La estabilidad mental es una cuerda muy fina sobre la que se tambalean cientos de historias, la mayoría de ellas totalmente sorprendentes y cargadas de inverosimilitud, apoyadas sobre los coloridos recuerdos de quienes las cuentan bajo el efecto de múltiples antidepresivos. En el caso de la protagonista de "Locas de alegría" (Paolo Virzì, 2016) todos nos parece poco creíbles, empezando por esa especie de manicomio con privilegios, todo ello es una excusa para narrar una comedia divertida, femenina y algo alocada, al más puro estilo "Thelma & Louise" (Ridley Scott, 1991), pero con una increíble dosis de socarronería italiana. Una vez más la península en forma de bota se consolida como fuente de excesos, tanto de un lado como del otro, y nos ofrece un divertimento que arrastra una inesperada crítica social y reivindicación de la figura de la madre. Virzì le regala así el papel más tierno a su esposa, una imponente Micaela Ramazzotti que pese a todo queda algo encogida frente al torrente de frescura que supone Valeria Bruni Tedeschi, a la que llamamos loca por su residencia en esa especie de centro de ayuda, pero que aceptaríamos como una sex-and-the-city-girl más sin la viésemos de compras por la Vía Montenapoleone. Todo queda en un cúmulo de vistosas imágenes, una comedia de carcajada que encierra un terrible drama del que el propio espectador huye, porque al final lo más sencillo siempre es volver a casa. "La pazza gioia" (si título original) es una buena película, llena de personajes estrambóticos dignos de aparecer en una estampa italiana de Sorrentino, situaciones y escenas divertidas, elegantes y claras en su filmación, que sin embargo estamos aburridos de ver una y otra vez. Sólo cuando las locas toman el auténtico control (con delirante guiño director a "Los idiotas" de Lars von Trier, 1998) descubrimos que ha merecido la pena descubrir este producto de tarde vacacional.
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