sábado, 26 de septiembre de 2015

Holmes, primer agente de U.N.C.L.E.

Guy Ritchie vuelve a sorprender a taquilla y crítica con un film lleno de acción, perfilado con una comedia que reluce deslumbrante en los clichés y queda corta en los chistes entre personajes, tras su magnífica visión del siglo XIX en su díptico sobre Sherlock Holmes, crece en los años 60 con "Operación U.N.C.L.E." (Guy Ritchie, 2015). Es una película divertida y eficaz visible en Hugh Grant, cuyo personaje le dota de cierto poder y permite observar el metraje por encima del hombro con una leve sonrisa, el director no se olvida de su prometedor comienzo, y lejos de volver al ambiente logrado y casposo de "Snatch. Cerdos y diamantes" (2000) se reinventar para firmar una película de lo más glamurosa, cuya evocación de los años 60' funciona como localización para la llamativa pasarela por la que vemos algunos de los diseños vintage más pop y funcionales del cine moderno, con unos modelos que, aunque no dejan de serlo, saben reírse de sí mismo y su posición. Henry Cavill es un Superman de primera línea que no llega a arrugar su indumentaria ni en la más aguda de las misiones, y Armie Hammer encuentra su lado más cómico en uno de los personajes más fríos y elocuentes de su carrera, un hombre preparado para la acción y cuyos diálogos han sido estudiados en el guión de Scott Burns y David Wilson, sacando jugo a la relación entre los dos servicios secretos enfrentados durante la Guerra Fría. Lejos de tratarse de "El Topo" (Tomas Alfredson, 2011), Ritchie toma la Guerra Fría como un simple escenario para situar su propia historia, una fantástica fantasía nazi, que se permite momentos memorables como el álbum de fotos de una especia de Dr. Mengele (fantástico en su cobardía final). Si con "La vida es bella" (Roberto Benigni, 1997) los defensores más puritanos la tacharon de una burla contra la verdadera dureza del holocausto, aquí "Los niños del Brasil" (Franklin J. Shaffner, 1978) pueden tomárselo como una venganza servida en un plato algo churruscado.


John Mathieson logra una fotografía sensacional que explota el don de la exageración que Guy Ritchie parece haber adquirido de su primer matrimonio (con Madonna), una aportación magistral que dota de un tono de humor muy alejado del afincado en Los Ángeles y que sin embargo cautivó a la Warner, resulta fascinante cuando los "peces gordos" comprenden que se puede unir su propaganda con buen cine y dosis de humor que huyan de los obseceno. La primera etapa del director británico ha funcionado como una escuela superior donde ha comprendido que se puede unir los grandes efectos especiales con la dirección low-cost de grandes escenas de acción que las dotan de mayor realismo e intensidad, así logra manipular y jugar a su costa con la persecución final de "Operación U.N.C.L.E.", un tanto mareante, lo que hace que el propio espectador viva en la misma película, sin duda un invento de entretenimiento magistral, Guy Ritchie hace suyo el cinematográfico y como si se tratase de Méliès o Hitchcock inventa nuevas incursiones que dejan al comercial americana por los suelos. La cinta es un perfecto ejemplo de la calidad en el cine comercial, Álex de la Iglesia optó por él y nos regala preciados tesoros en cada uno de sus largometrajes, Berlanga ahondó con su crítica mordaz en una de las sagas más comerciales de la historia del cine español (hasta la llegada de Torrente), y el maestro Alfred Hitchcock hizo de toda su obra un negocio que se ha convertido en uno de los legados más preciados de la historia. En el resultado final se nota el juego de Ritchie, la manipulación de todo desde una sonrisa burlona, representada como nadie por Waverly (Hugh Grant), lo que realmente hace grande al film, dentro de una historia de espías habitual, es esa estética chancera habitual en su director y el redescubrimeinto de una Alicia Vikander (o una sueca en estado de gracia) que permite los fantásticos giros argumentarles.

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