El mes pasado se cumplía el centenario del nacimiento de Ingrid Bergman, la diosa sueca que junto con Greta Garbo nos demostró el increíble don artístico que se refugiaba en el mítico país nórdico tras algunas de las bellezas más internacionales de la historia, más tarde sería otro Bergman, Ingmar, quien inventase un nuevo cine lleno de culto, elegancia y una particular personalidad que le convirtió en uno de los grandes directores de la historia, aún le respiramos en autores de la talla de Woody Allen o Scorsese, impregnados por su infinita fragancia sueca. Ambos suecos parecían destinados a trabajar juntos y como una virtuosa despedida se pusieron de acuerdo para deleitarnos con su exclusiva "Sonata de otoño" (1978). Desde nuestra cristiana España siempre hemos necesitado un referente del libertinaje, una mella del pecado, durante años fue nuestra vecina Francia hasta la primera mitad del siglo pasado, pintores, pensadores, autores, artistas en general escaparon al París de los años 20' recordando aquellas prohibitivas lecturas que al no traducirse al español pocos eran los enterados de las aventuras extra-matrimoniales de Madame Bovary, libres de su angustioso suicidio amarillo. Cuando Ingrid Bergman levantó su propio séquito en la edad dorada de Hollywood, y después de trabajar con Victor Fleming, George Cukor o el mismísimo Alfred Hitchcock la fiebre sueca comenzó a afectar a nuestra sacra Hispania, que finalmente sucumbió a ella tras el baño de Anita Ekberg en "La Dolce Vita" (Federico Fellini, 1960), esa confirmación no se vio popularmente hasta que el régimen comenzó a darse de baja por enfermedad y pudimos ver la terrible atracción nórdica que estas mujeres causaban a personajes como el José Luis López Vázquez de "Vivan los novios" (Luis Gª Berlanga, 1970) o el Paco Martínez Soria de "El turismo es un gran invento" (Pedro Lazaga, 1968), finalmente adoptamos a la propia España trashumante como libertina durante el destape de Esteso y Pajares.
Ingrid Bergman fue una mujer y una actriz que rechazó a Hollywood por un cine diferente, algunos aseguran que eligió la fecha de su fallecimiento (29 de agosto, igual que su nacimiento) que adoptamos como perfecto ejemplo del control que la indomable sueca mantuvo durante su vida. Lejos de dejarse manipular por los grandes productores, como les ocurriría a Judy Garland o Marilyn Monroe, impuso su carácter ante ellos, interpretó "Stromboli" (Roberto Rossellini, 1950) y se casó con su director levantando unas terribles especulaciones que la tacharon de muchas listas, aunque fue gracias a ello y a cómo lo afronto que cuando retomó su carrera tras años de grandes papeles de un cine italiano que sumaría relevancia más tarde, su vuelta a Hollywood fue por todo lo alto, el papel de Anastasia que le reportó Anatole Litvak le hizo alzarse con el Oscar a la Mejor Actriz en 1956, doce años después del que había obtenido por "Luz que agoniza" (George Cukor, 1944). Todas las grandes actrices de la época se sumergían en grandes papeles con un papel principal que sufría un dramático cambio en su vida, así Audrey Hepburn se enfrentó a "Historia de una monja" (Fred Zinnemann, 1959) y Katharine Hepburn a su particular viaje en "La Reina de África" (John Huston, 1951), Bergman lo hizo con "El albergue de la séptima felicidad" (Mark Robson, 1958), recuperando del todo su estatus de estrella y con lo que difuminó su escándalo pasado, magnífico escándalo que nos aseguró un futuro cinematográfico de calidad con el nacimiento de su hija Isabella, aunque sea por el increíble parecido físico que guardaban (y que Isabella ha sabido explotar). Siempre que recuerdo "Asesinato en el Orient Express" (Sidney Lumet, 1974) me resulta un aunténtico regalo poder disfrutar de todos ellos juntos, una serie de actores intercalados con sus siguientes generaciones que hacen de una historia entretenida una obra maestra del cine, la elegancia de Lauren Bacall reivindicada en su eterna madurez, y una Ingrid Bergman que nos demostró que aún estaba en forma, le fue concedido el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto, confirmándola como una de las grandes del cine, y que pese a cumplirse hoy su centenario seguimos recordándola como la belleza sueca que nos sorprendió en un Hollywood que buscaba rostros bonitos, con su indudable don interpretativo...
Ingrid Bergman fue una mujer y una actriz que rechazó a Hollywood por un cine diferente, algunos aseguran que eligió la fecha de su fallecimiento (29 de agosto, igual que su nacimiento) que adoptamos como perfecto ejemplo del control que la indomable sueca mantuvo durante su vida. Lejos de dejarse manipular por los grandes productores, como les ocurriría a Judy Garland o Marilyn Monroe, impuso su carácter ante ellos, interpretó "Stromboli" (Roberto Rossellini, 1950) y se casó con su director levantando unas terribles especulaciones que la tacharon de muchas listas, aunque fue gracias a ello y a cómo lo afronto que cuando retomó su carrera tras años de grandes papeles de un cine italiano que sumaría relevancia más tarde, su vuelta a Hollywood fue por todo lo alto, el papel de Anastasia que le reportó Anatole Litvak le hizo alzarse con el Oscar a la Mejor Actriz en 1956, doce años después del que había obtenido por "Luz que agoniza" (George Cukor, 1944). Todas las grandes actrices de la época se sumergían en grandes papeles con un papel principal que sufría un dramático cambio en su vida, así Audrey Hepburn se enfrentó a "Historia de una monja" (Fred Zinnemann, 1959) y Katharine Hepburn a su particular viaje en "La Reina de África" (John Huston, 1951), Bergman lo hizo con "El albergue de la séptima felicidad" (Mark Robson, 1958), recuperando del todo su estatus de estrella y con lo que difuminó su escándalo pasado, magnífico escándalo que nos aseguró un futuro cinematográfico de calidad con el nacimiento de su hija Isabella, aunque sea por el increíble parecido físico que guardaban (y que Isabella ha sabido explotar). Siempre que recuerdo "Asesinato en el Orient Express" (Sidney Lumet, 1974) me resulta un aunténtico regalo poder disfrutar de todos ellos juntos, una serie de actores intercalados con sus siguientes generaciones que hacen de una historia entretenida una obra maestra del cine, la elegancia de Lauren Bacall reivindicada en su eterna madurez, y una Ingrid Bergman que nos demostró que aún estaba en forma, le fue concedido el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto, confirmándola como una de las grandes del cine, y que pese a cumplirse hoy su centenario seguimos recordándola como la belleza sueca que nos sorprendió en un Hollywood que buscaba rostros bonitos, con su indudable don interpretativo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario