lunes, 9 de marzo de 2015

Sueños y visiones de Juan Diego

Entre la fiestas navideñas, y el enfado que me produjo no poder adquirir una buena entrada para el teatro, siento retrasarme en hablar sobre la fantástica adaptación de José Sanchis Sinisterra sobre la obra de William Shakespeare: "Sueños y visiones del rey Ricardo III" (con dirección y versión de Carlos Martín, 2014).  Sin embargo me parecía necesario recordarla, todo el montaje, desde la escenografía a la iluminación, se aleja de la complejidad de otros, permitiendo que Juan Diego, como protagonista, nos introduzca en la Inglaterra del siglo XV, con un personaje muy a propósito para el actor que consigue introducirse en las muchas imperfecciones de un rol tan malvado como es el de Ricardo III, hace suyos el habla y las deformidades del rey inglés, y lo encarna de una manera sensacional. La historia tiene morbo y sangre, lucha, enfermedad, enredo e incesto, que interpretados por una serie de actores impresionantes resulta de lo más espectacular. Fue un placer ver aquellas interpretaciones, con cómicos de un drama con las puntillas de comedia sin las que el teatro no funcionase, entre ellos Terele Pávez, Asunción Balaguer, Ana Torrent o José Hervás. Como reza el dicho, más vale tarde que nunca, debo agradecer a todo el equipo capaz de levantar una obra de tal magnitud en los tiempos que corren, demostrando que aún hoy se puede hacer buen teatro.


El pasado mes de diciembre el Teatro Español recibió esta magnífica puesta en escena que, como muchas a las que nos tiene acostumbrados, contaba con un inmenso reparto para una inmensa historia, que no podía nacer de otro lugar distinto al de la cabeza de William Shakespeare, o Christopher Marlow, que al fin y al cabo se están convirtiendo en uno mismo con las leyendas urbanas. Elogiado ya el aspecto interior de la obra, en el exterior vemos pocos cambios de escenario y un ambiente oscuro, las tinieblas que acompañan al insatisfecho rey, en ambos aspectos todo se complica, el rey acaba teniendo demasiadas mujeres de las que el espectador debe recordar su procedencia y relación con el "monstruo", y la luz termina siendo tan oscura que si uno tiene un mal asiento puede incluso resultarle complicado visualizar la escena. Aunque si esta obra es recordada es por la mítica frase de "mi reino por una caballo" a la que el director, Carlos Martín, supo dar un inmenso reconocimiento en el clímax total de la función: Juan Diego como Ricardo III en mitad de las tablas, derrotado, pidiendo, rogando, y lamentándose: "Mi reino por un caballo".

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