lunes, 26 de mayo de 2014

Sañudo recuerda a Berlanga

Comenzamos una semana más de muchas que le seguirán a continuación, y como invitado de estreno tenemos a Rafa Sañudo. No es cualquier persona, no, es Rafa Sañudo, ha querido compartir su experiencia personal con Luis Gª Berlanga. Sañudo es un ilustrador aunque ha hecho mil cosas a parte de ilustrar, con lo cual, les dejo el link de su página para que puedan investigarlo: http://www.raro.net/. Yo les adelanto un poco, por ejemplo que ha participado en los videoclips de algunos cantantes tan reconocidos como Pablo Alborán, Joaquín Sabina o Malú, y que ha participado en diferentes proyectos como en la revista "El Dodo"... ya que estamos les dejo también el link de la revista de humor on line: http://www.eldodo.com/. Rafa Sañudo está hoy aquí para hablarnos de como comenzó a adentrarse en el universo Berlanga, como miles de personas Sañudo tiene una experiencia propia con Luis, y es que todos hemos concebido lo berlanguiano de una manera diferente, me voy a callar, bueno callar, ya me entienden, voy a dejar de escribir para dar paso a Rafa, que por cierto, se me olvidaba decir que publicamos un artículo suyo cuando falleció el maestro, Antonio Mingote.

De Berlanga y mi padre:

El cine no sucede en vivo ni en directo, y así conocí yo a Luis García Berlanga: en diferido. No voy pues a hablar de su cine, que ya se ha escrito mucho y muy bien, sino de mi conocimiento del personaje al que no conocí.


Primero entablé relación con Berlanga a través de sus películas. Bueno, mejor dicho, a través de las narraciones que me hacía mi padre de sus películas, porque cuando yo era pequeño, ni había tele en casa, ni existían más canales que la uno y el VHF, ni eran sus películas a las que se llevase a los chicos. Yo escuchaba fascinado las historietas de El Verdugo”, y me imaginaba el garrote vil funcionando a pleno rendimiento en una película que yo me montaba en mi cabecita loca que por supuesto nada tenía que ver con la película de Berlanga. Después escuchaba la narración de escenas de La Escopeta Nacional”… Me conocía el elenco y la trama al dedillo ya mucho antes de verla. Los porteros automáticos de Saza no eran ningún secreto para mi. Y ya, un buen día, comencé a ver sus películas en la Filmoteca.

Mi segundo acceso al maestro fue a través del genial Luis
Escobar, uno de sus actores fetiche que encarnó de manera inolvidable al Marqués de Leguineche. También fue a través de mi padre que conocí a ese ser genial y bondadoso de quien casi nadie sabía que fue dueño y empresario del Teatro Eslava (después tristemente Joy), que Dalí le diseñaba las escenografías para su famoso Tenorio, que era íntimo de Cocteau, que fue el primero en montar Lorca en la España de Franco, que era el traductor oficial de Pinter, que ganó el Premio Nacional de Teatro por una de sus cuatro divertidísimas comedias: "El Amor es un Potro Desbocado”, casi tan genial, me atrevería a decir, como “La Venganza de Don Mendo” de Muñoz-Seca.

Mi padre conoció a Escobar de manera fortuita. Un buen día salió publicado en ABC que los rusos planeaban hacer un Quijote, y mi padre escribió una carta al director en la que se lamentaba de que semejante proyecto fuese a llevarse a cabo sin que Escobar fuese el protagonista. Unas semanas más tarde sonó el timbre de su casa, y ahí, en más hueso que carne (porque lo cierto es que estaba más flaco que el ingenioso hidalgo), estaba Don Luis, con su mayordomo José y su perro Moro. Había conseguido la dirección de mi padre por el remite en el sobre de la carta al periódico (en aquellos tiempos lejanos en los que todavía existía el correo) y se personó para darle las gracias por tan amable defensa de su yo virtual. Como eran vecinos, a partir de ese momento se saludaban cordialmente al cruzarse paseando sus respectivos perros.

Volviendo yo de Estados Unidos de la escuela de cine de USC, mi
padre me recomendó visitar a Escobar. Como este escrito es sobre Berlanga, abreviaré este eterno plano secuencia e intentaré ir directo al turrón. Resumiendo, que Don Luis me contrató para ser su secretario ese verano, trabajo que consistía en no desordenar su mesa de despacho, preparar los Bull-Shots y los Bloody Mary´s para la comida y por supuesto, leerle la tercera de ABC. Un empleo espléndido. No he vuelto a tener otro igual... 
Uno de esos plácidos días de verano, me contó como se rodó la escena en la que el viejo Marqués les corta los pelillos del chumino para su colección a Mónica Randall y otra actriz.

-       "Hijo, el plano era eteeeeerno… Ya sabes, Berlanga empeñado en
esos planos secuencias suyos tan largos y tan complicados. Los hacía por vaguería, para no tener que pensar en planos y contraplanos que le daban mucha pereza, pero al final trabajábamos el doble. En fin, que las chicas llevaban un peluquín en las partes, y se acercaban a la cama donde yo tenía que recortar un poquito, pero chico, nos reíamos tanto que aquello era imposible. Una toma, y otra y otra… y cada vez nos reíamos más, y Berlanga cada vez más serio. Y ya en la última, haciendo un esfuerzo descomunal, llegamos hasta el final, pero con los nervios… con los nervios… ¡le corté a Mónica el pelillo de verdad, no el del tupé!"

Y el viejo Luis se desgañitaba rememorando la escena.
Años más tarde, ya en La Razón, donde fui director de arte, y después humorista, entablé una gran amistad con su hijo Jorge Berlanga, a la par que con David Gistau y Tomás Cuesta. Hoy por desgracia, ya sólo soy amigo de David y de Tomás, porque el maravilloso Jr. nos dejó precipitadamente hace un par de años. Todavía le añoro, tan dandy y tan sensible.
Ese es pues mi conocimiento del maestro Berlanga. A través de segundos y terceros, de refilón, de casualidad y de rebote.



Rafa Sañudo
Mayo 2014


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