Cuando me llegó la noticia del fallecimiento de Emma Cohen lo primero que me vino a la mente fue su mirada, esa inmensidad ajena a nuestra mundo que se reflejaba en sus preciosos ojos verdes. Su escuela de interpretación no estaba escrita, pertenecía a una corriente que pasó deprisa y con pocas afines, y que sin embargo mantuvo durante toda su carrera, incluso cuando se ponía dentro del disfraz de La Gallina Caponata, que entretenía a los niños de "Barrio Sésamo", convirtiéndose en uno de los personajes más divertidos del popular show televisivo. Su carrera en el cine no podía empezar de otra forma, su trabajo en "Tuset Street" (Jorge Grau y Luis Marquina, 1968) nos mostró una belleza joven que se imponía a una jubilosa Sara Montiel, con una moderna Barcelona de fondo que pretendía dar el relevo a la nueva generación, la de Emma. Ya en los setenta la actriz comenzó a volar hacia el estrellato, protagonizando junto a Amparo Soler Leal y Julieta Serrano la popular serie de TVE, "Tres eran tres" (Jaime de Armiñán, 1972-1973), un antes y un después en la vida de la actriz, allí conoció a Fernando Fernán-Gómez. Desde entonces mantuvo una conocida relación con nuestro genio del siglo XX que oficializó en el año 2000 y que duró hasta el fallecimiento del actor en el año 2007. Normalmente suelo evitar hablar de matrimonios y vida privada pero en Emma Cohen es indispensable, pues ella vivió para él, antes y después de su fallecimiento, recorrió media España recuperando la figura del mítico actor, al que muchos recordaban por el fatídico "¡Váyase usted a la mierda... No quiero su admiración!", ofreciéndonos la imagen de genio al que ella admiraba, y que todo cinéfilo declarado ha reconocido, o reconocía incluso antes de todo.
El amor y la pasión que se dedicaron Fernán-Gómez y Cohen es para capitulo aparte, una relación que trascendía la realidad para filtrarse con la ficción. Este viernes tiene lugar el reestreno de "Bruja, más que bruja" (Fernando Fernán-Gómez, 1976), el primer trabajo como director-actriz entre ambos que comienza con una disparatada comedia, con poco disparate y mucha transgresión, que hace que vuelva hoy a los cines. El enorme trabajo que hoy se elabora recuperando la memoria de las facetas olvidadas de Fernán-Gómez se debe en su mayoría a ella, a su amor como admiradora del gran hombre de profesión que fue, y que disfrutó desde una posición privilegiada. La mayoría de los actores con los que he hablado destacan con una verborrea implacable la satisfacción de haber compartido unos momentos con una mente tan brillante como la de Fernando Fernán-Gómez, por lo que haber vivido junto a ella, al principio alejada de los medios, fue el gran privilegio de Emma Cohen. Por su parte logró resarcirse como actriz, aportó pequeños papeles en películas rompedoras, convirtiéndose en abanderada de una modernidad antigua que se vivía con nostalgia. Sin embargo nunca brilló tanto como lo hizo al lado de su marido, en "Mambrú se fue a la guerra" y "El viaje a ninguna parte" (ambas estrenadas en 1986) participó de algunos de sus mejores papeles que vinieron acompañados del enorme acogimiento que tuvo Fernán-Gómez en la recién creada Academia, obtuvo tres galardones alternando ambas películas. En lo internacional, Emma Cohen llegó a protagonizar un comentado western junto a Brigitte Bardot y Claudia Cardinale, siendo "Las petroleras" (Christian-Jaque, 1971) una de las mayores reuniones e bellezas europeas de los setenta. Hace unos meses disfruté del estreno de "Bombay Goa Express" (Juan Estelrich hijo, 2016), donde Emma tiene un papel menor, una siniestra sombra que vuelve a brillar en un film transgresor, o al menos irreverente. Una despedida del cine, una despedida a Fernán Gómez, una despedida a Emma Cohen.
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