No existe sensación más pura que la formada por un grupo de personas encerradas en una sala de cine, nos convertimos en seres inherentes al celuloide que se proyecta con la misma ilusión que sigue viajando en tranvía. El cine es un instrumento social rodado para verse en comunidad, así lo han demostrado los grandes maestros del cine, Berlanga citaba el
western de la semana como el acontecimiento social de Villar del Río en
"Bienvenido Mr. Marshall" (1953), Hitchcock convirtió un pequeño cine de barrio y sus latas de película en unos de sus primeros
macguffin en
"Sabotaje" (1936), mientras que la mayor muestra de amor al cine visto en compañía llegaría con
"Cinema Paradiso" (Giuseppe Tornatore, 1988), con aquella magnífica proyección en la plaza del pueblo. Algo parecido nos hace sentir el ciclo
"Los jueves, Berlanga en pantalla grande", que continúa fiel a su cita semanal como el
western de
"Bienvenido Mr. Marshall". No consiste solo en la revisión de algunos de los mayores clásicos de nuestro cine, películas míticas que no conocen mejor loción antiarrugas que nuestro telediario actual, sino que vuelve a reunir a un grupo de personas que no dudan en converger durante unas horas en esa sensación de nostalgia cinéfila que desaparece con las propias salas de cine. La historia es la excusa que han tomado José Luis García-Berlanga, Marisol Carnicero y Fernando Rodríguez Lafuente, como organizadores del ciclo, para mostrarnos estos deliciosos dulces de la mano de grandes conocedores de la misma, o incluso protagonistas de esa historia. Cualquier subterfugio es adecuado con el fin de reunir a un grupo de personas dispuestas a compartir la sensación de
"Cinema Paradiso".
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El cine de "Cinema Paradiso" |
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Cartel polaco de "El Verdugo" |
Los sentimientos que nos invaden al reír, llorar, o incluso masticar palomitas unos junto a otros frente a una proyección, utilizan la ficción de la película para mostrar nuestro lado más real, ni siquiera cuando soltamos una lágrima en un funeral es tan auténtica como la que se escapó por primera vez con la marcha de
"E.T., el extraterrestre" (Steven Spielberg, 1982). Como muestra de ello ha quedado en nuestro memoria
The Placido Experience, cuando tuvo lugar la proyección de
"Plácido" (Luis García Berlanga, 1961) en el ciclo comentado. Fue un momento único, el boicoteado y premiado director,
Fenando Trueba, recordaba anécdotas sobre Luis y su guionista habitual, Rafael Azcona,
"él decía que no tenía ni idea de cómo hacer un gag, cuando había creado algunos de los mejores de la historia del cine", recordaba con una nostálgica sonrisa. Llegaron las comparaciones históricas
(
"creo que Plácido
es una película gris, mientras que El Verdugo
es en blanco y negro") y las alabanzas de un antiguo admirador que solo sabe encumbrarla como el mayor metraje de nuestro cine. Entonces se apagaron las luces paulatinamente, el punto rojo del micrófono permaneció y en pocos minutos los reconocibles acordes de Miguel Asins Arbó nos cautivaron para siempre, no tardaron mucho en aparecer las primeras risas. Uno ya ha visto incontables veces la obra maestra y no duda en sonreír cuando ve que se acerca uno de esos momentos álgidos, en los que el público fuerza su risa para demostrar que no solo tiene gracia sino que se la hace, oiga. Algo parecido ocurrió la semana pasada con
"El Verdugo" (Luis García Berlanga, 1963), presentada por un aún más entusiasmado, si cabe,
Javier Rioyo fascinado por como Berlanga
"había logrado captar la esencia de los verdugos", citando referencias como el mítico documental de Patino o declarándose finalmente como uno de esos filmófilos (enfermedad que Berlanga pondría a la orden del día en
"Nacional III", 1982) que sueñan con volver a ver la película por primera vez.
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El cine de "Sabotaje" |
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Cartel húngaro de "La escopeta nacional" |
El ciclo se ha convertido en un brillante reflejo de una sociedad perseguida siempre por los ecos del pasado,
"Berlanga está más actual que nunca", se encarga de recordarnos José Luis, su hijo, en sus presentaciones, actualizando la incombustible figura paterna. Resulta curioso el análisis de los invitados que han ido circulando por el ciclo, desde la figura más historiográfica encarnada en un
Santos Juliá que no terminó
"de comprender La Vaquilla
en su momento", hasta la más literaria de
Andrés Trapiello y su quijotesco análisis de la primera película de Berlanga en solitario. Sin olvidarnos de
Carmen Iglesias (quien pudo haber hacer realidad el famoso gag de
"Novio a la vista" (Berlanga, 1954) con el infante y sus abuelos, pues dio clases de historia a nuestro actual rey) que posó sobre
"Los jueves, milagro" (Berlanga, 1957) una visión algo gris fundamentada en su adolescencia, historia viva. Hoy mismo prosigue este hermoso peregrinaje que sigue una estela perlada en el cine de Berlanga, en la historia de España, en un ciclo donde lo más importante es volver a reunir a viejos y jóvenes enfermos de filmofilia, dispuestos a reír una vez más —en pantalla grande— con el gran Berlanga.
Luis Alberto de Cuenca se pone al frente de
"Vivan los novios" (Berlanga, 1970), primera cinta en color que, pese a ello, continúa con una España negra que sobrevive en ese inolvidable plano final: la comitiva funeraria que avanza en forma de araña. No se distancien pues de esta delicia cinematográfica que se nos presenta cada semana para disfrutarlos juntos, en familia filmófila. "
¿Les a gustado? Pues se dice, coño, se dice", como diría nuestro querido Marqués de Leguineche.
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"Pues se dice, se dice, que me cuesta quinientas pesetas por cabeza" |
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