lunes, 30 de abril de 2018

La isla de Anderson

Wes Anderson se ha convertido en sí mismo durante las últimos dos décadas, cada film es un ejemplo de ello. Sus películas tienen un look hipster, muy marcado, refinado —sólo él puede convertir un vertedero en una hermosa historia de marionetas japonesas— y pulcro, cada fotograma de Anderson replantea nuestro concepto del arte naíf. Estas características lo tienen vendido por completo, de otros cineastas pueden decir "esto es de Bergman, seguro" y que en realidad sea uno de esos intentos de Woody Allen o Bille August, pero Wes Anderson con sus planos a noventa grados y sus diseños como forillo de escena siempre será él. Si te gusta su cine te gusta todo, excepto "Life Aquatic" (Wes Anderson, 2004), que se ve gracias al delicioso reparto que Anderson consigue para todos sus proyectos. "Isla de perros" (Wes Anderson, 2018) le confirma como uno de los grandes de la animación contemporánea, un homenaje a Miyazaki y Kurosawa que por fin podrán ver nuestras infantas, pero que en realidad resulta uno de los mayores auto-homenajes que hemos visto en el cine. Es demasiado Wes Anderson, incluso para él, algo perdido en la cultural oriental, hasta ha cogido a Yoko Ono para un pequeño papel, es una película de animación en la que estamos deseando que los actores originales se quiten su máscara perruna, desde Bill Murray a Anjelica Huston. ¡Qué divertido hubiese sido ver a Tilda Swinton como el alocado Oráculo! El humor es demasiado fino y falta la emoción de la animación, que sí estaba en la que es para mi su obra más redonda: "Fantástico Mr. Fox" (Wes Anderson, 2009). Así como todo el cine del director reza por ser una hermosa adaptación animada, "Isla de perros" parece necesitar la realidad para la que es su fábula más elaborada. Esto no quita que sea una de las grandes cintas del año, es simplemente un deseo personal que nace de mi necesidad de ver a Bryan Cranston tras ese malhumorado perro callejero.


Wes Anderson junto a sus personajes
Todo film de Wes Anderson es una joya, cuidada hasta el detalle, y debe ser vendida como Pandora en la Teletienda. "Isla de perros" nos sumerge en un mundo que resalta lo bello de lo más sucio, Isla Basura, alguno diría que no se lo ponga tan fácil a los críticos, pero su inevitable tallo humano le permite alimentar el film con deliciosas referencias que burlan a la animación clásica. ¿Japoneses que hablan inglés? Si así lo oyes en "Isla de perros" es porque cuentan con una intérprete en las escenas necesarias, ideas delirantes cuya ironía se hace más evidente en este mundo animado. Otra de las divertidas propuestas de Anderson es la estructuración de la historia, lejos de optar por la narración cronológica nos ofrece el flashback que necesitamos en el momento precioso, y además advierte con un gran letrero: Flashback. Hablar de Wes Anderson es hablar de estética, pero en este caso es hablar de arte y todo el trabajo que ello implica parece haber despistado la mordacidad que suele acompañar su estilo, como ya ocurrió en "Life Aquatic", Wes Anderson —como Renée Zellweger o Meg Ryan— ha sido víctima de su estética. "Fantástico Mr. Fox" tenía alma propia, los personajes te seducían con su particularidades y extravagancias, jugaban con la propia vena salvaje que de pronto abandonaba la narración protocolaria, una divertida sagacidad que hubiese entusiasmado al propio Roald Dahl. Aquí el homenajeado es otro, al comienzo hay rastros de ese humor delirante como la reflexión antes de pelear por una bolsa de basura de la que no se conoce el contenido, pero pronto se abandona por el relato. Pero nunca llega al surrealismo de los sueños de Miyazaki, pese haberse trasladado a Japón para contar la historia. Si te gusta Wes Anderson te fascinará "Isla de perros", pero tendrás tiempo para echar de menos los rostros de las voces.

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