Para llegar a "800 balas" existe una serie de procesos cambiantes desde "La comunidad", empezando por el productor, papel esencial en este film pues terminará produciéndolo el propio Álex de la Iglesia. Andrés Vicente Gómez siempre se ha caracterizado por las grandes películas que hacía con un presupuesto medianamente razonable, sin embargo cuando se le presentaba una producción de grandes dimensiones surgiría algún problema que retrasaría o incluso anularía el proyecto, así sucedió con la cuarta entrega de la familia Leguineche de Berlanga, pese a que el guión de Azcona y Jorge (Berlanga) había obtenido muy buena puntuación en el Comité Asesor, nunca llegamos a verla, y algo similar le ocurrió al director bilbaíno con uno de sus proyectos más ambiciosos: "La Trampa de Fu-Manchú", en la que se había acordado un reparto con Antonio Banderas, Robert De Niro y Dustin Hoffman, un film concebido con un enorme presupuesto que se reducir a la mitad haciendo imposible su rodaje. Álex de la Iglesia lleva dos años sin rodar y quiere trabajar, así pues decide hacer una obra muy personal, "800 balas" nace de la idea de hacer un homenaje a todos esos dobles, pequeños artistas, que triunfaron en los westerns de los 50' y 60' tras grandes rostros como el de Clint Eastwood. Ray Pololo, técnico de cine, comenzó como especialista, probablemente fue la inspiración del vizcaíno y Guerricaechevarría para elaborar un guión lleno de guiños al western, a esos vaqueros ídolos entre Lucky Luck y Johnny Guitar, y al trabajo de artista, grandes actores perdidos en teatros ambulantes como Fernando Fernán Gómez en "El viaje a ninguna parte" (1986), a quien hay una referencia directa.
Juako Escaso realizó en 2013 un documental ("Mañana podría estar muerto") en el que se recoge a muchos de los dobles, que como el personaje de Sancho Gracia en "800 balas" aún viven de sus recuerdos en la época dorada de Almería, de cómo disfrutaron con las revueltas y Charlton Heston en "55 días en Pekín" (Nicholas Ray, 1963) o de ver tomar el sol a Deborah Kerr durante el rodaje de "Quo Vadis?" (Mervyn LeRoy, 1951), sin duda son historia del cine, quizás no la directa, pero sí muestran una luz entre bambalinas que hoy resulta atractiva, y así lo vio el cineasta vasco. La película tiene como de costumbre un amplísimo reparto que vive en un poblado abandonado, son los verdaderos protagonistas de una cinta del oeste, viven como tal y se comportan como tal, lo descubrimos bajo la asombrada mirada de un joven Luis Castro que experimenta feliz en la búsqueda de un padre que es humo, encontrando un abuelo que es un vaquero en el siglo XXI. Una enorme propuesta, durante los primeros cinco minutos de película creemos encontrarnos en un western, ni Sergio Leone consiguió rodar una persecución de diligencia tan cercana y real, después descubrirían el género como nadie los Hermanos Coen en "Valor de Ley" (2010) y por supuesto Quentin Tarantino con "Django Desencadenado" (2012). Resulta atractivo recordar el cine del oeste, no la época original como pretendían las primeras películas, sino la convivencia de los actores en un ambiente polvoriento y sucio, en un saloon.
Por supuesto (más bien pre-supuesto) fue un derroche atroz, hablando de la producción, el director podía hacer lo que quería al encargarse de la producción y finalmente superaron el presupuesto con creces, teniendo como resultado una película abusiva, enorme, llena de decorados fantásticos y gloriosa en los Efectos Especiales, que una vez más se harían con el Goya. El mundo de Carlos (Luis Castro) se divide en dos, una modernidad derrochadora con Carmen Maura y Eusebio Poncela en la que pervive cierto clasicismo en su abuela (Terele Pávez), Carlos vive para el oeste como su padre y su abuelo, rodeado de la innovación no duda en viajar al viejo oeste con un mínimo conocimiento del mismo, en ese sentido se encuentra cierto aire de cómic o novela gráfica de aventuras. El salvaje oeste le llamaban algunos, es el escenario perfecto para liberarse moderadamente, recuperando el concepto del dolor, los personajes sienten dolor, si se están quemando vivos gritan como cochinillos aunque finalmente caigan a un abrevadero, y si reciben un balazo se deshacen en dolor, normalmente añadiendo la característica comicidad negra del director. La sobreactuación que acompaña a Sancho Gracia es también parte de la sombra que teatraliza el cine de Álex, sin embargo en la película comienzan a sobre ponerse situaciones de exceso que revuelven en cierta manera la mente atenta del espectador, que aunque su atención decaiga en algunas escenas, no puede dejar de mirar. En su siguiente película el morbo, y la tensión de un crimen que entra dentro del absurdo, estarán también presentes...
Juako Escaso realizó en 2013 un documental ("Mañana podría estar muerto") en el que se recoge a muchos de los dobles, que como el personaje de Sancho Gracia en "800 balas" aún viven de sus recuerdos en la época dorada de Almería, de cómo disfrutaron con las revueltas y Charlton Heston en "55 días en Pekín" (Nicholas Ray, 1963) o de ver tomar el sol a Deborah Kerr durante el rodaje de "Quo Vadis?" (Mervyn LeRoy, 1951), sin duda son historia del cine, quizás no la directa, pero sí muestran una luz entre bambalinas que hoy resulta atractiva, y así lo vio el cineasta vasco. La película tiene como de costumbre un amplísimo reparto que vive en un poblado abandonado, son los verdaderos protagonistas de una cinta del oeste, viven como tal y se comportan como tal, lo descubrimos bajo la asombrada mirada de un joven Luis Castro que experimenta feliz en la búsqueda de un padre que es humo, encontrando un abuelo que es un vaquero en el siglo XXI. Una enorme propuesta, durante los primeros cinco minutos de película creemos encontrarnos en un western, ni Sergio Leone consiguió rodar una persecución de diligencia tan cercana y real, después descubrirían el género como nadie los Hermanos Coen en "Valor de Ley" (2010) y por supuesto Quentin Tarantino con "Django Desencadenado" (2012). Resulta atractivo recordar el cine del oeste, no la época original como pretendían las primeras películas, sino la convivencia de los actores en un ambiente polvoriento y sucio, en un saloon.
Por supuesto (más bien pre-supuesto) fue un derroche atroz, hablando de la producción, el director podía hacer lo que quería al encargarse de la producción y finalmente superaron el presupuesto con creces, teniendo como resultado una película abusiva, enorme, llena de decorados fantásticos y gloriosa en los Efectos Especiales, que una vez más se harían con el Goya. El mundo de Carlos (Luis Castro) se divide en dos, una modernidad derrochadora con Carmen Maura y Eusebio Poncela en la que pervive cierto clasicismo en su abuela (Terele Pávez), Carlos vive para el oeste como su padre y su abuelo, rodeado de la innovación no duda en viajar al viejo oeste con un mínimo conocimiento del mismo, en ese sentido se encuentra cierto aire de cómic o novela gráfica de aventuras. El salvaje oeste le llamaban algunos, es el escenario perfecto para liberarse moderadamente, recuperando el concepto del dolor, los personajes sienten dolor, si se están quemando vivos gritan como cochinillos aunque finalmente caigan a un abrevadero, y si reciben un balazo se deshacen en dolor, normalmente añadiendo la característica comicidad negra del director. La sobreactuación que acompaña a Sancho Gracia es también parte de la sombra que teatraliza el cine de Álex, sin embargo en la película comienzan a sobre ponerse situaciones de exceso que revuelven en cierta manera la mente atenta del espectador, que aunque su atención decaiga en algunas escenas, no puede dejar de mirar. En su siguiente película el morbo, y la tensión de un crimen que entra dentro del absurdo, estarán también presentes...
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