martes, 9 de febrero de 2016

Willkommen "Cabaret", bien hallado

El teatro es capaz de atraparnos, como el arte escénica más pura y veraz que choca con el público. Sin duda es la fuerza más viva y cercana a los espectadores, y mucho más cuando se afronta un musical con el particular vaudeville, recuperándose ese ambiente de variedades, donde todos disfrutamos en cada representación. Así es el "Cabaret" que el director, Jaime Azpilicueta, nos presenta en el Teatro Rialto de Gran Vía sobre el genial libreto de Joe Masteroff, que se alzó con el Premio Tony, y cuya adaptación cinematográfica se hizo con ocho premios de la Academia, el mismo año que compartía nominaciones con "El Padrino" (Francis Ford Coppola, 1972). Bob Fosse, director de "Cabaret" (1972) se hizo con los derechos del mismo y se planteó manejar la historia como nunca antes se había visto, sin embargo el factor teatral llena al espectador, y el mismísimo Fosse quedaría entusiasmado antes los potentes y energéticos números que se ven en el Kit Kat Klub de la gran vía madrileña. Frente a la magnífica historia de la cabaretista, el estadounidense y los inicios de una Alemania nazi, se encuentra este pequeño club donde se vive del libertinaje, y su enigmático maestro de ceremonias logra abstraernos de todo problema. Edu Soto deja de interpretar el papel, para convertirse en el mismísimo Emcee, en una asombrosa vis cómica, capaz de unir el sólido guión con la mejor improvisación, además de la genial conexión que establece con un público que comienza a convertirse en los propios visitantes del Klub. Joel Grey realizó un arrollador y carismático trabajo por el que logró el Oscar al Mejor Actor de Reparto, Soto se permite ciertas licencias sobre el papel que perfeccionan los míticos números musicales como "Willkommen", "Money" o "Two Ladies".


El otro gran descubrimiento del espectáculo es una fascinante Cristina Castaño, poseedora de una potente voz, que junto con Marta Ribera nos ofrece algunos de los momentos con más fuerza e intensidad, a través de sus potentes y líricas voces, una unión más que agradecida en un musical. El número de Castaño cantando el "Mein Herr", que aún en castellano guarda la fuerza que une el lazo emocional entre la situación de Sally Bowles, Alemania, y la marcha del amante estadounidense. Uno no debe más que sentarse a disfrutar en este pequeño teatro, donde, si uno está dispuesto a gastarse el dineral de la entrada, más vale que lo haga del todo, pues tiene una construcción algo extraña, donde el escenario no es visible desde algunas butacas. Es una obra para sentir, para entregarse a una espléndida coreografía, decenas de escenarios, y un montaje espectacular que une magníficos números musicales, con focos y escenas memorables, sin duda uno de los grandes musicales de todos los tiempos. Ante todo, esta adaptación, ahonda en una comedia popular, una risa fácil y no tan fácil, donde el humor evoluciona en cada uno de sus colores, gracias a las indiscutibles facultades del maestro de ceremonias. Un enorme montaje que se completa de un final realmente estremecedor, potente, visual, y demoledor, donde reside la más pura crítica de la obra, una delicia. Si deciden disfrutar su ocio en cultura, esta sería una gran apuesta, una interesante adaptación con magníficas interpretaciones y grandes números que recuperan la auténtica fuerza del musical.

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