lunes, 16 de mayo de 2016

"El jurado", un gobierno sin piedad

El pasado domingo terminaron las representaciones de "El Jurado" en la capital, el lugar de la representación no podía ser más propicio, pues si Berlanga decidió condenar al estamento político a la Modelo de Valencia en "Todos a la cárcel" (1993), Andrés Lima, director de esta adaptación teatral, decidió mandarles directamente al Matadero, con mención a la propuesta berlanguiana incluida. Basada en "12 hombres sin piedad" (Sidney Lumet, 1957), lo cierto es que de ella sólo queda la superficie argumental, en una obra que indaga en la concepción actual del ser humano y su sociedad, a través de una política amoral que todos asumimos y que queda al descubierto ante nuestros intereses. Los personajes se reducen a nueve miembros de un jurado inexistente en nuestro sistema judicial, pero que cobra sentido cuando la propia situación funciona para juzgar la culpabilidad de los propios ciudadanos, pues al fin y al cabo, ¿tenemos poder para condenar actualmente a un político? Pepón Nieto responde con toda claridad a la pregunta, abandona todo matiz cómico que pueda acompañarle de sus precedentes para convertirse en una mirada social que rompe todos los esquemas y que pretende hacernos reflexionar sobre la realidad de nuestros prejuicios. La dispersión de comedia y drama se ve bien dividida entre los nueve personajes que, pese a todo, no terminan de alcanzar una misma relevancia en la historia, como sucedía en el film original, así pues personajes como el de la china de Granada (Usun Yoon) sólo sirven para ventilar la calurosa sala. Otra gran aportación de el Matadero fue el corte del aire acondicionado, aportando un grado de verosimilitud sensacional a la obra, que entre las potentes interpretaciones y el bochorno lograron superar toda adaptación anterior, incluso cinematográfica.


"El Jurado" tiene también una interesantísima propuesta teatral, una sencilla mesa de oficina y nueve sillas alrededor engrandecen el escenario con magníficos trucos escénicos que acompañan a los actores y os focos en un engrandecimiento sensacional del espacio. El calor, la sed y toda posible distracción del espectador queda disipada por una astuta y elegante puesta en escena, diálogos que se colocan en primer plano mientras la acción se desarrolla a cámara lenta, e incluso el pasar del tiempo entre luces y velocidad que inquietan a un público maravillado por el desarrollo de cada personaje, que a cada momento se deja llevar por la particular vuelta de tuerca que Nieto da al papel de Henry Fonda. Isabel Ordaz es la luz entre papeles y formalidades que no hacen más de enmascarar la realidad, es la fuerza del pueblo que con la habitual capacidad de la actriz logra fundirse entre la emoción y la comedia más naturalista. "El Jurado" de Luis Felipe Blasco Vilches tiene el peligro de no imponer al espectador, cambiando la situación del acusado por asesinato, a un acusado por cohecho que coincide con el reciente caso de El Asturcón de Oviedo, sin embargo la propuesta y el desarrollo de la no culpabilidad nos hacen completos partícipes de la trama. Canco Rodríguez es sin duda el apoyo cómico esencial, un cómplice con el público capaz de airear el caluroso asunto con carcajadas que pretenden dinamizar, como aclara el propio personaje. Completan el reparto Josean Bengoetxea, Cuca Escribano, Luz Valdenebro, Eduardo Velasco, y un Víctor Clavijo en una imponente interpretación que refleja con transparencia la opacidad de nuestro sistema. Después de todo "El Jurado" se convierte en una obra imprescindible y ante todo adecuada como mejor representación de una realidad inevitable que todos aceptamos, y seguimos aceptando después de presenciarla, aunque las representaciones hayan finalizado el 15M. (Próximamente en Sevilla y Málaga, vuelta en otoño).

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