Desde su estreno en Mérida, crítica y público han acogido con templanza (como siempre en teatro) esta libre adaptación de Vicente Molina Foix de los textos de Eurípides, Séneca y Apolonio de Rodas, retratando en drama griego desde una poderosa fuerza interpretativa reciente en su protagonista, y un apoyo esencial como es el personaje de Consuelo Trujillo, brillante en su vis cómica y popular que busca en todo momento las risas del público. Es cierto que el teatro en estas fechas se ve siempre interrumpido por cientos de personas que, incapaces de guardar cama, dejan su garganta al dominio público convirtiéndose en un personaje más de esta "Medea". También se debe agradecer a todas aquellas personas que estando en una misma situación aguantan expectorar el gaznate. Molina Foix apuesta también por un coro algo inusual, muy entrometido en la trama, y quizás demasiado explicativo, aunque es cierto que resulta fácil perderse en esta Teogonía griega, repleta de dioses y ninfas asesinas. "Medea" resulta una de las obras más atractivas de este ciclo, así como la "Hécuba" de Eurípides que Concha Velasco nos trajo la temporada pasada, la fuerza de este personaje reside en la gran tragedia de una mujer traicionada autora de una venganza desproporcionada, perdida entre la maternidad y la hechicería que se retrata con majestuosidad en esta versión, aún sin terminar de comprender las fantasmagóricas voces en off de los protagonistas. Sin embargo resulta fascinante la proposición de que la mayoría de los actores estén constantemente en el escenario, en las sombras, causantes de una omnipresencia peculiar, presente en la evolución del personaje de Medea.
Una colina y una enorme puerta nos sirve para transportarnos a la Antigua Grecia, presentados por una genial Consuelo Trujillo y una sensacional Ana Belén que crece como Medea según se va alimentando la tragedia. Su maternidad obligada por unas costumbres rudimentarias hace que su relación con Jasón pierda el carácter amoroso que le llevó a contraer matrimonio tras las aventuras de los argonautas y el vellocino de oro, Ana Belén maneja magistralmente la Medea enamorada y la Medea hechicera y vengativa. Dos aspectos que se ven también muy matizados en el texto, y que la solemnidad de Ana Belén es capaz de plasmar sin palabras, como la verdadera esencia teatral. Adolfo Fernández, Jasón en la adaptación teatral, resulta por el contrario algo desentonado e incluso cómico, un matiz que no parece buscado pero que está más que destacado en la interpretación, y es que puede que tenga relacionada esta época con "¿Y Antígona?" de Joan Casas o "A Electra le sienta bien el luto" de Eugene O'Neil, dos obras en las que a participado en las versiones dirigidas por Paco Obregón y Mario Gas. José Carlos Plaza, encargado de la "Hécuba" de Concha Velasco y de la anterior versión de "Electra", se pone al frente de otra imponente mujer griega y logra captar la fuerza a la que nos tiene acostumbrados, aprovecha al máximo la puesta en escena, y nos ofrece una obra donde se deberían matizar los brotes cómicos que rezuman algunas interpretaciones. Entradas Agotadas, Ana Belén Magnífica, y una Dramaturgia Actualizada y después de todo, divertida.
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