domingo, 23 de noviembre de 2014

La Duquesa Folclórica

Doña Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba de Tormes, XI duquesa de Berwick, Grande de España, fue mucho más que la aristócrata más poderosa del mundo, fue también la mujer que amó a Sevilla y que bailando sevillanas se ganó el afecto de las Casas Reales más importantes de Europa, demostrándonos que podía vestir de mercadillo y pasear por las playas de Ibiza, a la vez que presentarse con un impresionantes "by Balenciaga" en una cena de gala. En sus memorias, "Yo, Cayetana" (Espasa, 2011) nos desvelaba algunas de sus vivencias y, como también dijo en numerosas entrevistas, repetía eso de: "si volviera a nacer viviría mi vida tal y como lo he hecho". Una mujer fuerte y auténtica, capaz de intimar con la mujer del presidente de Estados Unidos haciéndola vivir en su palacio, e incluso incorporándola a su vida familiar. La pasión fue la que condujo desde el primer momento el rumbo de Doña Cayetana de Alba, vivir como uno quiere, casarse con los hombres a los que amó aunque ello implicara una polémica. Aunque en lo referente a esto último creo que solo hay que ver las imágenes que ha distribuido la prensa, en ellas podemos ver a un viudo triste, Alfonso Díez, destrozado ante la noticia, dejando una frase demoledora: "¡Qué va a ser de mí!".


Toda España vela por ella en la muerte de "la más Grande", todos éramos cómplices de su vida, disfrutando de cada vez que la veíamos en una revista o con su curiosa forma de hablar en los últimos años en la televisión. Hasta el último momento ejerció como digna jefa de la Casa de Alba, asistiendo a los actos precisos, y riendo con su marido en otros momentos que también lo precisaban. Alegra veíamos a la Duquesa cuando tomaba sus baños en las aguas del Cantábrico o el Mediterráneo, desayunando en París y comiendo en Roma. Una mujer que siempre mostró su inteligencia a la hora de "funcionar" como una relaciones públicas de  alto standing, lo más alto que se podía llegar en esa jerarquía marcada a la antigua que es la aristocracia. Siempre provista de su humor fresco y divertido, aunque sin comprender la expectación que ella misma acarreaba, se acercaba a las cámaras y nos dejaba extasiados con frases como: "Siempre estoy dispuesta a vivir la vida lo mejor posible", algo que siempre defendió hasta su mismo fallecimiento y que perdurará por siempre, pues la frase que escogió para ser recordada, allá dónde fuese enterrada, fue: "Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió".


En varias ocasiones bromeaba sobre las decenas de nombres que sus padres habían escogido para ella, aclarando siempre que el de "Cayetana" es el que ella eligió para presentarse al mundo. Como persona fue irrepetible, único e insustituible, nunca habrá otra como ella. Como comentaba en el artículo anterior sobre ella, Recuerdo a nuestra Duquesa, podría haber existido como un personaje de un universo de ficción, cuyos creadores fuesen Rafael Azcona, Luis García Berlanga, y puede que con un toque de esa realidad trastocada que nos mostraba José Luis Cuerda en sus primeros filmes. Berlanga y Azcona pudieron meter a un marqués en una reunión presenciada por altos cargos políticos, y lo hicieron sobre un taca-taca. Cuerda nos mostró los problemas de Dios en un cielo muy particular, en los que los pecados terrestres permanecían, y Doña Cayetana, presentada como Duquesa de Alba era capaz de mostrar como se baila una buena sevillana al mismísimo Papa de la Iglesia Católica, y repetirlo con ochenta y cinco años en su tercera boda. En ocasiones la realidad supera la ficción. Ella siempre se ha declarado amante del cine, y aún recuerdo el contraste que causaba la fotografía en la que ella pasaba con Tom Cruise y Cameron Diaz, cuando ellos rodaban en su amada Sevilla.


La Duquesa Folclórica es aquella mujer que habiendo nacido en el palacio de Liria en Madrid como
hija de una de las personas más importantes de la sociedad, que viviendo parte de su infancia vive en el Londres de los años 30' con su padre como embajador (nombrado por Franco, tal vez para alejar aún más a los monárquicos de su "nueva España") y escuchando tras los visillos, donde juzgaba a escondidas, las voces de altos miembros de la sociedad inglesa como Winston Churchill. Claro que todo este recorrido ha de caminarlo ella de la mano de su padre, pues su madre fallece cuando ella apenas hace uso de razón. Esto podría haberla convertido en una "mujer sargento", una esclava de los hombres que la rodeaban, siempre atendiendo a las órdenes de su padre, pero ella supo manejar la situación como muy pocas mujeres de aquella habrían sido capaces (por la ideología machista que tras tantos años en vigor estaba comenzando a decaer, aunque lentamente). La Duquesa supo enamorarse del hombre que se le dijo, y contrajo matrimonio con Luis Martínez de Irujo, dando a luz, "como buena esposa", a seis preciosos retoños. Le lloró de corazón en su duelo, y como mujer y humana volvió a enamorarse en dos ocasiones más, convirtiéndose en la mujer que fue, en la mujer que vivió como quiso, algo que agradeció.


La Duquesa (que ha conseguido ser reconocida en todo el mundo, sin necesidad de nombrar su nombre o la procedencia del ducado) no deja solamente a su familia, nos ha dejado a todos. Resultaba curioso ver como personajes clave como su tocaya, Cayetana Guillén Cuervo, o la escritora Natalia Figueroa, recordaban su nombre y su persona en distintas columnas. Muchos se han sumado al masivo homenaje, ya sea en prensa escrita, redes sociales, o televisión. María Teresa Campos dedicó parte de su programa a la aristócrata, y por primera vez me he creído algo que ha dicho el presidente, Mariano Rajoy, sus condolencias por el fallecimiento de la Duquesa de Alba. Ella amó, vivió y supo convertirse en la persona que todos admirábamos, la mujer que a pesar de todos sus privilegios prefería estar en la calle que en sus palacios, con al gente que la quería y admiraba, siempre entregada. Solo algún envidioso sería capaz de reprocharle algo a la Gran Duquesa, pues nos ha regalado muchas sonrisas a veces sin comprender del todo el porqué nos las causaba. Eso es ser una Duquesa Folclórica, una mujer libre, que hizo lo que hizo porque quería hacerlo, y sin arrepentirse de ello, pues eso le había llevado hasta el momento presente. No me cansaría de escribir palabras sobre ella, pues siento una gran admiración por su persona, y me encantaría que estuviese siempre en el recuerdo, pues desde su nacimiento ha conseguido mantenerse en boca de todos, y ahora no puede ser menos. Por siempre, a la Duquesa, que espero ahora pueda esquiar por otras laderas...

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