sábado, 31 de marzo de 2018

Ready Spielberg One

Es el gran creador del cine, el hombre que inventó una generación, uno de los pocos cineastas que ha logrado averiguar cuál es el material del que están hechos los sueños. Steven Spielberg vuelve a la gran pantalla mientras su anterior film, "Los archivos del Pentágono" (2017), aún continúa en cartelera. Poco o nada tiene que ver ese excelente e intenso thriller periodístico con "Ready Player One", la película que me lleva a escribir este artículo, un sueño de cinta nostálgica que navega ente los recónditos mundos del futuro virtual. Forjando así una de las bases del cine de Spielberg, la heterogeneidad, siempre con una filmación sobresaliente, un ritmo frenético y una calidad que película tras película nos recuerda que por algo Hollywood es la meca del cine. Es imposible no admirar al viejo Spielberg porque él es el cine, sin él no entenderíamos el Séptimo Arte tal y como hoy lo entendemos, forjó nuestra infancia, la de nuestros padres, crecimos con él, le debemos todo nuestro imaginario cinematográfico. Últimamente no escribo sobre films de Hollywood, no porque no me gusten o no vaya a verlos, disfruté mucho con la última de "Star Wars" y "Gorrión rojo" (Francis Lawrence, 2018) —de la que tal vez escriba más adelante— me ha parecido una de las grandes genialidades del último cine comercial, "La forma del agua" (Guillermo del Toro, 2017), undécima adaptación de la Bella y la bestia, sencillamente no me dijo nada nuevo, aunque he de reconocer que es estéticamente impecable. Escribo sobre cine porque me gusta llegar a los creadores, que compartan mis artículos —obviamente cuando están de acuerdo— e incluso que me respondan de alguna manera, establecer un diálogo cinéfilo a través de las redes, y eso a nivel Hollywood es más complicado. A veces hay suerte, siempre quedará en mi memoria el retuit de Carrie Fisher de una de mis críticas sobre "Star Wars" donde hablaba de su polémico peinado, pero hablar de Spielberg es hablar de cine, y eso traspasa redes, críticas o retuits.


Si hablo de todo ello no es por pura vanidad, también es porque viene al caso con "Ready Player One", experiencia de cine metalingüístico que reflexiona sobre un mundo en el que todos estemos conectados en un juego de realidad virtual llamado OASIS. Spielberg dirige con maestría un guión frenético y ágil que trata con un brillante sentido del humor una realidad triste y gris, identificamos rápidamente a nuestro héroe y a nuestro villano, poco a poco vamos entrando en un juego que no tiene marcha atrás —excepto para superar algunas pruebas— y nos sumergimos en la magia del cine, Spielberg ha necesitado mucha de esa para hacer creíble esta distopía. La acción transcurre como una conversación continua entre la realidad y el juego, donde todo son referencias, homenajes y nostalgia, el propio Spielberg llama a algunas de sus más queridas criaturas como "El gigante de hierro" (Brad Bird, 1999) o el DeLorean de "Regreso al futuro" (Robert Zemeckis, 1985), para conformar un imaginario referencial al que todos acudimos con asiduidad en nuestra ordinaria vida de ocio. El reconocido crítico Carlos Boyero decía no haber conectado pues "nada de eso [juegos de ordenador, consolas] forma parte de mis distracciones ni de mis adicciones". Personalmente tampoco soy un gran consumidor de videojuegos, tuve mi época pero terminó en el baúl de los recuerdos —probablemente por saturación—, cuando jugaba tampoco era un gran maestro de la consola, solía aburrirme de los juegos complicados, es decir, todos aquellos a los que no encontraba el fallo algorítmico que me permitía ganar sin esfuerzo. Lo que siempre he disfrutado es ver cómo jugaban otros a los que sí se les daba bien el mundo cibernético, primos y amigos se enfrentaban a guerras brutales y lograban combos que para mi eran inimaginables, siempre con la tensión de que podían morir en cualquier momento. Spielberg logra esta sensación a la que aporta todo un mundo de valores cinematográficos que, tratándose de él, absorbemos y nos tragamos como esponjas.


Al ver "Ready Player One" viajo directamente a una de esas películas de la infancia que te da vergüenza reconocer que te encantaba, es más, que incluso te afrenta haber visto. Pero hay demasiados testigos para no reconocer ahora que fui uno de los grandes fans de "Spy Kids 3D: Game Over" (Robert Rodríguez, 2003), con aquel magnífico Sylvester Stallone como el malvado Juguetero. No es decir ninguna tontería que ambos films están directamente conectados, la idea de Rodríguez llegó con más de una década de antelación, aunque el trabajo de Spielberg es indudablemente más atractivo. La sensación de sentar al espectador como público de un protagonista que es también espectador de su propia suerte es deliciosa, también sirvió como principal "objeto científico" de "Avatar" (James Cameron, 2009). Spielberg logra elevarlo al máximo y jugar con su delicioso y arquetípico juego de Hollywood, no nos engañemos, a todos nos gustan esas películas con buenos y malos enmascarados donde siempre triunfa el bien, y en eso Spielberg es un maestro. Es el director de cine por excelencia, cuando dices que te quieres dedicar al cine nadie dice: "¡Anda el Hitchcock!" o "¡Carmen, mira con lo que nos sale el Álex de la Iglesia este!". Siempre se oye un sonoro "¡Mira el Spielberg!". Mark Rylance realiza un trabajo excepcional, para su papel el director juega con aquello a lo que apeló Billy Wilder en su "Sunset Boulevard" y deja que el mundo (virtual) entero esté narrado por un personaje que lleva años muerto. Brillante también Simon Pegg del que no puedo decir más que el punto que sigue a continuación."Ready Player One" nos habla del futuro, del cine, de los videojuegos y nos trae lo mejor de Spielberg y Hollywood, siéntense y disfruten de cómo juega el maestro.

viernes, 30 de marzo de 2018

Fariña, sin cortar

La nueva serie de Antena 3 es todo un redescubrimiento, y digo "re" porque "Fariña" (Carlos Sedes y Jorge Torregrossa, 2018) es una vuelta a la mundialmente reconocida "Narcos" (2015), un estilo similar y mucha droga sin cortar. Volvemos a sentir la misma sensación de adicción, acrecentada por la morriña, las costas gallegas y los carallos en vez del malparido gonorrea. La serie ha sabido crear su propio ambiente, la referencia era obligada, pero "Fariña" respira mucho aire propio y navega por sus propias rías, como decían en uno de los primeros episodios, "aquí el único Escobar que conocemos se llama Manolo". La serie viene a demostrar aquello a lo que ya apeló Pilar Miró, fallecida hace más de dos décadas, el enorme valor histórico, cultural y literario de nuestro país, de nuestra tierra. "Fariña" ha demostrado que no es necesario ser gallego para emocionarse al escuchar el acento, ni para disfrutar de una producción de calidad, una apuesta fuerte y segura sobre un tema jugoso que parece haber traído a la actualidad aquellos tiempos de película. Todo el rollo jurídico que envolvió la publicación del libro homónimo a la serie de Nacho Carretero pare haber adelantado la emisión de la misma y, solo unas semanas después de que España pudiese ver el primer capítulo, se ha producido la detención de Tania Varela, importante narcotraficante gallega buscada por la Europol desde hacía años, que no ha tardado en ser relacionada con Laureano Oubiña y Sito Miñanco, protagonistas de la serie que se emite en el prime time de los miércoles. Los americanos cometieron el error de matar a Pablo Escobar, la serie sin él parece falta de vida, sin embargo, España siempre contará con el añadido de la picaresca literaria y la corrupción elevada a esferas insospechadas. Actualmente Sito Miñanco ha logrado suspender el juicio contra él por blanqueo de diez millones de euros y realiza una huelga de hambre desde un módulo de aislamiento.

Lourenzo y Rey en un fotograma de "Fariña"

El primer acierto de la serie de Antena 3 es la apuesta por una estética cinematográfica y muy marcada, un brillante tratamiento de la imagen que da coherencia a la serie en conjunto y permite disfrutarla como si se tratara de un producto cinematográfico. La calidad que parecía reservada al cine y a las series extranjeras ha logrado calar en estos narquiños que huyen del dogmatismo televisivo y los tonos hermanados y grises, sin olvidar las bases de la pequeña pantalla, los cliffhangers, la apertura de subtramas y el seguimiento de personajes. Este es el segundo punto fuerte de "Fariña", unos personajes variopintos, sinceros y respetables, que además cuentan con que son rostros que todos recordamos o hemos visto en algún momento, imágenes que por motivos publicitarios o informativos hoy vuelven a todas las cadenas (de Atresmedia, se entiende) trayéndonos la realidad y la dureza del momento. Recordándonos que la guerra entre narcos gallegos fue real, que ahí estuvo esa figura padrinesca de Terito, el terrorífico patriarcado de los charlasen o la jugosa figura de Miñanco, que como los mejores villanos consigue que estemos siempre de su parte. Incluso cuando en la trama policíaca tenemos a Tristán Ulloa al frente. Otro gran acierto de la serie, un reparto brutal, gallego y con unos papeles que exigen unas interpretaciones frenéticas que revalorizan a actores como Manuel Lourenzo o Antonio Durán "Morris", fantásticos como el magnánimo Vicente Otero y el brutal padre Charlín, respectivamente. Al frente de la serie Javier Rey, actor con recursos, como sus contemporáneos —ya vimos sufrir el método narco-colombiano a Tamar Novas—, que se ha convertido en un protagonista interesante. Este es el tipo de #MeToo que todos estábamos esperando, #NosotrosTambiénTenemosNarcos y molan más que los vuestros.

La "sociedad" completa, que tiemblen las Rías Baixas

martes, 27 de marzo de 2018

Y... Tamara desfalcó al "media"

"Es demasiado sincera y exagera las cosas"
Isabel Preysler, madre


La entrevista que Tamara Falcó concedió a Bertín Osborne en su programa, "Mi casa es la tuya", ha originado todo tipo de opiniones, portadas y tertulias, mostrando así una de las grandes dotes periodísticas que se debe detentar hoy en día, la capacidad de hablar e informar tanto del crimen del joven Gabriel como del fondo de armario de la hija de Isabel Preysler, con la misma efusividad y naturaleza indagadora. Todo el mundo parece tener una opinión sobre la socialité española que más ha dado que hablar en sus últimos años y, cual toro publicitario de la España más castiza, Osborne se encargó de compilar algunas de sus mayores hazañas, desde su accidente en el Starbucks a su iluminada llamada religiosa de los últimos años. En mi opinión un presentador algo iluso y simple que fue devorado por la personalidad arrolladora de Tamara. ¿Qué si es pija? Obviamente, y a mucha honra. ¿Qué no sabe pelar una cebolla? Uno no lo necesita si tiene a alguien que lo haga por él. El programa en sí intentó dar una imagen de una niña consentida y tonta que la propia Tamara desmontó con su enorme naturalidad, sin dejar de obviar de dónde viene y a dónde va. Ofreció un espectáculo divertido, morboso y genial, toreando desde la inopia a un astado que se revolvía furioso como si estuviese en un rancho en vez de en una plaza de toros. Se ha anunciado, no de manera oficial, que Mario Vargas Llosa se sentará en el programa de Bertín, puede entonces que lo de Tamara haya sido un requisito, pero la hija del Marqués de Griñón se ha adelantado a todos. Ha presentado Villa Meona —como Alfonso Ussía bautizó al palacio de la Preysler— a toda España, ha entrevistado al novio de su madre para Vanity Fair e incluso metió por primera vez un Nobel en casa (pues esa es la marca de uno de los implantes dentales que lleva).

Bertín señala la talla de Isabel Preysler

Con todo ello Tamara se ha hecho a los medios, se han vuelto locos, ya no son sólo los periodistas del corazón los que persiguen a la Preysler para obtener una exclusiva, la sección de cultura también se moviliza para ver como Vargas Llosa hace "una especie de taichí o arte oriental" en su rutina diaria, mientras los de Política confirman que Albert Rivera "lo hizo fenomenal" en la presentación del último libro del Nobel peruano, perseguido también por las feministas después de afirmar que "el feminismo es actualmente el más resuelto enemigo de la literatura". En definitiva, toda España está pendiente de lo que ocurre en casa de Isabel Preysler, esa mujer que no es que pelee es que "consigue todo lo que quiere a la fuerza". En su entrevista, Tamara Falcó, dejó entrever el poder del matriarcado filipino en la alta sociedad española y quién sabe en qué otro Estado, después de aquella cena con Kuczynski a la que hacía referencia Tamara en su entrevista con Mario, la imaginación corre a cargo de cada cual. Si entramos en su maravilloso mundo de frivolidad y exceso, donde uno debe confesarse todas las semanas aunque crea que no ha pecado, todo funciona como una especie de parque de atracciones en el que cada día se presenta como una nueva montaña rusa. Después de la exquisita y deliciosa entrevista que Tamara hizo a Mario Vargas Llosa para Vanity Fair, se ha anunciado que es el comienzo de una larga tanda de encuentros con distintas personalidades, un proyecto que se torna en una suerte de diálogos surrealistas y reacciones geniales, que esperamos con toda la emoción del mundo. Tamara no sólo se ha apropiado del share de Bertín, también se ha hecho con su programa, con los medios y ha fascinado a España después de mostrarse como un ejemplo de sinceridad e ingenuidad —que no ignorancia—. Además de traer a la orden del día adjetivos de nuestra lengua tan geniales como "peluqueada", probablemente influencia del taichí. 



En su momento, cuando sucedió el accidente del Starbucks, los medios recogían sus palabras: "Por favor, por favor, que no se entere mi madre", poco después tuvo que ser atendida por un ataque de ansiedad. La escena se tornaba en algo cómico en el programa de Bertín, Tamara relaciona el asunto a una etapa de su vida en la que reconoce que era una malcriada, la etapa pre-iluminación, antes de recorrerse varios conventos de Madrid en busca de la llamada de la que tantos confesores y religiosos cercanos hablaban. Todo parece girar alrededor de Tamara cuando ella habla, no lo hace por egolatría o narcisismo, es natural, "es la hija de la Preysler", como alguna acalorada fan le recordaba en las calles sevillanas. Pero el programa es de Bertín y cada cierto tiempo, cuando ella está al borde de ofrecer la exclusiva más jugosa, es cortada por su tosco humor de parra, "era sólo para demostrar que conducías mal", sentenciaba. Luego siguió el "¿sabes cortar unas patatas?", o la sorpresa: "¡Qué maravilla! ¡Hasta diez has pelado!". El señorito andaluz que esperaba a una pija de manual se encontró a una pija de Biblia y media, osea, a Tamara Falcó. Todo parecía evidenciar que la comedia provenía de otro lado, el programa no nos contó nada nuevo, tal vez el número de cuartos de baños (un total de catorce, creo recordar) que poseía la mansión, pero si algo quedó claro es que a Tamara no se la entrevista, se la deja hablar y distraerse, ser ella misma. Al final toda España esperaba las deliciosas tartas de Ramona y las desquiciantes intervenciones de la perra Jacinta. Cada frase de Tamara se imprimía como un nuevo versículo en el Nuevo Testamento del "Corazón". Desde el ya mítico "a Mami le gusta Mario" a la frase que ella misma recordaba de Julio Iglesias: "¡Qué poco te faltó para ser hija mía!", ya sólo queda consolarnos en las futuras entrevistas que la propia Tamara realizará para Vanity Fair. Y así, damas y caballeros, es como sin comerlo ni beberlo —tal vez esto último un poco sí— Tamara desfalcó al media español.

Tamara y Mario bajo la atenta mirada de la gran matriarca

lunes, 5 de marzo de 2018

La forma del Oscar

La pasada noche se celebró la nonagésima ceremonia de los premios Oscar y Hollywood hizo desfilar a sus estrellas más veteranas por la alfombra roja llegando a causar embotellamientos entre vestidos, diademas y tacones que más tarde tendrían su propia presencia en la gala. "Me he dado cuenta de una cosa, soy mayor que la Academia" decía con una enorme sonrisa Eva Marie Saint al presentar el Premio al Mejor Vestuario, pero no fue la única, por el escenario pasaron grandes estrellas como Rita Moreno o Jane Fonda, espléndidas para la edad que marcan sus tarjetas de identidad, claro que tampoco el nombre es el mismo. Entre los asistentes también estaban Christopher Plummer, quien podría haberse convertido en el actor de más edad en ganar un Oscar —"Él ya estaba aquí en la primera gala, podría haber sido el más joven en ganarlo", bromeaba el maestro de ceremonias— y James Ivory que terminó por convertirse en el hombre de mayor edad en ganar un Oscar-No-Honorífico (se alzó con el de Mejor Guión Adaptado). Los Oscar tienen un estilo y una clase innegable, son auténticos profesionales que saben como tratar a los medios y ocultar sus defectos, en un año lleno de polémicas reivindicaciones y escándalos sexuales, optaron por una ceremonia clásica. Desde el comienzo de voz en off y blanco y negro, elogiando a la primera retransmisión de estos premios, se vio el tono de una gala discreta, seria y bastante conservadora. Jimmy Kimmel volvió a conducir los premios correctamente, con un monólogo más reivindicativo que hiriente, un par de gracias sobre la dinámica de la noche y pasando de forma discreta por "el tema", que al ser evitado estaba más presente que nunca, como el corazón delator de Poe.


Fue cuanto menos una noche aburrida, y muy americana, ese aspecto de los estadounidenses con el que nunca conectaremos el resto del mundo. Ese sentido del espectáculo tan particular que sólo nos llega cuando es en forma de parodia. El pique de Kimmel con Matt Damon, Guillermo el vigilante (personaje del show televisivo del propio Kimmel), o esos episodios de telebasura dónde las estrellas dan una sorpresa a los espectadores de un cine cercano. Es casi caer tan bajo como "El hormiguero". Lo sucedido en el Dolby Theatre fue gris, incómodo y previsible. No sólo por los premios —de los que acerté hasta los cortometrajes ganadores simplemente por el nombre— también por la manía televisiva americana de repetir todo cien veces, una estupidez teniendo en cuenta que acaban yendo mal de tiempo, hasta el punto de cortar el discurso de los productores de "La forma del agua" (Guillermo del Toro, 2017) al recoger el premios de Mejor Película para terminar con la coletilla publicitaria de Kimmel y la moto de agua, obsequio que había sido entregado al ganador con el discurso más breve: Mark Bridges por el vestuario de "El hilo invisible". Uno de mis deseos es que mis predicciones se equivocaran hacia el final de la noche, pero permaneció igual menos la sorpresa del Oscar al Mejor Guión Original, todo parecía indicar que "Tres anuncios en las afueras" del reputado dramaturgo Martin McDonagh era la favorita, pero olvidamos que estamos en América y una película sobre una comunidad de blancos conservadores que tienen una relación particular con la raza negra era la mejor opción para darle al presidente Trump en las narices. Aunque el pobre Donald ya tuvo suficiente con una noche en la que "Coco" (Lee Unkrich y Adrián Molina, 2017) —la mejor película que ha hecho Hollywood este año, en todos los sentidos, debía de haber estado en la categoría principal— fue reconocida como Mejor Película de Animación y su "Remember Me!" como Mejor Canción Original, "Una mujer fantástica" (Sebastián Lelio, 2017) fue la Mejor Película Extranjera, y el mexicano Guillermo del Toro se alzó con la estatuilla de Mejor Director. Vamos, que llega a ganar Rachel Morrison el Oscar a Mejor Fotografía —era la primera mujer de la historia nominada en esta categoría— y al presidente le da un ataque. Finalmente fue "Blade Runner 2049" (Denis Villeneuve, 2017) la que se hizo con el premio, después de ganar también el de Mejores Efectos Especiales.

El equipo de "Una mujer fantástica"

Todo seguía dentro de lo previsible, el In Memorian con música en directo y sin aplausos, aunque cuando aparece un actor famoso le ponen vídeo en vez de foto. La moto de agua se cuela hasta en el discurso de Gary Oldman, Mejor Actor para los académicos, después de que su "Darkest Hour" (Joe Wright, 2017) se alzase con el premios a Mejor Maquillaje y Peluquería, muy merecido si tenemos en cuenta que Oldman acabaría ganando gracias a ellos. La Academia se pone más americana que nunca y realiza un homenaje a sus soldados y sus guerras, un vídeo que habré emocionado al mismísimo Donald Trump. Y mientras tanto el corazón de Poe sigue latiendo, está apunto del paro cardíaco, el papel de entregador del Oscar a la Mejor Actriz corresponde al ganador del Oscar al Mejor Actor del pasado año, como Casey Affleck fue también acusado de comportamiento inapropiado con actrices, cede su puesto a Jodie Foster y Jennifer Lawrence. Allí están, espléndidas, con dos cabezas de diferencia, mi esperanza sigue depositada en Margot Robbie —sublime, frívola, cardíaca y deslumbrante en "Yo, Tonya" (Craig Gillespie, 2017)— y de pronto el pronóstico vuelve a cumplirse, Frances McDormand sube al escenario. Pero con ella el corazón para, la brisa de los primeros agradecimiento corta el aire y por fin explota lo que todo el mundo estaba esperando, todas las mujeres nominadas se ponen en pie a petición de McDormand, Meryl la primera, a todos se nos ponen los pelos de punta y la emoción recorre el auditorio. Por un momento se nos había olvidado que estamos en Hollywood. Ya antes una humilde cortometrajista había intentado llegar a nuestros corazones dando su discurso en lenguaje de signos, pero la McDormand es mucha McDormand. Kimmel sigue adelante, lo malo de estos americanos es que les cuesta seguir las improvisaciones, Faye Dunaway y Warren Beauty vuelven a salir este año, como si nada, presentan las nominadas y dicen la ganadora. El Hollywood más clásico no quiere meterse en camisa de once varas y ofrece una ceremonia por correspondencia.

Mark Bridges con su Oscar y Helen Mirren, chica anuncio

sábado, 3 de marzo de 2018

Feminismo sin rodeos

Los Oscar darán el domingo, aún no sabemos cómo, el pistoletazo de salida a la feminist week que se avecina, llena de protestas, reivindicaciones y huelgas. Cuando un tema tan importante como la posición y el trato de la mujer en la actualidad empieza a ser reiterativo y aburrido, como si del periplo catalán se tratase, es que algo estamos haciendo mal. Cada día sale un nuevo caso de abuso sexual en Hollywood, esto más que dar voz a otras víctimas se ha convertido en una nueva versión del cuento de la buena pipa donde el juicio popular trasciende al legal, si es que estos se están realizando, pues no he oído hablar de ninguno. La cantidad de información que se maneja es incontrolable, por saber sabemos hasta que Penélope Cruz realiza sus propias exégesis de los cuentos clásicos a la hora de dormir a sus hijos, convirtiendo a Blancanieves y Cenicienta en auténticos símbolos de la mujer independiente. La situación llega al absurdo, una huelga laboral el Día de la Mujer Trabajadora no es una reivindicación, no es apoyo feminista, es una incoherencia. Los movimientos más extremistas cada vez se radicalizan más, reafirman sus mismos argumentos gritando cada vez más fuerte, el problema no es que la gente no se haya enterado de las injusticias que viven algunas mujeres, es que no se hace por arreglarlo. Una huelga, un grito, un alegato o artículos con titulares cargados de indignación no van a cambiar eso. Santiago Segura ha dirigido su primer largometraje alejado del mundo de Torrente, "Sin rodeos" (Segura, 2018) es una comedia comercial, un remake de un éxito sucedido, que trata sin rodeos del empoderamiento femenino. Una gran Maribel Verdú poniéndose el mundo por montera, que reza nuestro refranero.

Candela Peña de ejecutiva agresiva

La película no tiene mayor pretensión, sí en ese tratamiento limpio de la mujer. Sin gritar "¡Nosotras parimos, nosotras decidimos!" y demás cansinos pareados que están acabando con el aguante de la parte occipital de mi cerebro. Esta última acotación empieza a ser un problema real, siempre que empiezan a cargarme con más información cansina un dolor punzante aparece en la parte trasera de mi cabeza, llegando a sufrir mareos y arcadas sin llegar al vómito. "Sin rodeos" se queda en la simple adaptación, una historia simple con gags realmente buenos, Candela Peña está gloriosa en una escena que ha engrandecido y llevado al extremo como sólo ella es capaz. Una pena que el film no haya ido más allá, en el cóctel posterior al estreno hablaba con Toni Acosta, otro de los grandes recursos cómicos de la película, que precisamente es una historia que se prestaba mucho a traerla a nuestro terreno, a nuestro país. Obviamente no podemos utilizar la misma vara de medir con "El hilo invisible" que con el film de Segura, y este es uno de los graves problemas que tiene la mayoría de espectadores y muchos de los críticos, en cuyo caso es peor pues lo saben y aún así la utilizan. El gran problema que tiene Santiago es que tira demasiado de "amiguetes", muchos de los momentos en los que decae la película y que podrían ser realmente buenos —¡lo que hace la interpretación!— se debe a que no tiene actores, sino personajes. En el caso de Cristiana Pedroche bastante acertado, quizás un poco excesiva, pero igualmente divertida, sin embargo David Guapo resulta completamente atonal. Lo malo del estreno es que no existe una percepción objetiva, el propio director anunciaba antes de comenzar la proyección: "Si no os gusta os aguantáis, que es gratis", en ese momento uno piensa con lo brillante que es Santiago, tan rápido, tan mordaz y tan brillantemente hiriente, porqué no ha realizado una comedia personal donde de realmente de sí mismo. Lo que hace grande la película es que no engaña, lo dice desde el trailer "no quiero más dramas en mi vida, solo comedias entretenidas". ¡Atento todo el mundo a la psicodélica sorpresa final que supone ya el desmadre padre! Y el día 8, ya que no van a trabajar, vayan al cine.

El director y la protagonista