
La fama persigue a una serie de personajes que encuentra su descanso entre las impresionantes montañas suizas, desde un Maradona obeso a un actor en busca de un destino interpretativo. Fred Ballinger, interpretado por Caine, perseguido por sus "Canciones Sencillas", lanza una angosta mirada al mundo que ahora le rodea y que dará una vuelta a su rutina habitual. A través de los personajes, el espectador realiza una experiencia única, que salta por todos los sentimientos que el ser humano es capaz de experimentar. Desde el placer más carnal a la belleza más hermosa que se puede apreciar en las lágrimas contenidas de un reputado compositor, o ese elegante gesto cargado de cierta melancolía que une la vejez y la juventud en un sencillo violín, sin la importancia estética de "La gran belleza", "La Juventud" es mucho más bonita y elegante, víctima de su dirección e intérpretes galardonados en los Premios del Cine Europeo. Mucho más allá que una reflexión, muestra el miedo del propio director hacia envejecer, perseguido por los fantasmas de sus películas, aunque ya haya afirmado que "por conseguir la inmortalidad, destruiría todas mis películas". Resulta verdaderamente asombroso como la Academia estadounidense no ha reconocido un productor fabricado enteramente para el gusto europeo, con el idioma incorporado para su propia comprensión. Sinceramente, los diálogos de Sorrentino resultan magistrales, elegantes, y de una sátira excepcional, sin embargo "La Juventud" no precisa de ellos para transmitir la esencia que busca. Es una auténtica obra maestra, una unión de los mejores géneros para llegar al propio mundo real, donde la Reina de Inglaterra se acomoda en su trono de ocio. Maravillosa.
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