viernes, 23 de septiembre de 2016

Sing, Sing, Sing, Madame Streep

Hay que ser muy buena para hacerlo tan mal. Meryl Streep vuelve a apropiarse del metraje de su última película, "Florence Foster Jenkins" (Stephen Frears, 2016), un film biográfico sobre la gran dama de la sociedad neoyorquina que pasaría a la historia como "la peor cantante del mundo". La sobreactuación de Streep se acomoda perfectamente al marco que propone el director, una gloriosa Nueva York rociada por la magnífica ingenuidad de una dama que parece haberse quedado para siempre en su noche de bodas. Como todo biopic que se preste, el film cuenta con sus momentos de sentimentalismo donde Jenkins calla y el piano acentúa la lágrima, sin embargo la gran aportación de la cinta es una magnífico uso de la comedia. Se juega con el ridículo como el primer artífice de esas risa desde que vemos a Madame Jenkins descolgándose como una musa octogenaria, claro que ese factor es también el tema principal de la película, cuando un supera el primer show no puede más que compadecerse de esta anciana que siente la música como nadie. Muchos de los personajes siguen también este camino, desde la risa más estruendosa a la defensa más férrea de una mujer que era capaz de romper tímpanos por su amor a la música, el caso más relevante sería el de Agnes Stark (interpretada por Nina Arianda), quien es también la principal abanderada del otro factor cómico que anida en el film. La comedia más ingenua y absurda que aprovecha cualquier grieta para florecer, con el espléndido baile de Hugh Grant al ritmo de Benny Goodman como principal ejemplo. Grant resulta aquí un magnífico intérprete, su sola presencia nos hace comprender toda la situación que envuelve la vida de Florence Foster Jenkins, y para ello se sirve del enredo, el teatro shakesperiano y algunas gotas de innecesaria pintura color pastel.


Personalmente soy muy agradecido con los buenos biopics, claro que eso me crea un rechazo terrible hacia los puramente rutinarios, como "La teoría del todo" (James Marsh, 2014) o cómo hacer que nuestro nuevo actor británico favorito llegue a Hollywood. Aprecio mucho algunos recientes como "Pasolini" (Abel Ferrara, 2014) o incluso "The Queen" (2006) del propio Frears, con un toque de personalidad, algunas creadoras de un universo visual muy personal (su auténtica aportación al protagonista de su historia) o con formatos brillantes, como el documental que entra y sale según conviene. "Florence Foster Jenkins" no posee ese distintivo que la convierta en un gran biopic, pero cuenta con una gran historia (prácticamente desconocida u olvidada), contada con un estilo rudimentario que funciona y unas magníficas interpretaciones. Incluso ese dubitativo Simon Helberg llega a tener sus momentos de lucimiento, al fin y al cabo llegamos y nos vamos con él, oímos a Jenkins por primera vez con su piano y le aguardamos como agua de mayo el día del estreno. Es cierto que en muchas ocasiones la narración parece atropellada, mientras que en otros un instante se nos puede hacer eterno, esos recitales de Grant al más puro estilo de su Lord Byron en "Remando al viento" (Gonzalo Suárez, 1988), por suerte tenemos a Streep para hacerle callar cuando convenga. El uso de clichés en la narración resulta chirriante, claro que muchas veces es inevitable por donde se conduce la historia. La coincidencia del estreno del film, pocos meses después del de la cinta francesa "Madame Marguerite" (Xavier Giannoli, 2015) no deja de ser sospechoso, aquel al menos aportaba su toque de autor con una, no menos brillante, Catherine Frot que levantó el César a la Mejor Actriz por su papel. No sería extraño ver a Streep en las nominaciones a los Oscar, ya que sus cuerdas vocales desafinan a la perfección.

La auténtica Florence sereneando a sus colegas de la high socity. Tal vez la mujer que más ha amado la música. 

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