jueves, 8 de diciembre de 2016

La llegada de Villeneuve a la Sci-Fi

Hubo un tiempo en que la ciencia ficción, término que no sería acuñado hasta la década de 1920, fue el género del futuro, relatos de lo inesperado que sorprendían con una brillante y verosímil narración, normalmente gracias a extranjerismos y teorías basadas en presuntos datos científicos que todos dábamos por ciertos con tal de mantener cierta esperanza sobre la historia. La Sci-Fi (abreviatura del inglés que empleo para no repetir "ciencia ficción") tiene un origen netamente francés, fruto del imaginario liberal revolucionario que caracteriza al pueblo gano. Precisamente se considera a Daniel Jost de Villeneuve uno de los precursores de este género con la publicación en 1761, aún bajo el absolutismo monárquico borbón, de "Le voyageur philosophe dans un pais inconnu aux habitants de la Terre". Después llegarían Mercier, Verne y finalmente el paso de la literatura al cine con Méliès, uno de los más implicados en dotar a sus fantasías utópicas de un carácter académico científico. Hoy es otro Villeneuve, Denis Villeneuve, natural del Canadá francés quien nos devuelve con su quimérica visión a la verdadera Sci-Fi, aquella donde los avances científicos, las naves especiales y los extraterrestres son un mal necesario para reflexionar sobre la condición humana. "La llegada" (Denis Villeneuve, 2016) rescata una ciencia ficción que poco tiene que ver con las grandes sagas de guerras intergalácticas, o incluso con el "Blade Runner" (Ridley Scott, 1982) que el propio director devolverá a la vida el año próximo con "Blade Runner 2049". Está más ligada a ese "Viaje a la Luna" (Georges Méliès, 1902), donde los pizpiretos científicos trataban de comunicarse con los lunáticos, y por supuesto se ve en línea directa con "Encuentros en la tercera fase" (Steven Spielberg, 1977) y su mítico François Truffaut comunicándose a través de aquellos sonidos inolvidables.


"La llegada" es por tanto una mirada esperanzadora hacia el ser humano, una especie de pretexto que nos justifica y nos salva con una nueva oportunidad, quizás en ello esté el matiz más inverosímil de la película. Todo el desarrollo del conocimiento humano y la comprensión de la lengua es lo que la distancia de aquel cine de Spielberg, dotado de una bondad innegable que aquí se pierde en la estricta formalidad que embriaga todo el guión. Una responsabilidad argumental requisito para mantener el pretendido rigor que puede llegar a levantarnos cierta sonrisa cuando huye levemente del protocolo, mientras esta fachada de suma elegancia cinematográfica no es más que una excusa para filosofar sobre un futuro que tiene el tiempo contado. Es en este momento donde conecta con cierta aura trascendental de "2001: Una odisea del espacio" (Stanley Kubrick, 1968), con quien incluso tiene algún que otro guiño visual, como esa nave que guarda ya cierta apariencia física con el monolito de Kubrick y a la que se le sacan planos muy favorecedores al recuerdo del cinéfilo. Villeneuve ha mostrado aquí no solo su gran capacidad como narrador de historias, sino también su gran inteligencia como humano prudente a la hora de descargar toda la pretenciosidad que termina por destrozar el mito de "2001...". Otra astuta propuesta del director canadiense ha sido la de situar a Amy Adams como protagonista absoluta, una fémina capaz de convencer al mismísimo General Shang, dejando atónitos a Jeremy Renner y Forest Whitaker y a un público que se entrega desde el primer momento. La narración que propone Eric Heisserer en el guión es el punto más atractivo del film, sobre todo por el innovador uso del  flashforward que los freaks reciben con entusiasmo junto a los heptápodos. Quede remarcar que la enorme alabanza hacia el film no es más que el fruto de la falta de un buen producto en el mercado habitual y probablemente se vea incrementada por la espera del siguiente film de Villeneuve. "La llegada" es una magnífica película pero no parece verse destinada a la trascendencia.

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