miércoles, 26 de octubre de 2016

The 60's in Six Woody Allen's Scenes

Si analizamos el tópico de la televisión en el cine de Woody Allen encontraremos una serie de adjetivos satíricos que ridiculizan la industria. Su alter ego en "Manhattan" (1979), Isaac Davis, era un canto de gratitud hacia su oficio, expresado con el eterno desánimo que le acompaña en su oficio como guionista televisivo. El propio Allen parece huir de este medio. Otra de sus neuróticas personificaciones, David Dobel de "Todo lo demás" (2003), llega a filosofar con violencia sobre las entrañas del medio, el aprovechamiento industrial de los cómicos e incluso termina por disparar a un policía para no volver a ese mundo, a California, a la televisión. Aunque sería el genial Larry Lipton, vecino neoyorkino por excelencia en "Misterioso asesinato en Manhattan" (1993), quien dejaría para la posteridad aquella frase que reza: "La vida no imita al arte, imita a la mala televisión". España es "Sálvame" y Bertín Osborne, al menos Estados Unidos puede aspirar a Ellen DeGeneres. Quizás por todo ello el Woody Allen de "Crisis in Six Scenes" (2016), su primer trabajo nacido para la pequeña pantalla, se ríe de todo ello separando uno de sus habituales films de tono pastel en seis "chapters" de prácticamente seis escenas cada uno, llevando al extremo la sátira de algunos recurso televisivos como el cliffhanger (o dejar al espectador "colgado de de un acantilado"). Su mínima relación con la televisión, a parte de su referencia para ingeniosos comentarios, se había dado circunstancialmente con "Los USA en zona Rusa" (Woody Allen, 1994), cuando adaptó su obra "Don't Drink the Water" como una TV Movie.


Casualmente "Crisis in Six Scenes" retoma los conflictos de los sesenta, la guerra fría y un matrimonio que se ve afectado por una nueva amenaza, la necesidad buscada para entretener el apagado clima conyugal. Cada uno de los capítulos posee alguna deliciosa, habitualmente protagonizada por el propio Allen o por el club de lectura de sus esposa, una gloriosa Elaine May. El personaje de ésta parece haber seguido el perfecto envejecimiento de su magnífica esposa-de-Walter Matthau en "Corazón verde" (Elaine May, 1971) o "California Suite" (Herbert Ross, 1978). Se ve la esencia del mordaz humor-sixteen de May. Cada personaje resulta un hábil estudio de la sociedad estadounidense, su Sidney J. Munsinger es conscientemente la brillante representación del americano medio con microondas incorporado. "Crisis in Six Scenes" es básicamente diálogo y clímax, ingeniosas frases subordinadas pronunciadas con el tartamudeo habitual de todo su séquito y escenas verdaderamente jocosas, como el ver a Woody saltando entre dos edificios o el delicioso capítulo final, homenaje directo y declarado al camarote Marx. Cada episodio tiene una duración de veinte minutos, y siempre se hacen cortos, si el director ve que hay algunos lapsos temporales los completa alargando conversaciones, ideas o incorporando personajes geniales (véanse el repertorio de clientes de Mrs. Munsinger). Quizás sea Miley Cyrus el personaje más forzado, no por una mala interpretación (sobria y consumida por algunas de las geniales frases que Allen pone en su boca), sino porque resulta una presencia forzosa, artificial, un ser sitiador que se revuelve contra el color pastel de la deliciosa burguesía alleniana. "El guardián entre en centeno" se convirtió en un clásico estadounidense, cada obra fílmica de Woody Allen lo consigue desde el momento de su estreno. Hoy todos queremos cortarnos el pelo al estilo James Dean.

martes, 25 de octubre de 2016

¿Quién mata a los grandes cómicos?


Parece que hayan pasado siglos, no ya de los benditos años 60' que en el artículo se ensalzan, sino del propio escrito. La comedia de hoy en día es prácticamente inexistente, aún más cuando aquellos que la dominan con tacto deciden abarcar otros géneros (en su propio y debido derecho). Las únicas dosis que recibimos se encuentran en una televisión rápida y barata que se conforma con las sonoras y repugnantes carcajadas del Gran Público. Aquellos que busquen la sátira o el humor ácido, están perdidos, se agarran a las pequeñas dosis que se presentan a los festivales, que no dejan de ser puntuales momentos de lucidez en un trillado cine europeo. Hoy más que nunca es necesario recuperar este artículo de Jorge Berlanga, quien nos guía en este humilde blog, donde se divisa que en algún momento la comedia fue grande, y su rostro era universal y divertido. El guión, la historia, fue la clave de una comedia en concreto, sin embargo, en este artículo se comprueba que hubo un tiempo en el que eso era lo de menos. Con el simple hecho de la aparición de alguno de los mencionados, una amplia sonrisa se dibujaba en todo uno, la mayoría de ellos prescindía de la palabra para hacer reír y el resto la maltrataba con una brillante elegancia. Les dejo pues con este brillante artículo que, cuanto más lejos parece estar, más necesario parece. 

¿Quién mata a los grandes cómicos?
                     Por Jorge Berlanga
         Si miramos bien, vivimos una época en donde más que hacer comedia, se hacen intentos. ¿Qué ha pasado con los grandes cómicos? Aquellos que por sí solos llenaban una película, se merendaban la pantalla y hacían que valiera la pena pagar una entrada por verlos. Hoy disponemos de un abundante censo de actores que se esfuerzan por ser graciosos, pero que se quedan a más de medio gag de diferencia con los grandes maestros, esos fabulosos personajes de los que basta sólo pronunciar su nombre para recordar momentos hilarantes. A veces, eran en sí mismos un género, y hoy todavía son garantía de diversión de alto voltaje.
            Volviendo la vista a  mediados del pasado siglo, habría que admitir que nunca se han considerado los años 60 como la edad dorada de la comedia, pero nadie puede negar la extraordinaria categoría de sus representantes. Es más, podríamos hablar de un tour de force entre el cine americano y el europeo equilibrado en magníficos talentos. Tiempos de boyantía en los que la industria no sólo estaba en Hollywood sino también en Roma, París, Londres, y, por qué no decirlo, también tenía un considerable ritmo de producción en España. El mundo estaba lleno de genios cómicos.
           Vaya, todos los grandes actores y actrices americanos estaban dotados para el humor. Pero como símbolos de la época yo señalaría dos vértices: Por un lado, el cine de Billy Wilder, irónico, trepidante, vitriólico, del que surgen unos nombres fundamentales con descacharrante vis cómica, como son Tony Curtis, el pícaro galán siempre en apuros, Jack Lemmon, el ciudadano común permanentemente atosigado por sus miserias, y el magnífico Walter Matthau, cínico ejemplar cargado de humanidad en todas sus vilezas. Frente a su sátira social de trazo fino, estaba el desmadrado repertorio gestual del cine de Jerry Lewis, con o sin Dean Martin, y su desencajado surrealismo en la modernidad de la época que fascinó a la nouvelle vague con Truffaut a la cabeza.

Jack Lemmon y Billy Wilder en el rodaje de "El apartamento" (1960)

            Pero en Francia brillaban también con luz universal otros reyes del entretenimiento de primer orden, adorados por el público. Celebramos hoy el resurgimiento del incomparable Louis de Funes, con su irresistible e inconfundible don para la gesticulación al borde de un ataque de nervios, pero no hay que olvidar otras figuras de aquel tiempo como el extraordinario, simple y lleno de matices Bourvil (¡Qué pareja con Funes en “La gran juerga”, Gérard Oury, 1966!), el campechano Fernandel, o sobre todo ese marciano único e inimitable por más que lo hayan intentado que fue Jaques Tati, un prodigio de mímica e inteligencia, que desde “Las vacaciones de Mr. Hulot” (Tati, 1953) bordó el sentimiento cómico del hombre solitario descolocando la mécanica de la sociedad sin tornillos.
            No podemos olvidar en el mapa de la época el esplendor de la comedia italiana, con tipos tan brillantes para despertar la carcajada como Mastroianni, Gassman, Sordi, Tognazzi o Nino Manfredi. ¡Casi nada! O el apogeo del humor británico, con su cruel fineza, centralizado en los estupendos estudios Ealing, con películas como “El quinteto de la muerte” (1955) de McKendrick y actores de la talla de Peter Sellers o Alec Guiness. Si contamos también la fama mundial de un extraño sujeto llegado de México llamado Cantinflas, hay que considerar aquella época como un  vivero de cómicos fundamentales difícil de repetir. Donde ya es hora también de reconsiderar la categoría de nuestra comedia, con gente como López Vázquez, Landa, Leblanc, Gómez Bur, Gracita Morales y tantos otros haciendo Historia, sin desmerecer.  

Luis García Berlanga junto a Muñoz Suay y Nino Manfredi en la Mostra de Valencia

lunes, 24 de octubre de 2016

La novia de Poe

Se acerca la festividad de Todos los Santos, no sin antes celebrar su versión comercial al más puro estilo americano, Halloween, una fecha oscura envuelta en tonos naranjas y verrugas verdes (por herencia directa de "El mago de Oz" (Victor Fleming, 1939), que cada año nos devuelve a la infancia entonando el "truco o trato" como alegre y pringoso estribillo. Siendo esta la víspera de Todos los Santos, por muy tétrica que se pinte, no puede ir más allá de lo que en el día siguiente impera; cientos de ramos de flores que se aprovechan para limpiar las tumbas y que posteriormente se marchitan (o son aprovechados por los enterradores y jardineros para complacer a sus familias). En lo que a cinematografía se refiere sólo existe un hombre que haya conseguido aunar ambas tradiciones. Abanderado por un audaz humor, Tim Burton, ha logrado hacer del cine fantástico una deliciosa alegoría con remaches góticos, siendo "La novia cadáver" (T. Burton, 2005) la mayor expresión de este género que recuperamos en estas fechas. La clave está en hacer de los oscuro una dulce melodía, trágica y completamente romántica, heredera de los cuentos de Edgar Allan Poe, unido a una brillante capacidad visual (que caracteriza todo el cine de Burton). El marco de ilustración que muestra la separación entre ambos mundos (el de los vivos y el de los difuntos) es amplio y rico en matices, no siendo necesario aclarar que los vivos son los que realmente se encuentran en la penumbra, en los colores fríos y en unas tradiciones que perviven por unos personajes anclados en la vieja costumbre del honor. El simple hecho de recuperar los valores de la literatura romántica, rociado con la deliciosa subjetividad de la poesía gótica. Lo verdaderamente siniestro es que uno desea pertenecer al mundo de los muertos, bailar un réquiem a ritmo swing y participar de los brillantes comentarios, que se retuercen en un ambiguo humor negro. No duden en volver a esta deliciosa novia de Poe que resucita estos días entre el húmedo tuétano y el crascitar de los cuervos.


La película es también una fina sátira del mejor Disney (de donde Burton fue expulsado), desde ese Pepito Grillo en forma de gusano, a las psicodélicas escenas de canciones que nos recuerdan a los grandes momentos de "Fantasía" (Varios Directores, 1940) o "Dumbo" (Ben Sharpsteen, 1941)

sábado, 22 de octubre de 2016

El infierno son los otros

Dan Brown compuso con la novela "Inferno" una excelente reflexión sobre la frase que preside "A puerta cerrada" de Jean-Paul Sartre y, aunque parezca imposible, lo hizo con la formulación habitual de sus bestsellers con el profesor Robert Langdon como protagonista. Sin duda esta serie de novelas surgió del boom de la novela histórica, aplicado a un género que siempre se ha mantenido en cierto auge comercial, el suspense. Tras las adaptaciones a la gran pantalla de "El código Da Vinci" (Ron Howard, 2006) y "Ángeles y Demonios" (Ron Howard, 2009), el propio Brown, no ha podido evitar dejarse llevar por la narrativa cinematográfica. Por ello el acondicionamiento del papel al celuloide en "Inferno" (Ron Howard, 2016) está repleto de cine, especialmente en toda una historia que forma parte de un futuro cercano cuando siempre se habían perseguido conspiraciones de un pasado muy lejano. Ahora nos encontramos ante un Langdon convenientemente desmemoriado que no dudará en descifrar las claves impuestas en la "Divina Comedia" de Dante mientras intenta recordar la palabra "café". Toda esta saga cinematográfica ha sido especialmente perseguida por la crítica, a mi parecer son adaptaciones realmente buenas de historias vivamente originales que nos hacen olvidar cualquier tipo de rigor histórico, ¿por qué renunciar a una buena escena por falta de verosimilitud? El cine es un arte creado para el público, como determinaron con su primera exposición los Hermanos Lumière. Aceptando siempre desde el primer momento que estamos ante un cine plenamente comercial, otra forma de decir entretenimiento para el público, rodado con cierta sencillez e invitando al espectador a descifrar teorías ridículamente inconcebibles o realmente divertidas.

"Ron [Howard] me hizo correr toda Florencia", Tom Hanks

Hanks junto a Irrfan Khan, un elegante asesino
Alfred Hitchcock afirmaría en su conocida entrevista con François Truffaut que "si se quiere analizarlo todo y construirlo en términos de plausibilidad y verosimilitud, ningún guión de ficción resistiría este análisis y sólo se podría hacer una cosa: documentales". Quizás por ello "Inferno" recuerde a la auténtica magia del cine de la década de 1950, uno ve que es un decorado o se ríe de los movimientos de cámara para simular una borrachera, sin embargo, está completamente consumido por la historia. Precisamente Hitchcock está muy presente en la nueva narrativa de Dan Brown, en la necesidad de reinventar al personaje de Langdon (arrebatándole la memoria) o en el divertido juego del falso culpable y el falso inocente. Verdaderamente es como volver a una infancia cinematográfica. Los flashbacks del principio llegan a ser un tanto mareantes, y el auditorio no parece de entrar en el film hasta que se estabiliza la cámara, allá en el apartamento de la doctora, una eficaz Felicity Jones. La idea de "Inferno" recurre inconscientemente a la célebre frase de Sartre que titula este artículo, hay demasiada gente, yo personalmente me agobio en las tiendas de Zara, por lo que la idea de Brown no es del todo inverosímil. Tom Hanks vuelve a interpretar a Langdon, con el que ya posee tal simbiosis (dentro de la normalidad que envuelve a uno y a otro) que se puede permitir hasta estar ausente de él, navegar por los huecos de la memoria hasta hallar la realidad, otra clave hitchcockiana (véase el falso flashback de "Pánico en la escena", 1950 o la genial "Recuerda", 1945). Todos aquellos que disfrutaron con las anteriores volverán a sentirse como en casa con esta secuela, y no dudarán en volver a visitar al profesor Langdon si en un futuro vuelve a ser reclamado. Y como siempre, no se pierdan como escenario una magnífica visita turística a algunos de los lugares más emblemáticos de nuestro humilde planeta superpoblado.

Tom Hanks junto a Sidse Babett Knudsen de "Borgen"

martes, 18 de octubre de 2016

A Monster Called Bayona

Érase una vez un pequeño cineasta español que soñó con el cine y que, con solo tres largometrajes en su filmografía, logró resarcirse con el gran apoyo de Hollywood. Todo comenzó con una cinta de terror cuando el género parecía ser el único rentable en la cartelera nacional, Juan Antonio Bayona se convirtió en un cineasta amado por el público y adorado por la crítica, probablemente por el carácter íntimo y personal que aflora en cada secuencia. Llegando con su segundo film a un gran presupuesto y unos actores tan internacionales que nos parecía mentira verles arrastrados por este tsunami español, colmándose así la efigie del sentimentalismo cinematográfico. La gran labor y aportación que Bayona dio a cada una de sus cintas fue el dotar de alma a sus personajes, éstos siempre parecen huir de toda humanización en las grandes producciones, sin embargo el director barcelonés ha sabido llevarlo al extremo, sumiendo al público en una enorme consternación, un recurso algo ingenuo que ha resultado ser de lo más eficaz. Con "A Monsters Calls" ("Un monstruo viene a verme", J.A. Bayona, 2016), volvemos a sumirnos en un mundo gris, dominado por el pesimismo, incluso caemos en los clichés más banales del drama, esperando cualquier halo de luz y de esperanza. Hasta el pobre Raskólnikov volvería a decir aquello de "¡Miseria humana! A todo se acostumbra uno", frente a este torrente de mal que envuelve a un chico desdichado, completamente dickensiano, con el que se pretende una afectada relación empática con el espectador. Personalmente me sitúo en todo momento con la abuela, aunque nos la pinten de fría y rígida, completamente falta de candidez, es el personaje más humano y real del film, aunque tal vez sea sencillamente porque lo interpreta la gran Sigourney Weaver.


"Me gusta porque... lloras, pero lloras con ganas... con sentimiento", así definía una mujer que había empapado la cabecera de mi butaca al térmico de la película. "Un monstruo viene a verme" es ante todo artificial, asombrosa en el aspecto técnico (sin grandes aportaciones al respecto) y deliciosamente imaginativa en la narración en los cuentos, con esa voz (esta vez sí) cálida y temperamental de Liam Neeson, al que acompaña una misteriosa y tierna subtrama con el retrato y el legado de las acuarelas. Por su parte, Felicity Jones, está espléndida y la falta de emoción que hay en sus escenas se ve más bien medida por lo industrializado de las mismas, es un sentimiento que ya tenemos vivido y llorado. No como la fantástica escena que supone el visionado de "King Kong" (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedshack, 1933), huye de lo artificioso y del sentimentalismo para mostrarnos una escena tierna, bonita e incluso elegante, con ese antiguo proyector que emite uno de esos sonidos únicos. Jones y el joven Lewis MacDougall comparten un momento puramente cinematográfico, enternecedor y tranquilizador, algún Robin Williams faltó en la sala para prevenir a MacDougall con un sonoro "¡Carpe Diem!", ya que el cine hace magia, pero no milagros. Después de todo el film no de deja de ser una obra de clara ascendencia literaria, a lo que probablemente no haya ayudado que Patrick Ness (autor del libro homónimo) adaptase íntegramente el guión, mantiene así un gran respeto a todos los afines a la novela. Si hay algo que tienen en común todos los largometrajes de Bayona, y que los dota de una indudable sofisticación es Geraldine Chaplin, siempre firme y reveladora, el director le ha reservado a la actriz tres papeles clave en sus películas, tres diálogos que nos abren las distintas puertas que nos aproximan a tocar cierto milagro.

miércoles, 12 de octubre de 2016

"Elle" de Paul Verhoeven

Paul Verhoeven ha demostrado ser uno de los mayores creadores cinematográficos contemporáneos, siendo capaz de haber rodado algunos de los mayores bombazos de Hollywood, llenos de modernidad e innovación visual como "RoboCop" (Verhoeven, 1987) o "Desafío Total" (Verhoeven, 1990), acusados de cierta entrega a los grandes estudios, de lo que no dudo, sin embargo su mayor logro en Hollywood fue introducir sus pequeños guiños a su persona como autor, presentes en "Instinto Básico" (1992) o más claramente en "Showgirls" (1995), que se ha unido a esa serie de películas malas de los 90' que hoy concebimos como obras de culto. El ser completo de Verhoeven como cineasta llega con "El libro negro" (Verhoeven, 2006), portando un clasicismo realmente bello, y una delicadeza sublime para tratar la Segunda Guerra Mundial, lo que ya habíamos olvidado desde "Casablanca" (Michael Curtiz, 1942). Con "Elle" (Paul Verhoeven, 2016), el cineasta holandés ha llegado a un clímax cinematográfico, una película intangible, bella en cada plano y oscura en cada mirada, pretendiente de un cine de autor contemporáneo, pero entregado a la sutileza de ese París que siempre oculta algo bajo los besos en la Torre Eiffel y los desfiles por los Champs-Élysées. Y con todo ello una maldición que revoca todo lo dicho, pues la cinta está cargada de un misterioso morbo comercial, lo que probablemente haga que se lleve todas las alabanzas posibles sin recoger ningún premio, como ya ocurrió en el pasado Festival de Cannes. Eso sí, en España se mantiene en el Top10 con solo 73 copias, confirmando así la maldición Verhoeven -quién la tuviera- de hacer comercial un film como "Elle".


"Elle" es puro cine, pese al estar basada en la novela "Oh..." de Philippe Dijan. El guión de David Birke es escueto, utiliza los diálogos para narrar lo indispensable o para salpicar la escena de un cuidado y refinado humor negro que se desenvuelve con sofisticación entre la burguesía parisian, tanto que parece encarnarse en el sublime Michel Piccoli de "Belle de Jour" (Luis Buñuel, 1967). Y todo ello gracias a una de las más grandes actrices que hoy en día encontramos en el panorama internacional, Isabelle Huppert, que resulta brillante en la frialdad de su personaje, "El Príncipe" de Maquiavelo es un dibujo animado en comparación con el delicioso despotismo que embauca a esta tal Michèle Leblanc. Todo en la película es francamente necesario, llegamos a necesitar de algo prolijo para relajarnos y salir de esta tensión constante en la que nos vemos sumergidos, digo tensión por que es la base de este thriller, donde el suspense juega un papel indispensable pero algo sencillo y clásico, que no deja de ser deleitable. Comenzamos con una violación que se hace presente desde los títulos de crédito, lo descubrimos ante la mirada de un gato que nos dice todo sobre su dueña en su intensa mirada. El resto de personajes son el esquema básico de la cómedie-française, con más o menos extravagancias (brillante Judith Magre) o filias indispensables para erguir este film, que pese a todo es 100% Verhoeven, desde que vemos las iniciales VH en el coche de Michèle. Después de todo hay momentos verdaderamente brillantes, como el documental sobre el padre de Michèle o esa fantástica cena de Navidad, cuya representación no dista mucho de cualquiera de las que se podría haber escenificado sobre aquel teatrillo de "El discreto encanto de la burguesía" (Luis Buñuel, 1972), con representación vaticana incluida. Sencillamente, la mejor película del año.

domingo, 9 de octubre de 2016

God bless America (and the sausages)

El poeta americano, John Godfrey Saxe, pasaría a la eternidad cuando escribió en The Daily Cleveland Herald aquello de que "las leyes son como las salchichas, es mejor no ver como se fabrican", frase atribuida durante muchos años al canciller Otto von Bismarck. En "La fiesta de las salchichas" (Conrad Vernon y Greg Tiernan, 2016) ocurre algo parecido, estamos ante una gamberrada épica de la que es mejor desconocer su origen, pues estamos ante un film ordinario, homófobo y casi pornográfico, una radical muestra de originalidad y libertad que la convierte en un film meramente simbólico donde la carcajada está asegurada. No sólo bajo la sátira de nuestra sociedad o de las burlas religiosas (magnífico el conflicto israelí-palestino), sino por una extralimitada sorna que avanza dispuesta a reírse de absolutamente todo: el sexo, la religión, el american dream o incluso el holocausto (con la magnífica intervención de los Marx Brothers). Siempre bajo una deliciosa figura alimenticia que nos estremece al salir con hambre del visionado de esta cinta. La base argumental es también una ladina  diatriba hacia al último cine de Pixar (en el guardabarros), compartiendo esos "seres" (ya sean juguetes, animales o, en este caso, productos de supermercado) una realidad mayor y un camino de vuelta a casa. Si hay algo que alabar de este desmesurado divertimento es la ruptura contra todo tipo de cliché, la inventiva como abanderada y el tomar la obscenidad como objeto de crítica social. Que todo ello esté en una fantástica animación 3D es sencillamente la socarronería final, que llega a su apogeo en esa especie de salò nutricional, traducido en la sala como una orgía de de carcajadas y chillidos.


"La fiesta de las salchichas" es ante todo una película libre, como todas las que han maquinado con anterioridad Seth Rogen y Evan Goldberg, solo que con la vía libre de parodiar la animación, un campo ilimitado para plasmar sus oscuras obsesiones, con el añadido de Jonah Hill, colaborador en la historia original del film. Todas las cortapisas que imponen el cine en acción real se convierten en el punto de partida para esta animación cómica que se alimenta del exceso y del propio universo del que se ríen sin ningún complejo de culpa. Es por ello por lo que uno se siente completamente liberado en la butaca, no tiene porqué compartir lo que sucede -a nivel moral no tendría ni que planteárselo- sin embargo es mejor dejar la moral a un lado y gozar de la carcajada. Es cierto que en algunas ocasiones el humor comienza a hacerse repetitivo y las situaciones son cada vez más machaconas, pero enseguida descubrimos nuevas situaciones y nuevos personajes con nuevos chistes, habilidades y filias conejeras. El Chicle/Stephen Hawking es la máxima representación de estas situaciones completamente abstractas que incluso rozan el surrealismo cuando la propia comida quiere formar parte del mundo real. Por último hay también una magnífica caricatura de todos los géneros, siendo el western el gran triunfador con Teresa del Taco (Salma Hayek en la V.O.) como alférez de una sensacional crítica al colonialismo americano. Por último no nos olvidemos de el gran antagonista dentro de esta terrible realidad, un malo algo flojo y vulgar que no está a la altura de las circunstancias, como ese final que después de todo nos lleva al american way of life como una explicación innecesaria de que todo lo vivido no era más que una broma. Algo así como "sin rencores". No duden en ver "La fiesta de las salchichas" para reír de lo lindo.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Deliciosamente jazz

Pía Tedesco vuelve hasta el próximo domingo al Teatro Fernán Gómez con "La Reina del Swing", un espectáculo sensacional, elegante y sofisticado (hasta aquí nada nuevo en lo que respecta a la señorita Tedesco), sin embargo da una vuelta a la idea preconcebida que el espectador pueda tener de "la reina del Cabaret", dotando a esta función de un aire clásico embriagado por el ritmo del jazz y el swing, que aprovecha para ofrecernos una nostálgica mirada a la historia de esta música en la España de la década de 1940. Toma la figura de Rina Celi como una constante que guía la preciosa historia de amor que poco a poco se va convirtiendo en el centro de esta exhibición musical, dejando el resto como música de fondo. Esta historia se ve embellecida por la dulce narración de Pía Tedesco, que nos conduce con amor y melancolía (también con medidas dosis de humor) hacia cada una de las interpretaciones que el espectador espera ansioso. En un momento viajamos completamente al barco de "Deliciosamente tontos" (Juan de Orduña, 1943) y nos vemos mirando el mar, como ella misma hará más tarde en su viaje a la Argentina, escuchando la emblemática voz de Pía y una banda única que rompe por completo el mito de que en España no hubo -no hay- jazz. Rina Celi hacía una pequeña aparición en el film de Juan de Orduña, y se escuchaba una de sus canciones, sin embargo la función que estamos viviendo se aleja del inmutable aire de ingenuidad que pervive en este tipo de screwball comedies, nos encontramos más bien en la pura delicadeza de "Del rosa... al amarillo" (Manuel Summers, 1963) o en esas películas que afrontan los golpes de la vida con ingeniosos comentarios como "El inquilino" (José Antonio Nieves Conde, 1957).

Rina Celi
Cuando Pía Tedesco canta todo se olvida, entramos en otro universo, nuestra piernas comienzan a cabriolar al ritmo del swing y entramos en un estado único, una melodía que muchos de nosotros sólo conocemos por películas como "Días de radio" (Woody Allen, 1987). Un aire nostálgico que nos transporta por completo a una época, si uno cierra los ojos cuando Pía canta puede sentirse en el mismísimo "Café Society" (Woody Allen, 2016) e incluso es capaz de notar los kilos de colonia que el joven Bobby Dorfman lleva para recuperar algún amor perdido (o el pesado perfume de la señora del al lado). Cuando uno acaba siente prácticamente ganas de llorar al darse cuenta de que no está en los años 40' y que en el carrusel deportivo no está Rina Celi, sino una serie de comentaristas que imitan burlones a "Mi vaca lechera" esa pegadiza cancioncilla que compuso Fernando García Morcillo, quien por otra parte ofreció grandes obras de jazz en nuestro país y canciones para Carmen Sevilla, Sara Montiel o María Dolores Pradera. Pía Tedesco nos devuelve por completo a una época que añoramos incluso sin haberla conocido, que sufrimos con ese desorden pero que queda deliciosamente tonta con el swing de fondo. La orquesta es indispensable en el jazz, improvisa, se ríe y dota de vida a las partituras. Joshua Díaz al clarinete y el saxo alto, Pedro Esparza a los saxos soprano y tenor (y qué maravilla cuando conduce la travesera), Alejandro Ollero al contrabajo, Jimmi Castro a la batería y Néstor Ballesteros al piano. Todos ellos nos conducen hasta tal estado de trance apesadumbrado que llegamos a sentirnos como el Alec Guinness de "El Cisne" (Charles Vidor, 1956), deseando arrancarle el contrabajo al señor Ollero y participar de ello. El atrezzo es irresistible, ese genial micrófono on the air de la época, y el genial abrigo desplegable con noticias de la época o artículos de la sección femenina. No se pierdan este espectáculo que les transportará por completo a otro tiempo, que les sacudirá en el asiento y del que querrán participar en cada una de sus canciones. 

Diane Keaton en "Días de Radio"

sábado, 1 de octubre de 2016

"Perfetti Sconosciuti" di Genovese

La realidad actual se ve constantemente distorsionada, ya sea por las redes sociales o el distinto uso de las tecnologías que nos rodean y a las que nos amoldamos con facilidad, aunque esta visión no es más que una versión del mito de la caverna de Platón con I+D+I. "Perfetti Sconosciuti" (Paolo Genovese, 2016) nos hace reflexionar sobre la amistad con un tono de comedia amarga que trata con elegancia la psicosis de cada personaje. El cine de Genovese se identifica por una perfecta capacidad para determinar personajes, independientemente del género que trate con más o menos comercialidad. Su última película logra aunar una magnífica disección de nuestra actualidad con el habitual tono de ficción cinematográfica y algunos clichés que si no estuvieran los echaríamos de menos. Aún así el planteamiento del film es puramente teatral, el espacio es esencial, atrapa a cada uno de los personajes y los va retorciendo hasta que sacan toda su verdad. Si algo ha demostrado Genovese en su filmografía es la complejidad del ser humano, sin duda nunca ha estado tan cerca de mostrarnos todos los recovecos del hombre como en esta inteligente farsa donde los roles se ven intercambiados y degenerados según avanza el metraje. Marcel Proust dictaba la moraleja de este film entre las páginas de su obra "En busca del tiempo perdido" (1913), donde exponía con gran certeza el acto de la mentira: "Mentimos toda la vida incluso, o sobre todo o tal vez sólo, a quienes nos aman". Entonces dudamos si es cuestión de egoísmo o de amor, y en una mesa italiana se dan todas las posibilidades posibles.


Resulta magistral la capacidad de Paolo Genovese para describir o presentar a cada una de las parejas en pocos minutos, antes de la cena, para luego ir descomponiendo toda la idea predeterminada con el transcurso de la película. Entre los intérpretes cabe destacar a Marco Giallini, habitual en el cine del director, que tiene tomado perfectamente el tono de la película y sabe situarse con genialidad como contrapunto del resto de personajes que quedan completamente descolocados por el atrevido juego propuesto (dejar los móviles sobre la mesa, dejando a merced del resto la información que se reciba). La modelo y actriz Kasia Smutniak resulta sensacional fuera de su zona de confort, componiendo con elegancia la tela de araña de complejo enredo en la que el espectador cae y es enrollado lentamente por la trama, hasta que se ve completamente atrapado e identificado en cada uno de los personajes (donde todos los intérpretes saben como tejer sin resultar artificioso). Esa ineludible atracción es sin duda causada por la ferocidad de un guión original, que sabe como manejar los sentimientos y emociones convirtiendo al público en sus distraídas marionetas. La originalidad es hoy en día un don en alza, especialmente en el cine donde sólo algunos meandros cinéfilos (normalmente de autor con producción independiente) siguen creyendo en un avance en algo nuevo. "Perfetti Sconosciuti" es el perfecto ejemplo de que una idea original, de que algo nuevo, tiene cabida en la actualidad, con una gran productora que ha permitido que se convierta en todo un fenómeno en la taquilla italiana. Cuando uno ve los créditos del guión (Filippo Bologna, Paolo Costella, Paola Mammini, Rolando Ravello y el propio Genovese), puede intuir que todo ha nacido de una reunión de amigos, probablemente con secretos menos redundantes que los de la cinta.


El enorme éxito que cosechó la película en Italia hizo conectar las antenas de las grandes productoras, finalmente fue Telecinco Cinema la que logró los derechos y edificó así "Perfectos Desconocidos". Sin embargo los fines llamativamente lucrativos que perseguía este proyecto mostraron sus verdaderas intenciones, ya que la cinta italiana no ha sido estrenada en España, "Perfectos Desconocidos" nos traerá la misma base argumental con el gran añadido de Álex de la Iglesia, un director feroz y uno de los pocos autores comerciales que se maneja con total desenvoltura en la actualidad. Si alguien puede tomar una película genial, como es la versión italiana, y hacer un remake completamente distinto es Álex de la Iglesia, sin duda mucho más arriesgado y giallo que Genovese. El guión lo firma Jorge Guerricaechevarría, colaborador habitual del Álex, y un auténtico maestro en el dominio de la comedia y la acción, por lo que nos hace pensar en la amplitud que puede tomar el proyecto en sus manos. Algunas de las principales diferencias que ya hemos podido comprobar es la descripción del género de ambas películas en Filmaffinity, ya que mientras "Perfetti Sconosciuti" se describe como "Comedia/Amistad" en la versión de Álex de la Iglesia ya destaca un apetecible "Comedia/Comedia negra", que nos pone los dientes largos. La vuelta del Álex más narrativamente gore cuya historia tendrá los rostros de Belén Rueda, Eduard Fernández, Juana Acosta, Ernesto Alterio, Dafne Fernández, Eduardo Noriega y Pepón Nieto cuya mirada ya casi podía descifrarse en el Peppe de Giusseppe Battiston. Mientras nos torturamos esperando su estreno (su rodaje comenzó hace unos días), que no se nos olvide torturarnos también con la espera de "El Bar" (Álex de la Iglesia, 2017), cuyo estreno se ha retrasado hasta el 24 de marzo.


Dafne Fernández y Eduardo Noriega, fotograma cortesía del @alexdelaiglesia