sábado, 22 de octubre de 2016

El infierno son los otros

Dan Brown compuso con la novela "Inferno" una excelente reflexión sobre la frase que preside "A puerta cerrada" de Jean-Paul Sartre y, aunque parezca imposible, lo hizo con la formulación habitual de sus bestsellers con el profesor Robert Langdon como protagonista. Sin duda esta serie de novelas surgió del boom de la novela histórica, aplicado a un género que siempre se ha mantenido en cierto auge comercial, el suspense. Tras las adaptaciones a la gran pantalla de "El código Da Vinci" (Ron Howard, 2006) y "Ángeles y Demonios" (Ron Howard, 2009), el propio Brown, no ha podido evitar dejarse llevar por la narrativa cinematográfica. Por ello el acondicionamiento del papel al celuloide en "Inferno" (Ron Howard, 2016) está repleto de cine, especialmente en toda una historia que forma parte de un futuro cercano cuando siempre se habían perseguido conspiraciones de un pasado muy lejano. Ahora nos encontramos ante un Langdon convenientemente desmemoriado que no dudará en descifrar las claves impuestas en la "Divina Comedia" de Dante mientras intenta recordar la palabra "café". Toda esta saga cinematográfica ha sido especialmente perseguida por la crítica, a mi parecer son adaptaciones realmente buenas de historias vivamente originales que nos hacen olvidar cualquier tipo de rigor histórico, ¿por qué renunciar a una buena escena por falta de verosimilitud? El cine es un arte creado para el público, como determinaron con su primera exposición los Hermanos Lumière. Aceptando siempre desde el primer momento que estamos ante un cine plenamente comercial, otra forma de decir entretenimiento para el público, rodado con cierta sencillez e invitando al espectador a descifrar teorías ridículamente inconcebibles o realmente divertidas.

"Ron [Howard] me hizo correr toda Florencia", Tom Hanks

Hanks junto a Irrfan Khan, un elegante asesino
Alfred Hitchcock afirmaría en su conocida entrevista con François Truffaut que "si se quiere analizarlo todo y construirlo en términos de plausibilidad y verosimilitud, ningún guión de ficción resistiría este análisis y sólo se podría hacer una cosa: documentales". Quizás por ello "Inferno" recuerde a la auténtica magia del cine de la década de 1950, uno ve que es un decorado o se ríe de los movimientos de cámara para simular una borrachera, sin embargo, está completamente consumido por la historia. Precisamente Hitchcock está muy presente en la nueva narrativa de Dan Brown, en la necesidad de reinventar al personaje de Langdon (arrebatándole la memoria) o en el divertido juego del falso culpable y el falso inocente. Verdaderamente es como volver a una infancia cinematográfica. Los flashbacks del principio llegan a ser un tanto mareantes, y el auditorio no parece de entrar en el film hasta que se estabiliza la cámara, allá en el apartamento de la doctora, una eficaz Felicity Jones. La idea de "Inferno" recurre inconscientemente a la célebre frase de Sartre que titula este artículo, hay demasiada gente, yo personalmente me agobio en las tiendas de Zara, por lo que la idea de Brown no es del todo inverosímil. Tom Hanks vuelve a interpretar a Langdon, con el que ya posee tal simbiosis (dentro de la normalidad que envuelve a uno y a otro) que se puede permitir hasta estar ausente de él, navegar por los huecos de la memoria hasta hallar la realidad, otra clave hitchcockiana (véase el falso flashback de "Pánico en la escena", 1950 o la genial "Recuerda", 1945). Todos aquellos que disfrutaron con las anteriores volverán a sentirse como en casa con esta secuela, y no dudarán en volver a visitar al profesor Langdon si en un futuro vuelve a ser reclamado. Y como siempre, no se pierdan como escenario una magnífica visita turística a algunos de los lugares más emblemáticos de nuestro humilde planeta superpoblado.

Tom Hanks junto a Sidse Babett Knudsen de "Borgen"

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