunos las abren y se sirven para fomentar la envidia pero nunca beben. Excepto por esta ineludible adversidad "El salvaje" (Alfaguara) ha gozado de una espléndida toma de tierra (española), con Juan Echanove interpretando, viviendo y soñando sus textos y Arturo Pérez-Reverte como moderador y cordial amigo que en su preámbulo no ha dudado en aclarar "[sobre Arriaga] traducido a dieciocho lenguas y amigo mío". No podría haber disfrutado de mejores embajadores, tres nombres, hombres, que se vieron unidos por el destino hace unos meses cuando Arriaga dirigió en México la radionovela "Bienvenido a la vida peligrosa" de Pérez-Reverte a la que Echanove ponía voz que terminó por definir como "una película sin cámara", que también podría servir para la prosa de Arriaga, llena de vida e imágenes que saltan del papel e incluso de la pantalla (cuando han llegado a ella).

Juan Echanove (de espaldas) y Guillermo Arriaga durante la presentación de "Bienvenido a la vida peligrosa"

"El hombre como cazador", puntualiza Guillermo Arriaga sobre la novela y sobre sí mismo, incluso refiriéndose a la humanidad, una eterna lucha donde la posición de lo bueno y lo malo cambia por cada ojo. "La única diferencia entre el cazador y el comedor de carne es que este es el autor intelectual del crimen de la vaca" añadió el autor no sin cierto sentido de la greguería. Aún no he leído la novela, mas se puede entrever la característica marca personal de Arriaga, la humanidad de sus personajes entregados al calvario y su particular estructura cronológica de la narración, distinciones que le separaron en su día de Alejandro González Iñárritu, con quien conformó una de las experiencias más puras del cine reciente a través de "Amores perros" (2000), "21 gramos" (2003) y "Babel" (2006), y que continúa en su propia labor como cineasta, "El pozo" ( 2010). Los fragmentos escogidos por Echanove para ser recitados muestran el intimidante camino al que nos coduce la novela, una auténtica "película sin cámara" que interpretada por Juan cobra vida, narra, fluye, enumera y acongoja. Tras la labor escénica de Juan Echanove, que destaca "la precisión con la que [Arriaga] disecciona el dolor frente a su vitalismo y cachondeo mental", esta tarde sufro de una leve arritmia que no me deja descansar y que probablemente me acompañe hasta el final de "El Salvaje". El resto del evento transcurrió como una amistosa conversación que no pudo desligarse de la intensidad que se desprende de los textos que quedarán para la historia en la voz de Echanove. Arriaga terminó por condenar a "Dios como pretexto para el mal", manteniendo cierta ambigüedad en torno a la incisiva pregunta de Pérez-Reverte sobre la justificación de la venganza y elogiando a la mujer como el ser con mayor capacidad para ponerla en práctica. Para finalizar con una cita a Newman (que giraba en torno a la defensa del cobarde): "Un hombre sin carácter es un hombre sin enemigos".

Cartel y tráiler de "Pieles"



La estética kitsch y la belleza de la diferencia que caracterizan al Eduardo Casanova-director tendrá su estreno internacional en el Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale), en una producción de Álex de la Iglesia y Carolina Bang. Sus promos y pósters ya han tenido problemas con la censura en distintas redes sociales, se confirma la crítica de la película donde "los malos son las 'personas normales'", como aclaró su productor.


sábado, 28 de enero de 2017

John Hurt, A Man for All Seasons

Con la muerte de John Hurt despedimos a la generación que se adelantó el boom de la jet set de intérpretes británicos que ha conquistado Hollywood en los últimos años. Hurt supuso una transición entre la edad dorada del cine inglés y su adopción por la industria americana, quizás por ello le queda que ni pintado el título de "A Man for All Seasons" ("Un hombre para la eternidad", Fred Zinnemann, 1966), enorme film histórico en el que participó junto a la élite del "viejo imperio", es decir, grandes como Orson Welles, Robert Shaw o el propio Paul Scofield, que recibió el Oscar al Mejor Actor por su papel en el film. Entonces llegó el fenómeno de "Yo, Claudio" (Jack Pullman, 1976), una muestra de la simplicidad visual, potencia escenográfica y un potente guión heredado de de tradición grecolatina que le dio a Hurt el Calígula más imponente de la historia del teatro, y eso que hablamos de una miniserie de televisión. Entonces comenzó esa mudanza a Hollywood, abanderada por una excelente generación de directores británicos que revolucionaron la industria con sus amigos, sus compatriotas, entre los que se encontraba John Hurt, así llegó "El expreso de medianoche" (Alan Parker, 1978) que le propició su primera nominación al Oscar, o "Alien, el octavo pasajero" (Ridley Scott, 1979) regalándonos una de las escenas más icónicas del cine de ciencia-ficción, debemos dar gracias a Hurt por ser el primero en dejarse abrir en canal por un extraterrestre pequeñito y cabezón que revolucionó el cine. A partir de entonces llegó una imparable carrera, sobre todo tras su colaboración con Lynch para llevar a la gran pantalla una de las historias basadas en hechos reales más kafkianas (después descubriríamos que era lynchiana), "El hombre que sabía demasiado" (David Lynch, 1980), su segunda y última nominación al Oscar.


John Hurt se convirtió entonces en un icono dispuesto a afrontar todo tipo de papeles, era "un actor de alquiler" como él mismo se definió, y gracias a ello pudimos establecer una relación más cordial con él, abanderado de un cine comercial que siempre poseía algo especial, a John Hurt. Resulta estimulante averiguar ciertos paralelismos en su carrera, como su interpretación en "1984" (Michael Radford, 1984), donde se veía perseguido por una tiranizada sociedad sometida a un "líder", casualmente terminaría por convertirse en un estimulante villano dictatorial que dominaba Inglaterra en "V de Vendetta" (James McTeigue, 2006). O sus divertidas incisiones en el cine de Mel Brooks, en una constante parodia de sí mismo. En los últimos años comenzó a difundirse cierta confusión, existían tres actores británicos con cierta relación física y, sobre todo, papeles similares, llegó el mítico desconcierto ante la pantalla, intentando distinguir entre Richard Harris, Ian McKellen y el propio John Hurt. Con Harris coincidió en el clásico del cine británico contemporáneo, "Harry Potter y la piedra filosofal" (Chris Columbus, 2001), y estuvo a punto de robarle el mítico Gandalf a McKellen. En los últimos años comienza a trabajar con grandes nuevos directores que reconocen su admiración por el actor, y le ofrecen algunos de los personajes más estimulantes de su carrera, destacan dos "profesores" que le sitúan en un pedestal de celuloide, "Hellboy" (Guillermo del Toro, 2004) y "Los crímenes de Oxford" (Álex de la Iglesia, 2008). El adiós a Sir John Vincent Hurt, es también el adiós a una generación de actores perdida en una industria falta de intérpretes con tablas que sitúa a los pocos que quedan difuminados entre efectos especiales. Magnifíquense los tiempos en los que los actores necesitaban quince horas de maquillaje para difuminarse ("El hombre elefante"). Un cáncer le impidió estar presente en el rodaje de "The Man Who Killed Don Quixote" (Terry Gilliam, 2018), que aún no ha arrancado, y en el que será sustituido por el "Monty Python", Michael Palin.

Para comprar la varita: Ollivanders

miércoles, 25 de enero de 2017

Los jueves, Berlanga

Programación del ciclo
¡En pantalla grande! Esta es la última propuesta del espacio CaixaForum Madrid, en el que se hará una de las retrospectivas más importantes en torno al cine del genio más grande de la cinematografía española, Luis García Berlanga. Proyecciones de sus clásicos ("Plácido", "El Verdugo") y sus llamados "films menores" ("Vivan los novios", "Moros y cristianos") de los que muchos podrán redescubrir su naturaleza cinéfila, plagada de los grandes momentos que habitan el celuloide berlanguiano. Una atractiva apuesta cultural (de esas que no se ven hoy en día) acompañada de jugosas presentaciones con importantes personalidades que han estado relacionadas, de una forma u otra, con el siempre reconocible universo del director valenciano. Fernando Trueba, Jaime Chávarri, Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina o Carmen Posadas serán algunos de los sugestivos introductores a cargo de servir los suculentos films que, aunque el último ya haya cumplido la mayoría de edad, siempre llegan calientes y en su punto. Hacer un ciclo de Berlanga es hacerlo también de España y su historia reciente, con esta idea nació el proyecto a manos de José Luis García BerlangaMarisol Carnicero y Fernando R. Lafuente. La propia Carnicero aclaró en la inauguración el pasado jueves que "las películas no se proyectarán por el orden en el que fueron rodadas, sino en el lugar que cada una de ellas ocupa en la historia". Por ello la primera cinta presentada fue "Novio a la vista", una elegante y atípica visión de una época que "se le hacía antigua al propio Berlanga" como declaró el escritor Antonio Gómez Rufo, encargado de meternos en situación de un 1918 que se nos viene grande. No sólo por la brillante realización en una tierra querida ("la película se rodó donde terminamos veraneando", aclaró José Luis) sino por unos personajes que, sin abandonar el singular esperpento berlanguiano, quedan completamente invadidos por el blanco y siempre ingenioso humor de Edgar Neville, representante cinematográfico de "la otra generación del 27". Terele Pávez recordaba en este mismo blog el rodaje del film, que supuso su debut en el cine.

José Luis García Berlanga, Sol Carnicero, Isabel Fuentes (Directora de CaixaForum) y Fernando R. Lafuente

Los homenajes suelen ser motivo de escarnio para el homenajeado, el propio Luis introdujo algún hilarante guiño a la omnipotencia fílmica de Fernán Gómez en "Moros y cristianos". En lo que a Berlanga y sus homenajes refiere siempre ha existido una cordialidad enorme, una emoción llena de amor y respeto guiado por la admiración que nos une. El propio hecho de que Gómez Rufo llevase "la corbata que intercambié con el maestro, conservando sus lamparones originales" es otra muestra de ese sentimiento que nos invade al recordar al más grande director de su generación (y de unas cuantas más), y que este ciclo desprende por los cuatro costados. Como habrán comprobado resulta imposible hablar de Berlanga sin que aparezcan "Neville", "Terele" o "Fernán Gómez", si me hubiese extendido algo más no hubiesen tardado en manifestarse nombres como "Luis Escobar", "López Vázquez" o "Amparo Soler Leal". Resulta imposible hablar de Berlanga sin mencionar a su troupe, las personas (actores, técnicos, productores, guionistas) que le acompañaron durante su carrera y que conforman, en su conjunto, el verdadero significado del adjetivo berlanguiano. Después de que el pasado verano se editara una edición remasterizada con seis minutos nunca vistos de "Tamaño Natural", el 2017 se ha despertado con más ganas de Berlanga. La "Revista de Occidente" comenzó el año con la publicación de un guión inédito de Berlanga y Azcona para el proyecto de "La cuatro verdades", además del argumento original de "Plácido" bajo su título original: "Siente un pobre a su mesa". El ciclo que ocupará todos sus jueves hasta el mes de abril continúa esta tradición por la perpetuidad de la auténtica "memoria histórica de España", sin necesidad de quitar nombres de calles (temo por la Plaza Luis García Berlanga de Húmera... ¿qué ocurrirá cuando se enteren de que sirvió en la División Azul?). El recorrido berlanguiano va más allá, no terminará este año sin la publicación del "ensayo sobre erotismo en el cine de Berlanga" que prepara Guillermina Royo-Villanova, nuera del director y mi madre, para más inri. E incluso la serie "Cuéntame cómo pasó" ha tenido su propio "Bienvenido Mr. Marshall" con Tierno Galván. Espero verles mañana jueves en la proyección de "La vaquilla" que contará, como no podría ser de otra manera, con el historiador Santos Juliá como invitado-introductor.

Dando la bienvenida a un berlanguiano 2017

domingo, 22 de enero de 2017

La verdad sobre Toni Erdmann

Lo cierto es que, salvo contadas y merecidas excepciones, el cine alemán reciente es poco exportable, comedias muy centroeuropeas completamente faltas de sangre latina, roturas de un cuadriculado esquema social que permanece al margen del resto del mundo. Tal vez por un humor un tanto irascible, como ya nos han demostrado con dos guerras mundiales, los alemanes suelen contenerse en este aspecto y lo que para ellos es comedia a nosotros se nos queda en mueca. En los últimos años, Alemania y gran parte de los países nórdicos, se han decidido por vender al resto del mundo una comedia congelada, inherente a su carácter natural. El problema es que la mayor parte de nuestros críticos y académicos les ríen las gracias aumentando el creciente ego-humorístico que va camino de proclamar la primera guerra mundial-cinematográfica. Hablo de películas como la sueca "Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia" (Roy Andersson, 2014) o el gran éxito alemán de la temporada pasada, "Ha vuelto" (David Wnendt, 2015) que no es más que una versión millenial de la genial novela "... Y al tercer año resucitó" de Fernando Vizcaíno Casas, pero sin el ramalazo ibérico-esperpéntico que habita esta astuta revisión de la Transición. Los creadores han encontrado aquí a la gallina de los huevos de oro, un humor que si nos hace gracia es por pensar que para alguien eso es un chiste salido de tono y que mientras les colma de premios y reconocimientos tan desproporcionados como los cinco grandes (Mejor Película, Dirección, Guión, Actriz y Actor) que se llevó "Toni Erdmann" (Maren Ade, 2016) en los Premios del Cine Europeo (EFA). Si hay algo por lo que merece la pena este boom comercial es por las risas, no las que produce el film, que se pueden contar con los dedos de la mano de un manco, sino por el aspecto más atractivo de este cine que es su público. Lo mejor de "Toni Erdmann" son, sin lugar a duda, sus espectadores. Si quieren carcajearse de verdad no duden en ir a verla y mirar a todas partes exceptuando la pantalla.

Sandra Hüller, todavía indecisa en lo que refiere a su vida

Personalmente me creo abierto a acoger cualquier tipo de nueva propuesta cinematográfica con los brazos abiertos, cuando esta es buena. Admito algunas imágenes sugestivas en la película, ciertas situaciones dotadas de irrefutable hilaridad, personajes que emergen como una brillante efigie de un determinado sector de la sociedad, una inteligente representación de la cotidianidad, pero no existe ninguna singularidad de estas que logre sostener el metraje durante más de dos horas y media. Un sencillo problema de medida que acompaña a su directora desde su exitoso film anterior, "Entre nosotros" (Maren Ade, 2009). Lo cierto es que si por algo será recordado el año 2016 es por un delicioso plantel cinematográfico europeo, el pasado Festival de Cannes fue una muestra exquisita del mejor cine, obras deliciosas que han llegado pronto a nuestros cines y con su debido recibimiento (aunque nos queden aún pequeños tesoros por acoger). "Toni Erdmann" se ha visto arrastrado por las estela de títulos tan geniales como "Elle" (Paul Verhoeven, 2016), la propia "Julieta" (Pedro Almodóvar, 2016), "Yo, Daniel Blake" (Ken Loach, 2016) o "Sieranevada" (Cristi Puiu, 2016) que aún no hemos podido ver en España. La historia de un hombre bromista que pone patas arriba la aparentemente gris y aburrida vida de su hija puede llegar a ser estimulante, sin embargo no hallamos respuesta. Cuando tiene la posibilidad de marcarse una ingeniosa idea o un comentario irrisorio o negro cae en la chorrada y la tontería, casi una pretensión de Andy Kaufman (que la directora cita como referencia) que se queda en una vulgar imitación de Tony Clifton, ruidoso, desagradable e insoportable álter ego que sobrevivió a Kaufman. Si "Toni Erdmann" siguiese por ese camino podría tomarse como un elegante homenaje pero la película es indecisa, no toma un tono claro, muta en cada escena, lo que le convierte en un film irregular. En casi tres horas de metraje uno coge la suficiente confianza con el señor Erdmann como para mandarle a la mierda.

Maren Ade recoge la estatuilla a la Mejor Directora en los EFA.

sábado, 21 de enero de 2017

La La Land, el claqué de Chazelle

Fred Astaire sentenció en su día: "no demuestro el amor con un beso, lo demuestro bailando". Todo el espíritu clásico que pervive en esta frase ha sido rescatado en el musical del que todo el mundo habla, "La La Land" (Damien Chazelle, 2016). Una historia de amor elegante, una pareja protagonista que pese a vivir en una irremediable actualidad parecen sacados de una cinta de Gene Kelly y una serie de números musicales que encantan al espectador con la magia del cine, esa que se había perdido entre autores, veracidades, técnicas y críticas sociales. El incontrolable poder comunicativo del cine se ha visto atrapado por ideales y aburridas imágenes reivindicativas que dejan al lado una historia para escarbar donde no hay más que tierra. Fue el gran Alfred Hitchcock, el mayor experto en el terreno del trampantojo cinematográfico, quien definió las cortapisas de lo sublime en el séptimo arte cuando afirmó que "el cine no es un trozo de vida, sino un pedazo de pastel". La película de Chazelle puede ser una tarta demasiado azucarada, pero en ningún momento falta a esa clara regla de entretenimiento impuesta por el maestro, es más, rescata su esencia en una industria que mira su cine clásico como piezas de museo. "La La Land" baila con sus antepasadas marcando el ritmo con su particular claqué y aspira a situarse junto a ellas, a convertirse en un clásico sin pendanterías modernas. La estética, los números musicales y unos asombrosos movimientos de cámara la sitúan como un instrumento bien afinado y dispuesto a sorprendernos con cualquier pieza del amado jazz del director, ese que "se muere" y por el que aún quedamos algunos fervientes admiradores. Precisamente en su calidad técnica encuentra su mayor defecto, una de las virtudes del swing y el jazz es la improvisación (como ya se esforzó el propio Damien Chazelle en demostrárnoslo a golpe de batería en "Whiplash", 2014) y en "La La Land" todo está tan deliciosamente medido que no da cabida a ella. Incluso las dulce espontaneidad de Emma Stone parece estar subrayada en el guión.


El musical siempre ha tenido una vara de medir al margen de la industria, en su época dorada se alababan como las grandes superproducciones en las que se convertían, canciones pegadizas que llamaban a divertidas coreografías. Después la desaparición del musical al estilo Gene Kelly y la llegada de los éxitos de Broadway a la gran pantalla, para finalmente entregarse al espectáculo. Es el caso de "Chicago" (Rob Marshall, 2002) o "Mamma Mia!" (Phyllida Lloyd, 2008), planteamientos teatrales, trucos propios de la farsa y números musicales que se salen de la pantalla para extasiar al espectador. "La La Land" pretende huir del espíritu que hoy concebimos del musical para mimetizarse con el metraje de "Cantando bajo la lluvia" (Stanley Donen, 1952)"Los paraguas de Cherburgo" (Jacques Demy, 1964) o incluso de "Sombrero de copa" (Mark Sandrich, 1935), esas cintas de Astaire y Rogers en las que no era necesaria una excusa "veraz" para que ambos vistiesen sus mejores galas y se pusiesen a bailar dejando al espectador clavado en su butaca. Es entonces cuando vemos que "La La Land" es una traición a sí misma, una fábula mágica llena de amor y fantasía a la que le falta el pan (que diría Luigi Comencini), una sustancia sobre la que sostenerse. Ryan Gosling queda entonces petrificado como en sus blancos mentales pre-asesinato de "Drive" (Nicolas Winding Refn, 2011), un ex-psicópata obligado a redimirse en otra comedia romántica de las que él mismo creía haber escapado. Ya que después de todo la trama argumental de la película no deja de ser una cinta romántica al uso, ferviente seguidora de la fórmula post-noventa (he ahí la traición) que pretende solventar con momentos realmente mágicos como la escena en el observatorio o los momentos previos en el cine, durante la proyección de "Rebelde sin causa" (Nicholas Ray, 1955). Nunca antes se ha rodado una unión de manos tan hermosa como la vista en esta película. Son esos pequeños momentos los que brillan en esta película, que no deja de ser una muestra de un año flojo de Hollywood. ¡Qué pensaremos en el futuro al ver que "La La Land" arrasó en los Oscar! (Que es lo que va a ocurrir) Pero... ¿qué otra opción (con posibilidades entre los académicos americanos) me proponen?

domingo, 8 de enero de 2017

La última tentación de Scorsese

Hasta el mismísimo Martin Scorsese necesita su propia redención después del desfase de "El lobo de Wall Street" (Scorsese, 2013), un confesionario abierto que grita en silencio. La historia de unos jesuitas que viajan a Japón en tiempos de una terrible inquisición llamaba a la supremacía de Scorsese para convertirla en un mito del cine épico, ese es quizás el mayor defecto de "Silencio" (Martin Scorsese, 2016), tratar de agigantar de tal manera algo tan personal e intransferible como la fe, aunque esta pueda ser infinita como vienen a demostrarnos los 159 minutos de metraje. La grandiosidad que desprenden sus imágenes recuerda a la indefensión que mostraban los personajes de Akira Kurosawa frente a la inmensidad del paisaje, la influencia del emperador del cine en el film que hoy nos ocupa es más que una simple referencia, sin embargo Scorsese lo deja todo en la edificación de una atmósfera brillante que te atrapa desde que la naturaleza entra en silencio para dar comienzo a su epopeya. Es increíble como logra la misma sensación de estar en una misa del Camino Neocatecumenal, donde la imposición de estar ante algo tan grande te lleva a la comedia, la irrisoria visión de tomarse en serio una formalidad extrema. Scorsese afirma que ha tardado treinta años en levantar este proyecto porque "no comprendía lo que significaba realmente la apostasía", el problema es que todavía a muchos nos queda la duda, incluso después de haber sufrido "El Apóstata" (Federico Veiroj, 2015). Precisamente estas dos películas tienen en común un inevitable camino a la hilaridad, que tal vez se vea acrecentado en mi persona pero que sin duda es completamente perceptible a cualquier espectador. El personaje de Kichijiro (interpretado por Yôsuke Kubozuka) termina por convertirse en un gag recurrente a lo largo del film, como símbolo de esa religiosidad fácil a la que todos nos acogemos.


Lo portentoso de la dirección no evita lo pretencioso de la película en sí misma, hay grandes personajes, indaga ágilmente el comportamiento humano y llega a tener grandes momentos de reflexión con cierta trascendencia (la mayoría en los que aparece Liam Neeson, ¿casualidad?). El problema es que como los cristianos del Japón, estos momentos están escondidos en una madreselva salvaje y peligrosa que nos hace pensarnos dos veces el volver a ella. La facilidad y pulcritud con la que nos introduce en otro siglo nos lleva a asumir lentamente los suplicios que terminan por llevar el hilo argumental de la cinta, ríete tú de las torturas chinas. Hay algo forzado en la narración de Scorsese que no permite que el espectador termine de entrar en la película, y probablemente sea por el propio fin que busca. Somos incapaces de comprender la cultura japonesa en sus términos de honor, dios o apostasía, el propio Neeson pone en situación este problema, y la clave está en que esa es la última tentación de Scorsese: ¿es dar por perdido este pantano una falta de fe? Lo que está claro es que en este aspecto todos estamos más guapos callados. Andrew Garfield es aquí nuestro "renacido" moral, el joven con esperanza que se enfrenta a un viaje del héroe para aferrarse aún más a un clavo ardiendo, o mejor dicho aún crucifijo (que también termina ardiendo con él). El gran problema es que con un inquisidor tan carismático como Issei Ogata, es imposible ponerse de su parte, sabes que antes o después vas a ceder (físicamente, claro) ante él, por lo que cuanto antes lo hagas menos sufrirás en silencio. La lección que Garfield aprende en casi tres horas, ya la sabía Kubozuka en los flashback, y a nosotros nos cuesta asumir que tarde tanto en aprenderlo. Los caminos del Señor son inescrutables, y Scorsese nos hace escrutarlos en silencio en una auténtica prueba de fe a su filmografía. Alabado sea Scorsese.

sábado, 7 de enero de 2017

Yvonne Blake, All the President's Men

Visito a Yvonne Blake en su castillo, la Academia de Cine situada en la Calle Zurbano, sin embargo el lugar parece estar sitiado, decenas de personas se mueven de un lado para otro y la luminosa Leticia Dolera se abre paso dirigiendo un spot para los Premios Goya (que pueden ver cliqueando aquí). Parece ser que esta es una de las propuestas de la recién elegida presidenta de la institución, "abrir la Academia". El clima en el que nos encontramos parece sacado de "Todos los hombres del presidente" (Alan J. Pakula, 1976), o mejor dicho de una secuela algo alocada, dotada del imprescindible humor ibérico que embriaga nuestra historia y nuestro cine. El anterior presidente, Antonio Resines, dejó el cargo a comienzo de verano, dejándonos cientos de dudas y polémicas sobre su relación con la propia Academia y su Junta Directiva. Ni siquiera recuperando a Robert Redford, que ahora dice que se ha retirado, o sacando a Dustin Hoffman de su "década Kung-Fu" podríamos averiguar lo que realmente pasó. Estamos ante una sonriente y tierna presidenta que nos acoge con los brazos abiertos, pese a todo el alboroto que está teniendo estos días no pierde sus costumbres de buena inglesa y, aunque hayan pasado las cinco, no tarda en aparecer con un fabuloso English Tea. Yvonne sorbe lentamente su té haciendo gala de su tranquilidad, pues aunque le "dicen que esto es cosa del principio", se teme que la situación no cambie mucho cuando al fin logren nombrar un Director General (tras la destitución de Porfirio Enríquez el pasado septiembre). Cuando la presidenta Blake recibió el Premio Nacional de Cinematografía en 2012, aseguró que se sentía "más española que Agustina de Aragón", hoy nos lo confirma con su pasión por la paella y todo tipo de arroces españoles. Entre sus recomendaciones culturales se encuentra el film "El ciudadano ilustre" (Mariano Cohn y Gastón Duprat, 2016), que va camino de acompañar a sus predecesoras argentinas en el Goya a la Mejor Película Iberoamericana. Por último nos habla maravillada del tratamiento que da sobre el cáncer el doctor Siddhartha Mukherjee en el que es su libro de alcoba, "El emperador de todos los males" (publicado en 2010). Sin más dilación nos disponemos a comenzar la entrevista.

Yvonne Blake en su despacho de la Academia de Cine

Mondo Berlanga - ¿Qué tal se ve en este despacho? ¿Se lo habían dejado muy desordenado?
Yvonne Blake - [Risas] Todavía no he tocado nada, lo han dejado tal y como lo ves, aún no he puesto nada personal. Tengo que pensar en objetos o algo... Pero me gusta mucho el despacho [vuelve a reír].

M.B. - Cuando su predecesor, Antonio Resines, dimitió como presidente dijo tener algunos problemas con la Junta Directiva, a la que usted pertenecía...
Y.B. - [Suspira] Había muchas broncas en las juntas, mucha gente interviniendo, elevando el tono... Y francamente no creo que se trataban de cosas muy importantes o graves. Él discrepaba con nosotros porque pensaba que "Presidencia" debía tener más poder, y no lo tenemos. La Junta siempre tiene la última palabra. En un par de ocasiones Antonio y el director general hicieron algunas cosas sin consultar, Antonio tiró la toalla porque estaba harto de consultar todo con la Junta. Pero nuestras reglas son así. [Sentencia con su disciplinado y siempre elegante acento inglés].

M.B. - Sin embargo, usted misma ha dicho que debía hacerse una reorganización en la Academia...
Y.B. - Sí, pero no tanto en este aspecto. Lo que queremos hacer es abrir la Academia para que miembros más jóvenes, como tú, puedan entrar y estamos en ello. Pero no vamos a hacer, al menos de momento, nada realmente drástico para cambiar los estatutos.

Diseño de Yvonne para el personaje de F. Murray Abraham en
"El puente de San Luis Rey" (Mary McGuckian, 2004)
M.B. - La bajada del IVA en "espectáculos en directo" ha vuelto a dejar de lado al cine, ¿por qué cree que hay este descuido de la cultura en España?
Y.B. - No lo sé, me gustaría saberlo realmente. Yo creo que hemos, los del cine, cabreado al Ministro de Hacienda en algún momento y ahora el no piensa perdonarnos. [Risas, otra vez] No sé si ha tenido que ver con personas del cine que no colaboran con hacienda o con enseñar creencias políticas en nuestras galas... Probablemente sea una combinación de muchas cosas, por eso no quiero politizar lo que hacemos. No quiero que Dani Rovira haga chistes políticos, al menos no de un partido, prefiero chistes que toquen a todos. Yo no quiero ofender a nadie y quiero ser amiga de todos, si es posible.

M.B. - Usted misma dijo el otro día sobre la Administración que "eran muy simpáticos, pero luego nadie hacía nada"...
Y.B. - Y todavía no han hecho nada, pero espero que en un futuro cercano hagan algo, porque lo necesitamos. Necesitamos más ayudas, el problema es que hay poco tiempo. He conocido algunos políticos y son muy amables, y no tengo ninguna queja, dejemos que pase el tiempo a ver si verdaderamente bajan el IVA del cine. Lo importante es dar facilidad a que trabaje más gente en el cine, a que se llenen las salas, que todos ganemos más con el cine.

M.B. - Hace unas semanas daba usted la alarma en el periódico El País diciendo que a lo mejor no había "Goyas" por falta de patrocinadores. ¿Tendremos Premios Goya?
Y.B. - Bueno, no me refería a los Premios Goya de este año, han "misinterpretado" mis palabras, no era para esta gala. Pero si no hacemos cambios de cara al futuro y no encontramos más patrocinios, es posible que no se hagan las próximas galas. Lo dudo, porque siempre vamos a salvar el cuello en el último momento. Necesitamos reestructurarnos dentro de la Academia, y para ello hace falta tiempo.

M.B. - ¿Cómo ha sido volver a contratar a Dani Rovira después de la presión mediática a la que se vio sometido el pasado año?
Y.B. - Ha sido algo muy natural... [Sonríe] Cuando entrevistaban a Dani sobre su última película, "100 metros" [Marcel Barrena, 2016], él dejaba entrever que no le importaría nada volver a presentar los premios. Cuando lo leímos pensamos: "¡qué bien!", porque queremos mucho a Dani, es muy divertido, es buena persona, ¡es un amor! Pensábamos que si teníamos la oportunidad, somos también el mismo equipo de producción, sería muy bonito volver una tercera vez.

M.B. - Y... ¿cómo está siendo colaborar con Mariano Barroso y Nora Navas, vicepresidentes primero y segunda, respectivamente?
Y.B. - Estoy encantada con ellos, desde el principio pensé que "estábamos en la misma página". Trabajamos con las mismas ideas. Nuestros sentimientos son similares y tenemos las mismas ideas para la Academia y para el futuro del cine.

Junto a Nora Navas y Mariano Barroso

M.B. - Voy a intentar dejar ahora esta presión de despacho para hablar de una película que sé que a usted le marcó y que es una de mis favoritas. Hablo de "Una cara con ángel" (Stanley Donen, 1957) [ante su rostro de desconocimiento apuesto por decir el título en inglés, "Funny Face", vuelve a iluminarse y la reconoce, por supuesto] ¿Hasta qué punto se vio influenciada por aquellos maravillosos vestidos de Givenchy o Edith Head...?
Y.B. - [Mientras remueve con delicadeza su té] Pues muchísimo... El vestuario de Givenchy entró en mí siendo muy joven, y siempre me ha gustado porque creo que ha sido el mejor diseñador de moda. No hablo del cine, aunque yo le descubriera en la pantalla cuando sólo tenía catorce años en esta película de Audrey Hepburn, que era también maravillosa, de "fantasía-romántica", lo que nos gustaba a las chicas de catorce años. Te transportaba a otro mundo, fue entonces cuando yo le dije a mi madre que era esto lo que quería hacer cuando fuera mayor y he seguido el camino...

M.B. - ¿Cómo fue vestir años después a Audrey en "Robin y Marian" (Richard Lester, 1976)?
Y.B. - Pues muy diferente... [reímos] Porque tenía que vestirla como a una monja, en un trapo, una tela burda que era como paños de cocina para fregar suelos. Eso sí, tenía una textura de "tejido a mano" y la caída perfecta para su hábito. Audrey estaba encantada con el traje, aunque no era bonito y no tenía nada que ver precisamente con Givenchy...

M.B. - Usted ha ganado todos sus Oscar y sus Goya por películas de época, ¿en cuál se siente más cómoda para diseñar?
Y.B. - ¿En qué época?... Lo que me gusta de ellas es investigarlas, mirarlas de cerca para hacer un vestuario original, que no se haya visto antes. Estudiar la pintura, ir a museos de la época, de trajes y armaduras, lo que se necesite para la investigación. No tengo una época que me gusta en especial, prefiero una que no haya hecho antes, si es posible, para no repetirme. Cuando termino una película de época intento haber puesto en ella todas mis ideas, así que no quiero repetirme.

M.B. - Uno de sus primeros trabajos fue "Fahrenheit 451" (François Truffaut, 1966), todo un reto el futurismo-sixties... Cuenta que Truffaut y usted eran muy tímidos, ¿qué cree que se propuso entonces cuando le ofreció el papel de Book Person en el film?
Y.B. - Para mí fue un shock, yo nunca quise ponerme delante de la cámara. Él fue muy dulce conmigo pero no me lo dijo a la cara, fue a través de su secretaria, Helen Scott. Yo siempre me negué, pero cuando al final me lo pidió me derretí delante de él y sí, lo hice, no podía decirle que no. Aunque no soy nada actriz.

Últimos remiendos a Audrey antes de una escena de "Robin y Marian"

M.B. - Cuando hizo "Superman" (Richard Donner, 1978) los superhéroes no estaban de moda, como ahora. ¿Cómo fue vestir los calzoncillos por fuera a Christopher Reeve por primera vez?
Y.B. - [Ríe] Hombre, fue un reto porque me parecía un traje absurdo y me lo sigue pareciendo, un "silly costume". Pero no se podía cambiar nada del cómic, así que tenía que pensar en la manera de hacer un traje estúpido de la forma más atractiva posible. Ahora el traje ha cambiado muchísimo, se utilizan otros materiales, como goma, y colores mucho más oscuros y deprimentes. Lo nuestro era más colorido.

M.B. - Los setenta era una década de glamour, el otro día estuve viendo el vídeo de cuando recibió el Oscar [por "Nicolas y Alejandra", (Franklin J. Shaffer, 1971)] y era una maravilla, la puesta en escena, los vestidos... ¿Cree que se ha perdido ese glamour?
Y.B. - [Ríe] Sí, fue muy divertido... Lo que ocurre es que lo que era glamour entonces ya no es glamour hoy en día. Ha cambiado su propia moda, ahora se ve con otros ojos, es diferente.

Diseño para Marlon Brando en "Superman"
M.B. - Usted siempre ha dicho que le encantó poder trabajar con Marlon Brando, ¿qué piensa del escándalo de Bertolucci y Brando con "El último tango en París"?
Y.B. - Le quiero todavía. [Bromea y reímos] No, lo que hicieron con Maria Schneider fue un escándalo y francamente no entiendo porque no le dijeron lo que iban a hacer. Creo que una actriz, si es una actriz que merece la pena, puede interpretar este sufrimiento. Nadie tiene que sentir nada hasta el suicidio, prácticamente. Los dos [Brando y Bertolucci] han sido muy cerdos al no hablar con ella, y me parece una actitud deplorable.

M.B. - Enlazando con la polémica de Trueba. ¿Cree que se debe atacar una película por lo que hayan hecho o dicho sus creadores con anterioridad?
Y.B. - Me parece terrible lo que ha pasado. No hay derecho, no era la intención de Trueba la de crear polémica, pero no hay nada que hacer con gente que tiene mentes tan estrechas o tan nacionalistas... Es de mala educación boicotear una película. Ha habido tanta gente que ha dejado su corazón, su talento y su dinero en la película, en una película buena, agradable... No tengo palabras, no puedo concebir la actitud de esta gente, no la entiendo... Y Trueba tampoco la entiende, hablé con él y ninguno entendimos esta crueldad innecesaria.

M.B. - En la primera edición de los Premios Goya pudimos verla, presentada por el mismísimo Fernando Rey, por lo que usted lleva aquí desde el principio. ¿Se vio alguna vez como presidenta?
Y.B. - Jamás en mi vida pensé en ser presidenta de la Academia, ha sido una sorpresa muy grande... Pero tengo que decir que lo estoy disfrutando.

M.B. - ¿Cómo recuerda el vestuario de "Bearn o la sala de las muñecas" (Jaime Chávarri, 1983)?
Y.B. - Recuerdo que me gustó mucho hacerlo, había trajes mallorquines preciosos... Fue maravilloso vestir a Ángela Molina, siendo una belleza. Y a Fernando Rey y a Imanol Arias y todos los actores de la película, todos tenían un vestuario muy diferente, con mucho carácter y detalle. Es una película que me encanta.

M.B. - Fernando Rey le cogió mucho cariño durante el rodaje. ¿Cómo suele ser su relación con los actores a los que viste? 
Y.B. - Normalmente tengo buena relación con ellos, saben que yo quiero hacerlo lo mejor que pueda con ellos y aprecian que les deje en su papel como ellos quieren verse. Nunca he tenido malas relaciones con actores... casi nunca, sólo con algunos mediocres.

Yvonne junto a sus diseños de "Superman"

M.B. - Cuando llega a España tiene un encuentro fabuloso con Gonzalo Suárez. ¿Cómo fue esa relación director-figurinista?
Y.B. - Me encanta Gonzalo, es una persona divertida, brillante, inventiva... Tiene una imaginación increíble, a veces una le entiende y otras no, pero es una persona entrañable, Gonzalo.

M.B. - "Remando al viento" (Gonzalo Suárez, 1989) ya debió ser un trabajo espectacular, pero con "Don Juan en los infiernos" (G. Suárez, 1991) hubo una magnífica sincronía en vestuario, decorados, interpretación... ¿Cómo suele trabajar con el resto del equipo?
Y.B. - Cambia... Con el equipo de Gonzalo, por ejemplo, trabajaba muy bien. Una vez has trabajado con él comprendes que eres como una familia, trabajamos juntos, no ves diferenciación entre departamentos, además éramos siempre los mismos. Hablamos, tenemos tertulias, y llegamos a acuerdos entre risas, no hay estrés. Muy bien.

M.B. - He leído en alguna parte que le gusta implicarse en el proceso creativo. Supongo que eso es más sencillo en España que en Estados Unidos o Inglaterra... 
Y.B. - Es diferente, pero al final todos hacemos cine de la misma forma, lo que cambia son los temperamentos. Pero sí, me gusta estar en el proceso creativo. Por ejemplo, me gusta hablar con los guionistas sobre los personajes, ellos tienen una visión muy clara, se han documentado sobre la película o al menos la tienen en su cabeza. Eso es lo que me interesa que me den los detalles, su propia visión de los personajes. Si hay un escritor abordo me gusta hablar con él.

M.B. - Los últimos años hemos visto su nombre en grandes producciones como "Los fantasmas de Goya" (Miloš Forman, 2006) "Encontrarás dragones" (Roland Joffé, 2011). ¿Qué proyectos le esperan?
Y.B. - De momento mi proyecto es la Academia, tengo algunos proyectos pero aún no tienen luz verde. De todos modos no creo que mientras esté aquí pueda combinar los trabajos, es muy difícil compaginar. Aquí hay muchísimo trabajo, más del que yo imaginaba, y estoy aquí full time casi todos los días y hay mucho que hacer. Me han dicho que quizás es porque acabo de empezar y no tenemos director general, pero no veo que pueda hacer una película, que siempre me estresa mucho, y el día a día de la Academia. Es demasiado, una cosa que no pueden hacer los directores o los actores cuando son presidentes es dedicarle todo el tiempo que tengo yo. Estoy jubilada, por lo que tengo todo el tiempo del mundo. [Risas]

Junto a Truffaut, dos tímidos a 451 grados fahrenheit
Coincido otra vez con Yvonne después de la entrevista, es el cumpleaños de los Cines Callao, va acompañada de su marido, Gil Carretero, el hombre al que debemos que haya venido a nuestro humilde país, como sentenció Fernando Rey en la primera edición de los Premios Goya. Yvonne Blake apenas ha cambiado desde entonces, continúa reflejando la misma ilusión en su mirada. Me reconoce enseguida y me coge las dos manos cariñosamente, está encantada y trasmite toda la seguridad del mundo desde su presidencia. Ejerce su cargo con discreción, está con todos: directores, actores, maridos, proyeccionistas, es nuestra presidenta, y nosotros somos todos sus hombres, trabajando a favor de una Academia a la que ya le toca un período de estabilidad. Espero que hayan disfrutado, como yo disfruté, de este encuentro con Yvonne Blake, nueva presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

Yvonne 

viernes, 6 de enero de 2017

Pasajeros del olvido

Estas fiestas que hoy llegan a su fin entre chocolates y Roscones de Reyes (recomiendo encarecidamente el de la Pastelería Arrese de Bilbao), se ven sustentadas por la ilusión, no por el consumismo de ración al que nos tienen sometidos los grandes cerebros pensantes. Sin embargo la ilusión está desapareciendo, también en la industria cinematográfica, resignada a lanzar subproductos comerciales para mantener al espectador sentados en su butaca durante dos horas (si no se levanta en varias ocasiones a desprenderse de los residuos naturales que originan los litros de cola que ingieren con la excusa de ir al cine). El llamado "repunte" de la crisis no ha hecho más que llenar las salas de cine de incultura, cientos de personas que consumen de forma indigesta el material audiovisual tratándolo como una servilleta de usar y tirar. El problema no está en la masa, sino en los grandes estudios que fabrican de forma mecánica para ello. La distribución e incluso el planteamiento de "Passengers" (Morten Tyldum, 2016) es ese, una cinta que todos conocemos desde el tráiler pero que tenemos que ver, y su supervivencia se sostiene sobre la comedia romántica. No importa que sepamos lo que va a ocurrir, la pareja sobrevivirá al metraje, siempre acaban juntos, pero tenemos que verlo, y esta cinta es una ingeniosa forma de hacerlo. La clave de esta propuesta está en el personaje de Jennifer Lawrence, que continúa demostrando su inteligente forma de seleccionar proyectos, ha sabido mostrar las relaciones humanas en un futuro desproporcionado que se le escapa al propio Tyldum, para mostrar una ambigua reflexión sobre la soledad y el hombre, a la altura del mismísimo Gabriel Axel.


"Passengers" podría haberse titulado "Pasajeros: el octavo e-mail" y haber sido dirigida por Ridley Scott con guión de Nora Ephron, donde se muestra el alcance de esta peliculita que muestra racimos de sospecha. Hay algo extraño en la nave que se resiente, pretende que el Avalon sea un navío con pasajeros del olvido, teniendo una interesantísima propuesta entre sus manos, perviven ecos que rechinan, giros de guión inverosímiles a costa de salir de un lío argumental, personajes comodín como el de Laurence Fishburne y la incomprensible aparición final de Andy García. ¿Será este un caso para Iker Jiménez? Tyldum tilda a sus personajes de un resentimiento a la empatía, que resulta genial por un lado, son seres que están aceptando el desperdicio de su vida, por ello quizás el espectador se sienta más acorde con las divertida gestualidad robótica de Michael Sheen. Sin duda todo un portento ante la panificadora que supone el rostro de Chris Pratt, al que aceptamos con lamento, al fin y al cabo es uno de esos rostros que Hollywood ha ido incorporando sobre un molde imaginario que sostiene sus productos "del montón". "Passengers" lucha por algo más, es una historia más que brillante, una odisea espacial con toque de antaño y estructura de comedia romántica de los noventa, con una Lawrence que, como nosotros, quiere ver más allá y pretende mostrárnoslo. Es sin duda el film perfecto para aquellos que disfrutábamos de cinco semanas en globo sin salir del salón, sin embargo la vuelta al mundo durará más de ochenta días, mientras algunos pasajeros se perderán en un dimensión que intentará explicar a Andy García.

martes, 3 de enero de 2017

Roguemos a Disney

Las ajetreadas fiestas navideñas me habían impedido ir antes a ver la película de la temporada, "Rogue One: Una historia de Star Wars" (Gareth Edwards, 2016), pensé que la noche de Año Nuevo sería una buena opción para disfrutar de este spin-off de una saga que me acompaña desde la infancia. Se le ocurrió lo mismo a cientos de infelices que, como yo, se agolparon en la sala aflojando su cinturón para tragar cubos y más cubos de palomitas. Al ser uno de los grandes éxitos de las navidades, con tres semanas en lo más alto del ranking, los anuncios se aprietan al comienzo sumando cerca de veinte minutos de metraje, la parodia publicitaria con la que comenzaba "Tropic Thunder, ¡una guerra muy perra!" (Ben Stiller, 2008) es ya una triste realidad. En ese tiempo uno tiene tiempo para terminarse sus refrescos, ir a comprar otros, acomodarse en la butaca, incomodarse en esa posición y buscar otra nueva. Entonces comienzas a pensar en Carrie Fisher y Debbie Reynolds, te entristeces y sientes que ya ninguna película será tan genial como "La guerra de las galaxias" (George Lucas, 1977), ni tampoco tan divertida, alegre y genial como "Cantando bajo la lluvia" (Stanley Donen, 1952). Empiezas a recordar los pasos de Gene Kelly y en cuanto estás dispuesto a levantarte y marcharte entonando el mítico "Singing in the rain", te atrapa la potente música de John Williams y quedas clavado en tu butaca atrapado por la eterna inmensidad del espacio. Por mucho que cambie la saga, el universo es ya tan inmenso y ha calado de tal manera en nuestro imaginario que no podemos resistirnos a contemplarlo con la mirada de un niño de diez años. 

Gareth Edwards dirigiendo a Felicity Jones, protagonista.

Es por esa estela de nostalgia que pervive en nosotros por la que debemos rogar a Disney, que tiene en sus manos nuestra infancia, para que conduzca con cuidado, salvándola de cualquier terrible destino cinematográfico. "Rogue One" es un film elegante, una historia que completa un vacío imaginario de nuestra juventud de una forma discreta y formal, utilizando con genialidad guiños y recursos que nos sitúan en ese precedente a la ya citada "guerra de las galaxias". Es por lo tanto una gran comienzo para un año 2017 al que nos enfrentamos con franquicias, sagas, alguna cinta indie de autor y con Disney como dios todopoderoso del cine, no sería un mal año para descongelar a Walt. Después de años y años de mechandising barato, vendido en la cola de compra del Fnac, resulta reconfortante que se utilice el mundo de Star Wars de una forma que revitalice sus fans. Muchos se quejan de falta de originalidad en esta nueva era, yo creo que eso ya era previsible desde la primera entrega, sin embargo ello no deja ser fantástico, poseyendo algunos de los mejores personajes del universo cinematográfico. ¿A quién no se le ha caído la baba al ver la nueva presencia de Darth Vader empuñando su sable láser? Un momento estremecedor que suma al clímax de "Rogue One" de una forma excepcional, un final potente y zanjado con toda responsabilidad en esa mirada reconstruida de la Princesa Leia. El inevitable final al que se conducen todos los personajes de esta "historia de Star Wars" es más que predecible y necesario, los rebeldes siempre han tenido una carga implícita de insignificancia. Ya cuando morían los escuadrones más simpáticos en la era galáctica de George Lucas les despedíamos sin ningún afecto, y celebrábamos después la victoria. 

Playas de Scarif al más puro estilo Normandie

Forest Whitaker es Saw Guerrera
Es por ello que "Rogue One" respeta con elegancia el espíritu de la Fuerza, basándose en las distintas teorías religiosas que siempre se han criticado. El propio Edwards parece ser un gran admirador de los creadores de esta galaxia, especialmente de Steven Spielberg, pues la lucha final no solo tiene una estrategia de combate similar al desembarco en la Playa de Omaha, sino que hay algo en el montaje y las batallas que nos lleva directamente al magnífico comienzo de "Salvar al soldado Ryan" (Steven Spielberg, 1998). Los propios cameos de personajes míticos de la saga son la muestra de amor que el fiel padawan advierte para seguir confiando en esta era de Disney, que nos dejó una primera entrega algo decepcionante. Si hay algo por lo que será recordada "Rogue One" es por la resurección de Peter Cushing, uno de los actores más geniales en cuanto al físico incorporado a sus personajes, la vuelta a la vida de su Grand Moff Tarkin es un lujo que muestra en gran avance en los efectos especiales, poder contar con él de una forma tan completa es el mayor regalo al discípulo jedi. La música de Williams suena más potente que nunca, el vestuario resulta más feroz que el de entonces, la carga (y crítica) nazi se hace en esta película de forma más evidente. Lo único que echamos en falta es al Emperador, y en España la voz de Constantino Romero como el eterno Lord Vader, ya que James Earl Jones sigue en la V.O. Toda esta labor por resucitar una infancia que se daba por perdida hace de "Rogue One" una película genialmente entretenida, un buen subproducto de merchandising que podemos disfrutar más allá de la cola del Fnac. Roguemos pues a Disney para seguir en esta fila sin perder la vez.