viernes, 17 de marzo de 2017

"El Bar", desparasitando España

Álex de la Iglesia tiene el don del sarcasmo desde la irreverencia, siempre manejado con diálogos ingeniosos, salvajes, violentos y una técnica cinematográfica impecable, marcada por su exquisito conocimiento de la narrativa. Ayer mismo, en una pequeña presentación de "El Bar" (Álex de la Iglesia, 2016) en el Fnac de Callao, el director explicaba la importancia de no repetir planos ("si pongo el mismo primer plano de Terele cinco veces seguidas os acabáis hartando") y reforzaba la idea de lo difícil que es hacer cine en nuestra ibérica península, comenzando por conseguir los derechos para los títulos de crédito. Finalmente se decidió por contratar a Ernesto Telephunken, también presente ayer, con quien elaboró el exquisito repertorio de la película, donde no habita el terror sino la angustia por reconocernos en los propios personajes. La música de Duke Ellington requebrándose entre parásitos nos introduce en esa España negra, tan berlanguiana, en la que los Forza Nova siguen quemando mendigos y las comunidades de vecinos siguen matándose por una "inexistente" y valiosa maleta. Por muy negro que se ponga, el cine de Álex de la Iglesia siempre levanta una sonrisa, o al menos congela una mueca atragantada ya que, al fin y al cabo, no hay nada mejor que reírnos de nosotros mismos. Esto se debe al delicado bordado que elaboran en el guión el propio De la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría, donde desparasitan nuestra aún dogmática sociedad a partir de la animalización del ser humano, una deliciosa reflexión que se convierte en puro cine cuando entra en contacto con el artificio, el engaño al que siempre estamos sometidos y que nunca nos deja saber qué está ocurriendo realmente.

Lectura de guión de "El Bar"

Entramos en "El Bar" casi de forma inconsciente, arrastrados por un impecable plano secuencia que nos muestra sutilmente el perfil de cada personaje, todos ellos aparentemente heterogéneos, claro que ya tendremos el resto del metraje para demostrarnos que ante el miedo y el terror el ser humano hace gala de su propia naturaleza, reducida a una común para todos: la supervivencia. Luis Buñuel no necesitó razones para encerrar a la alta burguesía mexicana en "El ángel exterminador" (1962), la excusa que crea el thriller de Álex de la Iglesia sería lo que el maestro Hitchcock definió como un macguffin, verdaderamente importa poco lo que está pasando. Las reacciones de cada personaje están medidas con cuentagotas, resulta impecable como se mantiene en todo momento un protagonismo coral siguiendo la estructura de "Los diez negritos" de Agatha Christie, o más bien como "La matanza de Texas" (Tobe Hooper, 1974) encerrada en un típico bar español. Las piezas encajan como en un perfecto puzzle, la rutina, la voladura de cabeza, las hipótesis, el contagio y finalmente el descenso a los infiernos, guiado por el personaje de Jaime Ordóñez, los cuatro jinetes del Apocalipsis trotando sobre un malogrado mendigo. Todas las películas de Álex de la Iglesia terminan con un clímax bestial, para muchos supone una terrible división entre la primera y la segunda parte de sus films, en mi opinión es el único camino que puede tomar esa situación, esos personajes desbordados y esa película que se mimetiza con el auténtico cine, el de verdad, el que no tiene límites y encuentra en el naturalismo su —por otra parte tan buscada— verosimilitud.


No hay nada más español que Joaquín Climent anclado en el tardofranquismo, imponiendo su arma sobre la barra, Carmen Machi enganchada a la máquina tragaperras o Terele Pávez regentando su bar fregona en mano. Luego están Secun de la Rosa que todavía sueña con encontrar un cargador que le sirva a Blanca Suárez, cuya relación con un hipster Mario Casas sostiene cierto hilo clásico en este film totalmente intemporal. "Están cubriendo los asesinatos" suelta Alejandro Awada, el banquero fetichista, el elaborador de hipótesis capaz de desvariar con ellas la mente de cualquiera, incluyendo al espectador, atrapado desde el primer momento en este juego que no concede prórroga y que salta de nivel en nivel hasta que uno no puede hacer más que contemplar la pantalla ojiplático. "El Bar" es una elucubración de nuestra realidad, una brillante metáfora que se mueve entre parásitos y alcantarillas, un divertidísimo juego de espejos donde podemos terminar tirándonos de los pelos, un thriller inquietante donde lo que menos importa es lo que está pasando. No somos objeto de crítica como acostumbran a tacharnos reconocidos periodistas en sus columnas semanales, existen el cine del Álex de la Iglesia cierto antropomorfismo idealizado que resulta adulador. Somos sucios, bestias, series despreciables, ¡agradezcámoslo! Tras pasar por la Sección Oficial de la Berlinale, hoy "El Bar" abre su persiana en el Festival de Málaga, y llegará finalmente a los cines el próximo 24 de marzo. Estamos ante el suspense de lo consabido, un retrato que nos lleva a la nostalgia de las comedias de acción-satánica, o al menos al edificio de Schweppes. Prepárense para la risa y la redención.

Jaime Ordóñez: ¡Amén!

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