La crítica literaria es aún más provocativa que la cinematográfica, donde al menos contamos con un amplio repertorio de comparación, la literatura es tan extensa y diferente que criticar un libro sería una terrible falta de consideración con el autor, a diferencia del cine buscamos la intención y desenvoltura del texto, que como en un guión son los personajes los que finalmente juegan con ello. Hablar de la pluma de Álex de la Iglesia es una tontería, pues es muy probable que lo haya escrito con ordenador, como ya osaba Satrústegui allá en 1997, sin embargo en "Recuérdame que te odie" el cineasta va mucho más allá, suelta una bofetada primeriza en un prólogo, epílogo de "Payasos en la lavadora" y comienza a narrar una historia en primera persona sensacional, repleta de humor, y que ironiza magistralmente la descripción realista: "Era difícil encontrar la nariz bajo ese pudín de manzana en el que su rostro se había transformado. [...] Era un Muppet, claramente manipulado por alguien oculto tras las sábanas." Una frase al más puro estilo De la Iglesia del que descubrimos cierta afición por destrozar física, anímica, y psicológicamente a sus protagonistas, y que a través de ello nos muestra su más que reivindicable filosofía teñida con una grosa capa de su incomparable humor negro, adquirido por la ionización de su propio sujeto, sensacional. "Recuérdame que te odie" es un perfecto manual para comprender a Álex de la Iglesia, desde el Dungeons&Dragons al recorrido de sus filósofos de cabecera (Schonpenhauer y Darth Vader, entre otros) a los que interpreta en salvajes escenas que nos llevan al gran mérito de las novelas del cineasta vasco, la creación de imborrables imágenes visuales, como hacen también sus filmes.
Ahondando aún más en su yo encuentra de nuevo a Satrústegui, con su vuelta por todo lo alto, un apaño novelado que nos muestra el lado reversible del libro que tenemos en nuestras manos. Melancolía I de Alberto Durero es mucho más que un grabado más del renacentista alemán, como a todo, De la Iglesia le da una segunda vuelta y crea un nuevo mundo aumentando más si cabe la grandeza del Universo, nos muestra un enorme control sobre la cultura popular, reflejada como en ninguna otra parte en sus párrafos de la Wikipedia. Resulta difícil encontrar un momento de respiro en un libro lleno de macabra acción satánica, como rezaba "El día de la bestia", una literatura que permite dar rienda suelta al descomunal desorden del bilbaíno que no ejerce ningún tipo de autocontrol, a diferencia que en el cine este es su yo en estado puro del que dejó salir parte en "Balada triste de trompeta" o en la parte final de "Las brujas de Zugarramurdi", un lado realmente destroyer para el que nuestra civilización no está del todo preparada, como aclararía Carmen Maura en algún que otro akelarre. Es curioso vislumbrar como toda la etapa final tiene el irremediable sello de Álex de la Iglesia, un desfase absoluto que en ocasiones traumatiza a los críticos y les hace recapacitar sobre el resto del film o la novela, en "Payasos en la lavadora" terminaba con una excavadora por el Campo Volantín de Bilbao, en "Crimen Ferpecto" incendiaba un centro comercial sin control absoluto de la unidad de bomberos, y en "Balada..." y "Las brujas..." nos dio la máxima explosión de si mismo, en la altura del Valle de los Caídos y aplastados por la gran Diosa Madre, recordándonos a todos que nos guardemos algo de odio desconfiado.
Rubén Ondarra es el pobre desgraciado que ha caído en las manos de Álex de la Iglesia como protagonista de "Recuérdame que te odie", completamente distinto al Padre Ángel Berriatúa, al terrorista Ramón Yarritu, a Nino y Bruno, alejado del Payaso Triste, de Seldom y José Fernández Cuesta, y por supuesto incomparable con Julián, Romeo Dolorosa, Rafael González o Querejeta, pero sin embargo posee un pequeña dosis de todos ellos, como sus precedentes es un sufridor y busca, a su manera, alcanzar un "nirvana" universal, tal vez sea ese el objetivo final de Álex de la Iglesia, es quizás el objetivo que buscamos todos y que por fallos burocráticos nunca alcanzaremos, es la Teoría del Perdedor que el bilbaíno ha ido redactando en cada uno de sus guiones junto a Jorge Guerricaechevarría. Después de todo el año sabemos cuál es su próximo trabajo, la aclamada "Mi gran noche", la vuelta a su Teoría del Todo y de la Nada, una vez más nos introducirá en su desbarajustado mundo donde encuentra la felicidad, ya les adelanto que su último film es sin duda el más escandaloso, revuelto, y alocado de su carrera, un proyecto arriesgado que sólo a día de hoy, con los precedentes que hemos analizado puede haber dirigido bajo su pulso firme y mano experta, un capítulo más para la Teoría del Perdedor, cuyo amplio prólogo avanzó el cine de Berlanga, y que en este nuevo capítulo resulta más optimista que en ninguno otro anterior, sinceramente espero no se acerque el epílogo, o si eso que lo firme Santiago Segura...
Ahondando aún más en su yo encuentra de nuevo a Satrústegui, con su vuelta por todo lo alto, un apaño novelado que nos muestra el lado reversible del libro que tenemos en nuestras manos. Melancolía I de Alberto Durero es mucho más que un grabado más del renacentista alemán, como a todo, De la Iglesia le da una segunda vuelta y crea un nuevo mundo aumentando más si cabe la grandeza del Universo, nos muestra un enorme control sobre la cultura popular, reflejada como en ninguna otra parte en sus párrafos de la Wikipedia. Resulta difícil encontrar un momento de respiro en un libro lleno de macabra acción satánica, como rezaba "El día de la bestia", una literatura que permite dar rienda suelta al descomunal desorden del bilbaíno que no ejerce ningún tipo de autocontrol, a diferencia que en el cine este es su yo en estado puro del que dejó salir parte en "Balada triste de trompeta" o en la parte final de "Las brujas de Zugarramurdi", un lado realmente destroyer para el que nuestra civilización no está del todo preparada, como aclararía Carmen Maura en algún que otro akelarre. Es curioso vislumbrar como toda la etapa final tiene el irremediable sello de Álex de la Iglesia, un desfase absoluto que en ocasiones traumatiza a los críticos y les hace recapacitar sobre el resto del film o la novela, en "Payasos en la lavadora" terminaba con una excavadora por el Campo Volantín de Bilbao, en "Crimen Ferpecto" incendiaba un centro comercial sin control absoluto de la unidad de bomberos, y en "Balada..." y "Las brujas..." nos dio la máxima explosión de si mismo, en la altura del Valle de los Caídos y aplastados por la gran Diosa Madre, recordándonos a todos que nos guardemos algo de odio desconfiado.
Rubén Ondarra es el pobre desgraciado que ha caído en las manos de Álex de la Iglesia como protagonista de "Recuérdame que te odie", completamente distinto al Padre Ángel Berriatúa, al terrorista Ramón Yarritu, a Nino y Bruno, alejado del Payaso Triste, de Seldom y José Fernández Cuesta, y por supuesto incomparable con Julián, Romeo Dolorosa, Rafael González o Querejeta, pero sin embargo posee un pequeña dosis de todos ellos, como sus precedentes es un sufridor y busca, a su manera, alcanzar un "nirvana" universal, tal vez sea ese el objetivo final de Álex de la Iglesia, es quizás el objetivo que buscamos todos y que por fallos burocráticos nunca alcanzaremos, es la Teoría del Perdedor que el bilbaíno ha ido redactando en cada uno de sus guiones junto a Jorge Guerricaechevarría. Después de todo el año sabemos cuál es su próximo trabajo, la aclamada "Mi gran noche", la vuelta a su Teoría del Todo y de la Nada, una vez más nos introducirá en su desbarajustado mundo donde encuentra la felicidad, ya les adelanto que su último film es sin duda el más escandaloso, revuelto, y alocado de su carrera, un proyecto arriesgado que sólo a día de hoy, con los precedentes que hemos analizado puede haber dirigido bajo su pulso firme y mano experta, un capítulo más para la Teoría del Perdedor, cuyo amplio prólogo avanzó el cine de Berlanga, y que en este nuevo capítulo resulta más optimista que en ninguno otro anterior, sinceramente espero no se acerque el epílogo, o si eso que lo firme Santiago Segura...
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