Aún recordamos a "Carmela y Paulino variedades a lo fino" en la visión artística de Carlos Saura de la Guerra Civil, sobre el texto de Sanchis Sinisterra, en "¡Ay, Carmela!" (Saura, 1990) comprobábamos la pervivencia de un arte que desde hacía años nos divertía y entretenía y que durante el posterior franquismo se fue rebajando y encasillando en simples coplas y sevillanas como estereotipo del flamenco. Fue a comienzos de los 50' cuando una simpática "payasa" devolvió algo de ánimo a una España ensombrecida por la posguerra, en su espectáculo unía al público, unos acudían por la parte de revista que tocaba y el resto por ese humor básico y popular que la hizo triunfar, viajó por todo el territorio levantando la moral, como intentaban Carmen y Paulino, hasta que finalmente en los años 70' obtuvo el toque de gracia con exitosas películas como "La tonta del bote" (Juan de Orduña, 1970), "La graduada" (Mariano Ozores, 1971) o "La descarriada" (Mariano Ozores, 1972), grandes títulos que destacan en ese largo final del régimen que daba atisbos de libertad que como se comprobó vino marcada (cinematográficamente) por el nombre de Mariano Ozores, que primero adoptó para el cine a está popular payasa que resultaría ser Lina Morgan, y posteriormente con el disparatado género que adoptó el nombre de "landismo" por su protagonista, Alfredo Landa, y por supuesto el destape de la mano de Pajares, Esteso, África Pratt, Norma Duval... Lina Morgan fue popularmente querida por explotar el estereotipo que representaba, ya que sus interpretaciones vistas hoy no resultan más que una mediocre parodia, sin duda fue su trabajo posterior como productora y mecenas teatral los que hayan elevado su nombre como uno de los indispensables para comprender una época paralela a la de Concha Velasco o Carmen Sevilla. Tristemente su fallecimiento lleva años siendo anunciado, Lina Morgan falleció el pasado 20 de agosto dejándonos un legado que sin duda nunca será olvidado por los miembros de su generación que comenzaron a ver una España diferente de mano de la protagonista de "Vaya par de gemelas" (revista musical, 1980) que terminaba con aquel "gracias por venir".
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