sábado, 19 de diciembre de 2015

¿Se han cambiado el peinado?

"Star Wars: El despertar de la Fuerza" (J.J. Abrams, 2015) se ha convertido en uno de los mayores despliegues cinematográficos de todos los tiempos, millones de fans entonan por las calles la mítica música de John Williams (sin duda uno de los grandes protagonista del nuevo episodio) y la Fuerza se hace presente en unas Navidades más pendientes de la reaparición de Luke Skywalker que del nacimiento del Niño. La nueva tendencia del spoiler ha destruido parte del encanto que envolvía este ambicioso proyecto, mientras los fans disfrazados de algunos de los seres más extraños del universo de George Lucas se apresuraban a lanzar sus predicciones, vista la película se caen la gran mayoría, sino todas, aunque la gran mayoría ya resultaban absurdas antes de demostrarse. Toda esta expectación destruye en parte la esencia cinematográfica de la saga de la guerra de las galaxias, este mundo paralelo que Lucas irguió con su propia filosofía y una estética oscura iluminada por sus personajes, es ahora reinventado y puesto en la parrilla de un Hollywood actual, con la estructura fílmica de Disney, actual distribuidora de la saga capaz de introducir a Mickey Mouse con BB-8 si nos distraemos. La película afronta todos los clichés que ella misma creó hace cerca de 40 años, y llama la atención la multitud de primeros planos que guarda el film, perdiendo en parte esa actitud global que guardaba la sextología original de Lucas. El auténtico admirador de "La guerra de las galaxias", sufre ya de por sí desde la ausencia de Yoda, ahora Abrams afronta drásticamente la nueva trilogía eliminando de cuajo las hierbas a las que no ve futuro para poder jugar con sus propios personajes.


Sin lugar a duda, "El despertar de la fuerza" es una gran película, utiliza la técnica precisa y da al espectador lo que busca en la sala del cine. Un perfecto metraje para consumir cuantas cajas de palomitas se precisen, se añaden además pequeñas dosis de un humor introducido en la acción que nos muestra la mínima vis cómica que posee Hollywood, todo ello queda rebajado al recordar las simpáticas conversaciones entre C-3PO y R2-D2 en el pasado, sí que se rescatan alguna de éstas. En los últimos veinte minutos se comienza a respirar nuevos aires de lucidez, la trama comienza a asentarse y termina en el punto más álgido, a la altura de la mejor de las escenas de "Star Wars" (George Lucas, 1977), lo que supone dejar un listón muy alto para el próximo episodio, previsto para el año próximo, donde contaremos con gran villano, encarnado por Benicio del Toro. La falta del espíritu jedi en el film se ve compensada por la búsqueda del mismo, una galaxy-movie que avanza rápidamente durante más de dos horas, prácticamente inadvertidas llenas de un ansia que apenas deja respirar entre nuevos emperadores, nuevos vaders y con los mismos Solo, Chewbacca y la general Organa, genial evolución del personaje de la princesa Leia que nos dejó con la duda compartida por su hermano Luke, frente a la sabia mirada del maestro Ben Kenobi, encarnado como nadie por el genial Alec Guinnes. Con cierta nostalgia y emoción acogemos este reencuentro con la guerra de las galaxias, que promete convertirse en una gran trilogía, aún con la triste ausencia que deben descubrir con el visionado del film. La creadora de los spoilers con aquel mítico: "Darth Vader es el padre de Luke", vuelve a los cines en un despertar, donde ha cambiado algo más que el peinado-ensaimada de Leia, como ironiza Han Solo.

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