domingo, 5 de febrero de 2017

Un Goya viene a vernos

Ayer se celebró la trigésimo primera edición de los Premios Goya de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, presentada por tercer año consecutivo por Dani Rovira. Las estrellas aprietan como pueden sus egos en el auditorio del Hotel Marriot de Madrid, vestidos imposibles, peinados que parecen diseñados por Koons, escotes de escándalo ("que enseñen ahora que pueden" dice alguna de las veteranas) y comienza la velada bajo la imponente obertura de Antón García Abril que bien podría pertenecer a una banda sonora de John Williams, interpretada en directísimo por la Film Symphony Orchestra. Ya empezaban los nombres en inglés, ayer fue la noche de las lenguas, desde el discurso de Yvonne Blake, genialmente trabajado entre la reivindicación, el apoyo y el optimismo bajo la simpatía que desprende la presidenta, hasta las felicitaciones que recibió Ken Loach por parte de un Rovira muy malagueño. Por otro lado ha sido un año especialmente elegante, al menos sobre la alfombra roja, Ana Belén de Del Pozo, pletórica y radiante Goya de Honor que cerró su discurso deseando "salud y trabajo para esta profesión que no merece tanto desprecio de sus gobernantes" después de reivindicar la figura de la mujer en la industria, "sigo sin entender por qué hay tan pocas", fue junto con Marisa Paredes de Escada la muestra de que en la experiencia renace la elegancia. Por su parte la juventud pasó sencilla y discreta por el tapete de las vanidades, los figurines de Amaia Salamanca e Ingrid García Jonsson parecían directamente sacados de las acuarelas de sus respectivos diseñadores, comenzaron a llegar las reivindicaciones desde la alfombra como el chal de Cuca Escribano que rezaba por  "más personajes femeninos". Para mí hubo una clara ganadora en cuanto a vestuario, bajaba por la cutre moqueta del auditorio cuando la vi, sonriente, suprema, casi mística, así me sorprendió Bárbara Lennie con un Gucci que solo ella puede llevar.

Ana Belén, Goya de Honor

La gala comenzó ligera, rápida y eficaz incluso en la manera de echar a los ganadores que se extendían en sus discursos (a golpe de batuta, ¿o varita mágica de Severus Snape?), sin embargo pronto empezó el tiempo a echarse encima y los bostezos comenzaron a sucederse. Solo yo y una entusiasta Clara Lago parecíamos mantener la misma energía e ilusión que al principio, recordemos que Lago es pareja del presentador y yo un emocionado. El guión de la gala, firmado por J.J. Vaquero, Iñaki Urrutia, Sonia Gómez y el propio Rovira, estuvo algo flojo y desigual con momentos de éxtasis como el espartano discurso inicial, aunque todo vale la pena cuando el presentador es capaz de improvisar golpes como el que le soltó a Agustín Almodóvar al verle de perfil: "Me encantó la de Psicosis". De un humor algo desacertado fue la introducción del In Memorian, no por irrespetuoso, ya saben que soy un firme defensor del humor negro, sino por cierta diacronía con un corte demasiado brusco a nota de violonchelo. Con respecto al famoso #BoicotALosGoya huelga decir que la gala contó con más de tres millones y medio de espectadores, casi a millón por hora, tal vez por ello siga haciéndose algo pesada. Para completar el contenido de la gala parece que surtió efecto el artículo de Tentaciones, "Falso glamour en los Goya", en el que se criticaba la situación laboral de los actores ("solo el 8% puede vivir de su trabajo"), una triste realidad necesaria de altavoz que se hizo demasiado recurrente durante la noche. La situación del cine en nuestro gobierno, el papel de la mujer en la industria (ese Rovira sobre tacones cercanos), etcétera, nunca es tarde si la dicha es buena, el problema es que todo ello no parece pasar de cuatro discursos de apoyo durante una entrega de premios, que la hacen repetitiva y no toman ninguna medida.

A Pedro y a Pé nunca les falta el agua

Mariano Barroso e Yvonne Blake
Con la fantástica cosecha que hemos tenido en este año de cine español es una pena que todos los premios técnicos hayan sido tan evidentes, en total "Un monstruo viene a verme" (J. A. Bayona, 2016) se hizo con nueve cabezones incluyendo el de Mejor Director, maestro de una técnica y un dominio de la cámara que contrasta con el premio a Mejor Director Novel, Raúl Arévalo, grandísimo director de actores, de arte y de celuloide. "Tarde para la ira" (Arévalo, 2016) fue la segunda gran triunfadora de la noche con cuatro premios, en el que destaca el Goya al Mejor Actor de Reparto para Manolo Solo, un personaje de apenas diez minutos que se lleva la película de calle, la guinda de este pastel sangriento que ha revolucionado el panorama de nuestro cine y que le arrebató ayer el Goya a la Mejor Película a Bayona, para mayor satisfacción de Beatriz Bodegas, quien asumió el mayor riesgo de su vida por esta película, por el futuro de nuestro cine. También habría que destacar la cara de circunstancia que mantuvo Ken Loach cuando vio que "Elle" (Paul Verhoeven, 2016) le arrebataba otro premio, se ve que nos gusta eso de traer grandes nombres para dejarles con las ganas. Algo parecido hubiera ocurrido si Sigourney Weaver no hubiese tenido compromisos laborales, pues Emma Suárez se alzó con el Goya a la Mejor Actriz de Reparto por "La próxima piel" (Isaki Lacuesta e Isa Campo, 2016) para minutos después volver al escenario a por el de Mejor Actriz por "Julieta" (Pedro Almodóvar, 2016), una hazaña que no se repetía desde Verónica Forqué en 1987. Emma estaba también por duplicado en mi quiniela y, aunque parecía realmente difícil, verdaderamente lo merecía, con su voz dulce y llena de emoción agradeció a Almodóvar por ser "tan difícil" y por regalarle un papel "que sufre tanto y que me ha dado tanta felicidad". Emma Suárez ha regresado a lo más alto con la frescura que nos dejó en aquella insuperable comedia de Lope de Vega, "El perro del hortelano" (Pilar Miró, 1996), y parece que lo ha hecho para quedarse.


La única sorpresa que nos sobrevino el resto de la noche fue ese Goya al Mejor Guión Adaptado a Alberto Rodríguez y Rafael Cobos por "El hombre de las mil caras" (Alberto Rodríguez, 2016), pues por el rumbo que había tomado el film de Bayona parecía dispuesto a arrasar. Por otra parte Eduard Fernández se quedó sin el Goya por interpretar de forma soberbia y descarada a Paesa, frente al Roberto Álamo de "Que Dios nos perdone" (Rodrigo Sorogoyen, 2016), un papel visceral y físico que en mi opinión se veía superado por el resto de nominados. Tampoco hubo sobresaltos en las categorías de Mejor Película Iberoamericana y Mejor Película de Animación, "El ciudadano ilustre" (Mariano Cohn y Gastón Duprat, 2016) siguió manteniendo la supremacía argentina en la primera y "Psiconautas, los niños olvidados" (Pedro Rivero y Alberto Vázquez, 2015) solo tuvo que seguir la estela de premios. El momento sensiblero que encanta a la gente y arranca los desaforados aplausos del público llegó con el Premio a la Mejor Canción Original, cuando Silvia Pérez Cruz agradeció su premio cantando a los refugiados, con gallo y todo hubo a quien se le saltaron las lágrimas. Las revelaciones de este año tampoco nos revelaron nada, estaban cantados los premios de Carlos Santos y Anna Castillo, dos interpretaciones excepcionales y pulcras que sostienen ambas películas. Me despido así un año más de esta fantástica gala del cine español, esta noche única que en la que los sueños se hacen realidad entre chistes, reivindicaciones y un escenario algo abarrotado (por eso de que estuvo la orquesta ocupándolo durante toda la gala). Se cierran los premios, se abren las bocas y comienza el cóctel por el navegan Goyas de aquí para allá y todo el mundo es feliz en la Gran Fiesta del Cine Español. ¡Viva el cine! #Goyas2017

Los premiados en la 31ª edición de los Premios Goya

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