sábado, 27 de agosto de 2016

Café Woody, two lumps of sugar

Woody Allen acude puntual a su cita anual. Su serie para Amazon, "Crisis in six scenes" (2016), parece estar ultimando su exhibición con él mismo como protagonista junto a Miley Cyrus, mientras el director neoyorquino ya ha comenzado la pre-producción de su siguiente film, con Kate Winslet al frente, la actriz que rechazó el papel de Scarlett Johansson en "Match Point" (Woody Allen, 2005). Parece pues que llega algo tarde a su encuentro con los espectadores que siempre debemos de contentarnos con su penúltima película, una hazaña que sus más fervientes admiradores agradecemos con devoción. El film que nos ocupa hoy es, por lo tanto, "Café Society" (Woody Allen, 2016), una comedia que nos devuelve a un Woody Allen desbordante, capaz de atreverse con el digital en la que es su película más clásica, una transición cómoda y económica que ha realizado con la ayuda del gran director de fotografía, Vittorio Storaro. El propio Woody se permite algún chiste técnico al respecto, como cuando se funde oportunamente la luz del apartamento para dejar a la pareja a la luz de las velas, recogida con suma elegancia por la cámara digital. Hasta en ese delicioso detalle podemos comprobar que estamos ante un film romántico, no es empalagoso sino dulce, el dulzor que aportan los dos terrones de azúcar en el café y que nos hace comprender que "la vida es una comedia, escrita por un cómico sádico", mientras saboreamos la nueva delicia cinematográfica que nos ofrece el implacable Woody Allen. Es cierto que algunos planos exceden de composición fotográfica llegando a parecer postales de época, es precisamente lo que busca el astuto cómico judío, una estética muy marcada que separa el romanticismo de la comedia más salvaje que hemos visto en el cine de Woody. El paso de la inmadurez del Hollywood amado a las "ventilaciones craneales" de los bajos fondos de Nueva York, siempre rociado por el amable dulce que unifica el film.


Todo el mundo necesita tomarse un "Café Society", no en su vida sino una vez al mes. Un Woody Allen romántico siempre es un Woody Allen divertido, por ello su nuevo film nos transportar a los años cuarenta (aunque los medios se empeñen en clarar que son los de "Días de Radio" (Woody Allen, 1987), a los night clubs con hermosas cantantes y dinosaurios disecados que bailan con jóvenes starlettes, a la jungla judía de Hollywood y la mafia de Nueva York, un decorado de fondo que se equipara a la historia principal de esta joven pareja, enferma de un amor jovial y desinhibido, donde el Woody Allen adulto aparta una gran dosis de racionalidad que triunfa frente a un escenario vacío. Para ello el director adopta un reparto exquisito, la química entre Kristen Stewart y Jesse Eisenberg ya era conocida antes del film, donde hacen gala de sus mejores coqueteos y sonrisas apoyados por los magníficos diálogos que acostumbra Woody. Tal vez el único director que vive la auténtica screwball comedy de diálogos que dan pie a situaciones, y no al contrario, tal vez por ello se permita un pequeño guiño al genial Howard Hawks que en su aparición estelar suelta un sonoro "seguro que no me conoces, soy guionista". Por otra parte volvemos al habitual semitismo filosófico, con expresiones hebreas incluidas, y el rescate del tío millonario que "no es un auténtico judío" (como en "El sueño de Casandra", Woody Allen, 2007), esta vez interpretado por un Steve Carell en estado de gracia que continúa con el ritmo frenético de "La gran apuesta" (Adam McKay, 2015), y que logra que Stewart se convierte en la auténtica mimesis del Woody Allen actor, con aspavientos y trabas incluidos. Un trío protagonista que está a la altura del enorme reparto de secundarios como la familia judía, brillante en cada una de sus ramas que completan el imaginario completo del director neoyorquino. Todos dispuestos a sacarnos una sonrisa, siendo la vena mafiosa de Corey Stoll la que se lleve las carcajadas del público.


La experiencia hollywoodiense y el retorno a la estimada Nueva York del protagonista muestra los tintes autobiográficos del film, el Woody Allen fascinado con Billy Wilder, Joan Crawford y Ginger Rogers y el Woody Allen decepcionado con la industria que corre de vuelta a su indispensable Manhattan (como ya satirizó en "Un final made in Hollywood", 2002), con el jazz que suena de fondo en su filmografía, como el late night con el que el protagonista encandila a su esposa, una mujer clásica que interpreta con discreta seducción Blake Lively. A lo largo de la carrera del cineasta hemos podido comprobar, sobre todo en los últimos años, su necesidad de incorporar un narrador a una historia que se escapa entre sus dedos, su forma de hacerlo ha sido criticada por activa y por pasiva con absurdos comentarios de la crítica de élite, enfrentándose a todos ellos esta vez es el propio Woody quien pone su voz para describir, detallar e introducir al espectador en esta hermosa película. Probablemente tenga que volver a verla para ser más objetivo, ya que la fuerza que desprendía el film por sí solo era tal que te cautivaba hasta los reconocibles créditos white over black. "Café Society" es un film hecho desde la plena madurez de Woody Allen, con la mentalidad de la joven promesa judía que marchó a California, al más puro estilo "Annie Hall" (Allen, 1977). Mi personaje favorito es sin embargo una extravagante y deslumbrante Parker Posey, como reina de la society neoyorquina que a su vez cumple con el papel de confesor y consejero del protagonista, el Corifeo de Creonte, si buscamos un referente en la amada tragedia griega de Woody. Vayan al cine y disfruten de la película en pleno, rían y añoren y al día siguiente póngale two lumps of sugar a su café.

Steve Carell y Kristen Stewart, incómodos, frenéticos, brillantes.

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