domingo, 22 de enero de 2017

La verdad sobre Toni Erdmann

Lo cierto es que, salvo contadas y merecidas excepciones, el cine alemán reciente es poco exportable, comedias muy centroeuropeas completamente faltas de sangre latina, roturas de un cuadriculado esquema social que permanece al margen del resto del mundo. Tal vez por un humor un tanto irascible, como ya nos han demostrado con dos guerras mundiales, los alemanes suelen contenerse en este aspecto y lo que para ellos es comedia a nosotros se nos queda en mueca. En los últimos años, Alemania y gran parte de los países nórdicos, se han decidido por vender al resto del mundo una comedia congelada, inherente a su carácter natural. El problema es que la mayor parte de nuestros críticos y académicos les ríen las gracias aumentando el creciente ego-humorístico que va camino de proclamar la primera guerra mundial-cinematográfica. Hablo de películas como la sueca "Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia" (Roy Andersson, 2014) o el gran éxito alemán de la temporada pasada, "Ha vuelto" (David Wnendt, 2015) que no es más que una versión millenial de la genial novela "... Y al tercer año resucitó" de Fernando Vizcaíno Casas, pero sin el ramalazo ibérico-esperpéntico que habita esta astuta revisión de la Transición. Los creadores han encontrado aquí a la gallina de los huevos de oro, un humor que si nos hace gracia es por pensar que para alguien eso es un chiste salido de tono y que mientras les colma de premios y reconocimientos tan desproporcionados como los cinco grandes (Mejor Película, Dirección, Guión, Actriz y Actor) que se llevó "Toni Erdmann" (Maren Ade, 2016) en los Premios del Cine Europeo (EFA). Si hay algo por lo que merece la pena este boom comercial es por las risas, no las que produce el film, que se pueden contar con los dedos de la mano de un manco, sino por el aspecto más atractivo de este cine que es su público. Lo mejor de "Toni Erdmann" son, sin lugar a duda, sus espectadores. Si quieren carcajearse de verdad no duden en ir a verla y mirar a todas partes exceptuando la pantalla.

Sandra Hüller, todavía indecisa en lo que refiere a su vida

Personalmente me creo abierto a acoger cualquier tipo de nueva propuesta cinematográfica con los brazos abiertos, cuando esta es buena. Admito algunas imágenes sugestivas en la película, ciertas situaciones dotadas de irrefutable hilaridad, personajes que emergen como una brillante efigie de un determinado sector de la sociedad, una inteligente representación de la cotidianidad, pero no existe ninguna singularidad de estas que logre sostener el metraje durante más de dos horas y media. Un sencillo problema de medida que acompaña a su directora desde su exitoso film anterior, "Entre nosotros" (Maren Ade, 2009). Lo cierto es que si por algo será recordado el año 2016 es por un delicioso plantel cinematográfico europeo, el pasado Festival de Cannes fue una muestra exquisita del mejor cine, obras deliciosas que han llegado pronto a nuestros cines y con su debido recibimiento (aunque nos queden aún pequeños tesoros por acoger). "Toni Erdmann" se ha visto arrastrado por las estela de títulos tan geniales como "Elle" (Paul Verhoeven, 2016), la propia "Julieta" (Pedro Almodóvar, 2016), "Yo, Daniel Blake" (Ken Loach, 2016) o "Sieranevada" (Cristi Puiu, 2016) que aún no hemos podido ver en España. La historia de un hombre bromista que pone patas arriba la aparentemente gris y aburrida vida de su hija puede llegar a ser estimulante, sin embargo no hallamos respuesta. Cuando tiene la posibilidad de marcarse una ingeniosa idea o un comentario irrisorio o negro cae en la chorrada y la tontería, casi una pretensión de Andy Kaufman (que la directora cita como referencia) que se queda en una vulgar imitación de Tony Clifton, ruidoso, desagradable e insoportable álter ego que sobrevivió a Kaufman. Si "Toni Erdmann" siguiese por ese camino podría tomarse como un elegante homenaje pero la película es indecisa, no toma un tono claro, muta en cada escena, lo que le convierte en un film irregular. En casi tres horas de metraje uno coge la suficiente confianza con el señor Erdmann como para mandarle a la mierda.

Maren Ade recoge la estatuilla a la Mejor Directora en los EFA.

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