lunes, 17 de agosto de 2015

Las fiestas del pueblo

Verano, fiestas, barracas, atracciones sin seguro, y tómbolas timadoras, ¿cuántas veces nos hemos enfrentado a este panorama con no más de cinco euros en el bolsillo y dispuestos a aprovecharlos al máximo? Las fiestas son todo un acontecimiento, en verano desde las más grandes ciudades de España hasta el más recóndito pueblo celebra su Virgen por todo lo alto, los que tienen más suertes visten a sus viudas de madrinas y convocan una corrida de toros, otros disfrutan de ellas durante todas las fiestas, ya que quién no lo hace dentro de la plaza con las verónicas de El Juli, lo hace en la puerta grande con pancartas y pitos. En "Jour de fête" (Jacques Tati, 1949) es la exportación internacional de este desastre compartido que suelen resultar las fiestas, algo parecido a lo que pretender formar los vecinos de Villar del Río en "¡Bienvenido, Míster Marshall!" (Luis García Berlanga, 1953), y si indagamos más allá descubriremos que tampoco hemos cambiado mucho nuestras "bárbaras tradiciones", desde que Ernest Hemingway las retratase en "The Sun Also Rises" ("Fiesta") publicada en 1926, seguimos siendo muy españoles y a mucha honra, a ver si se nos quita ya el miedo de lucir nuestra bandera. 


Los españoles somos los primeros que reivindicamos nuestras fiestas que van desde tirarnos vino o tomates hasta lanzar una cabra desde lo alto de un campanario, como bien nos presentaba Concha Velasco en "París-Tombuctú" (Luis García Berlanga, 1999), un tanto salvajes pero sin duda repletos de un elevadísimo interés cultural internacional, encontramos nuestro punto medio en el toreo, donde encontramos una cierta elegancia visual que lleva su aspecto salvaje a ser comprendido como una indispensable tradición que corre de la mano del flamenco y la tortilla de patata. Para todos aquellos disidentes de las corridas se han hecho películas como "Manolete" (Menno Meyjes, 2008) o "Aprendiendo a morir" (Pedro Lazaga, 1962), donde sufre más el espectador que el toro. Luis García Berlanga vuelve a demostrarnos su enorme visión de nuestra amada España años antes de los acontecimientos, la única obra que el director insistió en filmar desde los años 40' fue "La Vaquilla" (1985), presentada a la censura años antes como "La fiesta nacional", una perfecta visión de nuestra tradición torera, la fanfarria, y las procesiones situada durante los años 30' en plena Guerra Civil, toda una hazaña que sólo podemos atribuir a Berlanga. Verano, alegría, síndrome pre-laboral, es un buen momento para volver a recordar la aclamada obra del director valenciano, sin duda sus dos films más veraniegos son "Novio a la vista" (1954) y "Calabuch" (1956) disfruten de un buen chapuzón de cine clásico español. 

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