domingo, 30 de julio de 2017

Si ha entrado, tiene que salir

O al menos esa es la frase que suelta la abuela blanca media cuando estás angustiado con la cabeza enganchada entre dos barrotes. "Déjame salir" (Jordan Peele, 2017) ha sido un éxito sin precedentes en la taquilla mundial y especialmente en la norteamericana, un film escrito y dirigido por un humorista negro que analiza la sociedad moderna desmenuzándola en un angustioso y retorcido desenlace. Ni en el peor sueño de Luther King habríamos soñado con una crítica mejor, un thriller que no deja respirar, una auténtica máquina comercial portadora de un mensaje esencial que todavía no ha calado en la moral estadounidense. Peele sacrifica un terrible pasado que está en la memoria de todos —no hace falta dedicar una carrera cinematográfica a ello, Spike Lee— para dejarnos una moralina todavía más cruda y visceral, ahora el grueso del Ku Klux Klan no viste como los nazarenos de nuestra Semana Santa, ahora vota a Obama. El desarrollo del entramado del film es algo explicativo, esos vídeos del abuelo, las operaciones, comentarios sanitarios, pero lo cierto es que puede llegar a ser tan fantasioso que se necesita esa repetición aclarativa para entenderlo por completo. No olvidemos que todos esos programas de Discovery Channel, tan americanos, repiten varias veces "lo que va a ocurrir a continuación", antes y después de la publicidad. Una vez entras en la historia tiene un desarrollo corriente, es decir, no es difícil imaginarse lo que va a ocurrir, quién va a ser el malo o de qué forma va a morir la próxima víctima. Sin embargo, el imaginario del film es tan original que no deja de impresionar en ningún momento.

Daniel Kaluuya, un blanco perfecto

Jordan Peele
Se ha hablado en varios medios de "Déjame salir" como una película de género. Es cierto que comparte muchos guiños y técnicas heredadas del terror, movimientos de cámara, recursos de imagen y sonido, e incluso apartados del guión como el rapto inicial. No obstante, el film va mucho más allá, no da miedo, acojona que es peor. Apenas hay sustos, pero esa risa mantenida de la chica de servicio —¿Se dice así? Como es negra no sabía si está bien decir "criada" o "sirvienta"— se impregna en nuestra retina auditiva. Cuando hablamos de películas de terror mi mente navega mas hacia "Expediente Warren" (James Wan, 2013) o "No respires" (Fede Álvarez, 2016), buenas películas que no van más allá de sí mismas, buenos sustos, grandes personajes y mentes retorcidas. Pero "Déjame salir" es mucho más que eso, se acerca más a la crudeza de Polanski y al sigilo de Hitchcock, con la genial aportación que es la "coña" de Jordan Peele (un humor algo negro e irónico que ya vivimos en "La visita" de M. Night Shyamalan, con la que comparte productores). La cinta es tan innovadora y libre que importunan ciertas vueltas al cliché como el episodio de infancia del protagonista o el seguimiento de la regla esencial de Hollywood: "si ha entrado, tiene que salir". Es cierto que sin ello probablemente no hubiese llegado a dónde lo ha hecho. Resulta también un reto el perfil de cada blanco que describe el propio film, por cómo se mueven sabemos que está ocurriendo algo extraño y nos mata el agobio de no saber qué ocurre. Es el mismo sentimiento que nos viene con la vecindad de "La semilla del diablo" (Roman Polanski, 1968) o con los habitantes del pueblo de "Regresión" (Alejandro Amenábar, 2015), lo que ya es mucho para una ópera prima.

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