lunes, 21 de noviembre de 2016

Sagas fantásticas y cómo crearlas

Una vez más el respetable público tiene motivos para verse invadido por el agobio, la opresión por verse superado por una nueva saga cinematográfica que apuesta con una valiente estética y un cuidado universo que capta con facilidad nuevos afiliados. No hay nada que me cause más terror y envidia que saber que tras mi fenecimiento aún andarán en las salas magos y duendes riéndose con sorna desde su inmortal poyo. ¡A cuántas generaciones (y actores) se ha llevado ya por delante el Agente 007! Ante esto no nos queda más que resignación y afrontar con la admiración que merece esta nueva saga fantástica que surge de la mágica pluma de J.K. Rowling, cada vez más dueña del universo cinematográfico que nació a partir de sus populares libros. Resulta delicioso ver como "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" (David Yates, 2016) disfruta de un guión invadido por el acento british de su autora que no se resigna a elevar la bandera de la Union Jack sobre otra, sino a levantar un pasado brillante sobre los oscuros acontecimientos de nuestra historia, y con una astuta mirada hacia la egoísta visión de la raza humana. En todo ello se disfruta con la antológica visión de David Yates sobre un universo que ya ha asumido como propio y que maneja con elegancia, desde el cariño y la magia del cine, con la brillante incorporación de Philippe Rousselot, un auténtico maestro de las sombras al que le debemos la fotografía de films como "Big Fish" (Tim Burton, 2003) o "Sherlock Holmes" (Guy Ritchie, 2009). No soy un gran partidario de es nueva moda de las películas oscuras que sólo se pueden ver con claridad en las salas, como las últimas de la saga de Potter, sin embargo la luz de Rousseloy sabe respetar esta moda con identidad propia, regocijándose en los colores tenues y en unos deliciosos tonos pastel en medidas escenas. Todo muy marcado por la cansina división hollywoodiense entre el bien y el mal, fantásticos Colin Farrel y Johnny Depp en su papel, por cierto.


El planteamiento de este film que pretende abrir una pentalogía se mueve sobre terreno seguro, un funcional trío protagonista que bien podrían ser los homólogos de Harry, Ron y Hermione, con un añadido femenino que eliminaría todo conflicto posible sobre los futuros amoríos, como también tuvo que salir al rescate Ginny Weasley en la anterior saga. Con el merchandising servido y una época emblemática que abarcar (Nueva York en los años 20'), muy mal tenía que darse para no convertirse en todo un éxito de masas que capta a una nueva generación de magos. Sin olvidar en ningún momento a la anterior, para ello compruébense las sonrisas de oreja a oreja cuando se nombra a Dumbledore o a Hogwarts, hinchándose así el pecho del espectador que se siente ya como un ex-alumno aventajado. La representación de la brecha cultural entre ingleses y americanos es también brillante, no sólo por el viaje del underground al subway o de los muggles a los nomags, sino por todas las comparaciones políticas y culturales, véase esa Presidenta y toda la rasgadura cultural entre inmigrantes. Si el metraje del film llega a producirse este año podría haberse titulado "Animales fantásticos en los tiempos de Trump", claro que el film parecía orientado a una posible victoria demócrata, con Jon Voight como figura del americano blanco que por más de que pierda un hijo sigue sin importarnos. Resulta fascinante la forma en la Rowling nos sitúa contra nosotros mismos, y lo aceptamos con especial implicación. Respecto al Eddie Redmayne protagonista, parece haberle quedado alguna secuela de su Oscar por interpretar a Stephen Hawking, pues se le ve en todo momento encogido, tartamudeando y mirando al infinito, claro que ambos son seres que prefieren otro mundo. Uno el de la ciencia y otro el de las criaturas mágicas, tampoco tengo claro cuál prefiere cada uno.

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