miércoles, 30 de diciembre de 2015

James Bond, SPECTRACULAR

Si algo nos ha demostrado Sam Mendes desde sus inicios, es que ha descubierto la unión entre el cine de autor y Hollywood, con "American Beauty" (Sam Mendes, 1999) satirizó con elegancia el sobrevalorado sueño americano, una respuesta sutil, y verdaderamente alejada de la propaganda que elevó a "Forrest Gum" (Robert Zemeckis, 1994), por otro lado una agradable comedia que coincide con la obra de Mendes en el Oscar al Mejor Actor. "Skyfall" (Sam Mendes, 2012) fue el primer contacto entre el director inglés y la saga de 007, una época en la que el agente secreto más reconocido de todos los tiempos andaba de capa caída por los estrepitosos fracasos que resultaron las primeras películas protagonizadas por Daniel Craig, en quien Mendes supo ver la enorme carga interpretativa que David Fincher le había sacado a su personaje de "Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres" (2011). Para muchos aún Craig no es el hombre idóneo para interpretar al espía inglés que todos conocimos con el rostro de Sean Connery por primera vez, el look nórdico que funcionó como arma intimidatoria en "Millenium...", le convierte en un perfil extraño para asumir uno de los papeles más codiciados por los jóvenes intérpretes británicos, que se aventuran a arrebatar todas las franquicias a sus congéneres estadounidenses, que se frotan las manos mientras observan como recogen multitud de premios. Sam Mendes hizo un trabajo artístico y técnico delicioso con "Skyfall", y como una preventiva y eficaz solución ha asumido su segunda colaboración con James Bond de manera completamente diferente.


"SPECTRE" (Sam Mendes, 2015) pretende, no lo logra por completo, emular el tono clásico de las primeras películas, comenzando por el título, que recupera la mítica "SPECTRA: Ejecutivo Especial para Contraespionaje, Terrorismo, Venganza y Extorsión", porque somos capaces de cambiar la última letra aunque las siglas continúen sin tener ninguna conexión con ella. Con todo ello el film toma una fotografía más oscura, demostrando que el agente idolatrado en todo el mundo posee también sus sombras. Como genial e irrepetible villano se alza Christoph Waltz como un versión mejorado del mítico director de la asociación terrorista, de donde apenas reconocemos a su indestructible gato persa. La película logra una unión perfecta entre argumento y una técnica mejorada de la acción, que su director comenzó a experimentar con su anterior trabajo. Sin embargo aún queda el halo indestructible de la última ventisca de 007, que inundó las salas de llamativas explosiones. La elegancia llama disimuladamente a la puerta, pero se ve desbancada cuando al pasar encontramos a 007 con un exagerado esmoquin blanco a punto de romperse si Léa Seydoux realiza algún movimiento extraño. El cambio entre "Quantum of Solace" (Marc Forster, 2008) y "Skyfall" (Sam Mendes, 2012) es bastante más ancha a los precipicios que su protagonista salta sin dificultad, sin embargo hace falta algo más que una primera secuencia espectacular para volver a la auténtica esencia de Bond, James Bond. (Como verán Monica Bellucci por poco no aparece ni en la crítica).

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