Gloria Carmesí había decido pasar los últimos días de vida de su abuela con ella, Doña Clotilde, una anciana de las que uno se imagina cuando oye la palabra "anciana". Pelo blanco ahuecado, unas largas manos arrugadas, con las misma cantidad de manchas que años le caen encima, le quedan aún unos preciosos ojos violetas de su juventud, en la que fue víctima de numerosos elogios, por su parecido con la actriz Liz Taylor. No fue por sus ocho matrimonios, ni por su melena oscura, fueron sus ojos el principal objetivo de las comparaciones. Doña Clotilde era una mujer de costumbres, lo que convertía la presencia de Gloria Carmesí en un estorbo, una mujer mirándole fijamente esperando el momento de su muerte para cobrar, una nieta que veía por primera vez en diez años. La situación de Gloria Carmesí era muy diferente, había perdido una apuesta, en la cual participaban sus doce hermanos y sus incontable primos, por la cual debía aguantar a Doña Clotilde.
Doña Clotilde, cansada de la vida desde la muerte de su amado esposo, decidió divertirse por primera vez en dieciséis años. Una pilla sonrisa le iluminó el rostro. Gloria, confundida, se extrañó y descansó de masticar su chicle. La graciosa abuela había decido acabar con el "problema" de la herencia, con la avaricia familiar, y con su tristeza el mismo día, y Gloria Carmesí sería la figura que uniría sus tres retos.
- Gloria, hija, acércate, que te quiere hablar tu abuela - dijo con voz dulce.
Gloria sin mucho ánimo arrastró a los pies de la butaca dónde reposaba el cuerpo de su abuela.
- Nos vamos a ir al Bingo - añadió Doña Clotilde, tranquila.
- No - aclaró Gloria, marchándose lejos de la anciana, y acompañada de un pataleo.
Con la excusa de la negación de la insoportable de su nieta, Doña Clotilde comenzó a fingir un ataque al corazón, con tan mala suerte que comenzó a convertirse en una verdadera urgencia. Gloria Carmesí, no debería de estar allí, pues su primo había amañado la apuesta. Doña Clotilde no pudo resistir y los torpes primeros auxilios de Gloria llevaron la situación al camino de la muerte de las dos, ya que Doña Clotilde, al ver que no llegaba a sobrevivir cogió la plancha (una de sus mejores amigas en los diez últimos años) y golpeó en la cabeza repetidamente a su estúpida nieta, escribiendo en el cartón del bingo: "Da igual, la selección natural no hubiese tardado mucho en hacer efecto en ella"... Y así fue como la anciana que se parecía a Liz Taylor hizo que sus muchos herederos gastasen el dinero en los dos funerales, llorando el resto de su vida a la loca de la abuela y a la nieta mártir, acabando con la avaricia, y lo de la tristeza acabó en el mismo momento que dejó de latir su corazón...
Doña Clotilde, cansada de la vida desde la muerte de su amado esposo, decidió divertirse por primera vez en dieciséis años. Una pilla sonrisa le iluminó el rostro. Gloria, confundida, se extrañó y descansó de masticar su chicle. La graciosa abuela había decido acabar con el "problema" de la herencia, con la avaricia familiar, y con su tristeza el mismo día, y Gloria Carmesí sería la figura que uniría sus tres retos.
- Gloria, hija, acércate, que te quiere hablar tu abuela - dijo con voz dulce.
Gloria sin mucho ánimo arrastró a los pies de la butaca dónde reposaba el cuerpo de su abuela.
- Nos vamos a ir al Bingo - añadió Doña Clotilde, tranquila.
- No - aclaró Gloria, marchándose lejos de la anciana, y acompañada de un pataleo.
Con la excusa de la negación de la insoportable de su nieta, Doña Clotilde comenzó a fingir un ataque al corazón, con tan mala suerte que comenzó a convertirse en una verdadera urgencia. Gloria Carmesí, no debería de estar allí, pues su primo había amañado la apuesta. Doña Clotilde no pudo resistir y los torpes primeros auxilios de Gloria llevaron la situación al camino de la muerte de las dos, ya que Doña Clotilde, al ver que no llegaba a sobrevivir cogió la plancha (una de sus mejores amigas en los diez últimos años) y golpeó en la cabeza repetidamente a su estúpida nieta, escribiendo en el cartón del bingo: "Da igual, la selección natural no hubiese tardado mucho en hacer efecto en ella"... Y así fue como la anciana que se parecía a Liz Taylor hizo que sus muchos herederos gastasen el dinero en los dos funerales, llorando el resto de su vida a la loca de la abuela y a la nieta mártir, acabando con la avaricia, y lo de la tristeza acabó en el mismo momento que dejó de latir su corazón...
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