lunes, 22 de febrero de 2016

El Imperio Romano de los Coen

El humor de los Hermanos Coen encuentra su riqueza en la huida del propio género, sus cintas son precisamente lo contrario de lo que pretenden, y se desvelan a público hambriento de originalidad mediante exquisitos personajes, donde realmente se encuentra la clave de los Coen. Sus guiones son siempre muestra de exquisitos diálogos, y su textura en pantalla resulta pulcra y reconocible, así como una dirección de fotografía que logra identificar todos los géneros cinematográficos en una sola de sus películas. El mayor ejemplo de ello es su último trabajo, "¡Ave, César!" (Joel y Ethan Coen, 2016). La carrera de los dos hermanos de Minnesota es todo un desfile de grandes obras, sin embargo tienen acostumbrado al espectador a recibir una pequeña obra maestra cada cierto tiempo, así se han originado films de la talla de "Muerte entre las flores" (1990), "Fargo" (1996) o la inolvidable referencia del culto moderno que es "El gran Lebowski" (1998). En el resto de su filmografía encontramos películas perfectamente resueltas, y en mi opinión (con cierta pérdida de la objetividad) de una perfecta realización por parte de un equipo técnico y artístico de gran calidad. Ambos toman la total posesión sobre sus cintas, y ofrecen al espectador lo que se puede desvelar en una comida familiar, una deliciosa sucesión de historias que reflejan con total subjetividad la realidad. Siempre afincados en la grandeza del cine, de la época dorada de Hollywood que reflejan en el film que nos ocupa, así nos ofrecieron la genial comedia años 40' con "Crueldad Intolerable" (2003) y el más puro western del siglo XXI con "No es país para viejos" (2007). Aunque tampoco han rechazado a viajar de lleno a aquellos tiempos, como nos demostraron en "Barton Fink" (1991) o "Valor de Ley" (2010).


"¡Ave, César!" es un gran chiste elaborado sobre todo su conocimiento y experiencias cinematográficas, y la grandeza del chiste se encuentra en su desarrollo, en las miles de extravagantes historias que rodean a un personaje tan peculiar como Eddie Mannix (Josh Brolin) -jefe de producción- que deberá asegurarse de que todo se mantiene en pie en el Hollywood de las superproducciones. La otra astuta genialidad de los Coen reside en la idea de no terminar el chiste, de atravesar a su personaje durante 48 intensas horas, y dejarlo como estaba, pendiente de acción. El estreno en el Festival de Berlín terminó con la aclamación de los dos directores, que una vez más han logrado un film solvente. Sin embargo algo se añora en el metraje de "¡Ave, César!", se echa de menos la pureza de los Hermanos Coen, su capacidad de riesgo en planos imposibles y guiones disparatados, si bien percibimos pequeños rastros como el genial club de los guionistas comunistas, o la naturaleza de rodeo de Hobie Doyle (Alden Ehrenreich). Obviamente la artificialidad que envuelve todo el film está buscada desde un guión que en todo momento se eleva a la exageración, a los cientos de homenajes que uno puede percibir en cada secuencia. Magistralmente elaborado, y mejor interpretado, el personaje de Ralph Fiennes, en look y estilismo Laurence Olivier, pero con la esencia del mejor Buster Keaton. De un reparto exquisito sólo pueden darse geniales interpretaciones, comenzando por la de un George Clooney que vuelve a demostrar que vive la comedia en cada uno de los movimientos de su rostro, al que ocurre como a Fiennes, un Richard Burton o Marlon Brando en estilismo y look, pero un Cary Grant en esencia.


De entre todo cabe destacar el personaje de Frances McDormand, y no por su relevancia en la película, un cameo divertido y "atragantado", sino por lo que representa esa figura del montador, uno sólo para todas las producciones de "la Capitol". El trabajo más duro que ha afectado a "¡Ave, César!", es precisamente el de la edición, probablemente se hayan ido fragmentos geniales de un guión que da para miles de historias, pero que difícilmente se pueden unir en algo menos de dos horas de metraje. Así mismo se quedan descolgadas algunas de las geniales propuestas que se nos hacen, como el papel de Scarlett Johansson o el futuro soviético de uno de los personajes. Aún así, y después de todo, hay que reconocer que los Coen han ido a lo fácil, una jugosa visión de un Hollywood que para nada es tan descabellado como el que podemos esperar de "Trumbo" (Jay Roach, 2015) o como el que ellos mismos plantearon en la ya citada, "Barton Fink". La última película de los Coen se ve como un divertimento, una película con cientos de personajes que aparecen y desaparecen alrededor de un Josh Brolin, algo sobrio. Los Hermanos Coen pueden hacernos temblar cuando se plantean una comedia -"Arizona Baby" (1987)- pero en esta ocasión nos ofrecen un plato fácil de disfrutar, y de reír que es el verdadero objetivo de la comedia. Por último quede también el reposo sobre la crítica que los propios Coen hacen sobre su obra, dejando indiferente a todos los posibles malparados de la historia, elaborando además el estilo cómico de los años 50' sobre una sátira de ese mismo tiempo, genial. Una vez más se ha formado el Imperio Romano de los Hermanos Coen.

4 comentarios:

  1. Buena reseña, estoy requetedeacuerdo con lo vertido aquí...
    Estoy deseándo verla, siempre disfruto mucho con los Coen

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  2. Deseando verla.
    El cine dentro del cine , una delicia.

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  3. Muchas gracias, lo cierto es que merece la pena para pasar un buen rato.

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    1. Hoy voy a verla. Segura estoy que no me decepcionarà. Gracias a ti por esa reseña.

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