Vanity Fair está escrito desde una sofisticada elegancia y un astuto sentido del humor, logran las entrevistas más exclusivas y sus reportajes se elaboran con un exquisito mimo que nos embauca y nos lleva a una divertida lectura de amor y lujo. Fue uno de estos artículos el que me llevó a
"Riviera" (creada por Neil Jordan, 2017), una miniserie que comparte marco con el
Vanity Fair y que presume de una imagen refinada y una trama negra escrita al limón por el propio Jordan y un veterano en la narrativa criminal, el gran
John Banville —también conocido como Benjamin Black— premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2014, aunque esta sea sólo otra excusa para asomarse a esta historia ambientada en la Costa Azul.
"Riviera" tiene un comienzo cuando menos convencional, un millonario, un yate, un cuadro, una explosión y una joven viuda con mucho por descubrir, ésta es
Julia Stiles, cuyo rostro asociado a comedias románticas y a la saga
"Bourne" (2002-2016) no ha hecho más que atraer al público equivocado. A medida que la trama avanza disfrutamos otra vez como si estuviéramos ante el
Vanity, un eficaz retrato de un mundo en el que las drogas se mezclan con champán y los mafiosos son la mejor guardia personal que puedes contratar, una aguda trama que se desarrolla con astutos giros de guión que no siempre coinciden con el
cliffhanger del episodio, un recurso televisivo cada vez más inútil en una era en la que escogemos cuando y cómo ver el material. La historia toma un ritmo frenético e imparable cuando aparece un disco duro —con llave por separado— que no no deja de ser un
macguffin que suma suspense a este cinematográfico retrato de la
jet set internacional.
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Lena Olin, anfitriona en la casa de su ex |
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Entre la Preysler y la Carrington |
El principal fuerte de "Riviera" es su capacidad de sumergirnos en los distintos ámbitos de poder, de tal manera que llega a tomar el cauce sorrentiniano, con una estética más cercana a un catálogo de Ikea que al propio cine de Sorrentino. Destaca en este punto el personaje de la sueca Lena Olin, una maternal y poderosa mujer de sociedad, entre Isabel Preysler y la Joan Collins de "Dinastía" (creada por Richard Shapiro, 1981-89), señora dispuesta a todo con tal de salvar el caché de su apellido y seguir siendo invitada a los convites más influyentes de la zona. Con todo ello nos movemos por el alto mercado del arte, engorrosos problemas con Hacienda, paraísos fiscales, coches, fiestas y los muchos problemas que puede acarrear una herencia de millones de euros, para terminar componiendo un relato coherente y estilizado que termina por poner a cada personaje en su sitio. La principal muestra de que esta Europa no es la nuestra se resume en una frase que dice el hijo mayor del difunto millonario: "son sólo dos rayas de coca, mamá". La mayor decepción de "Riviera" es precisamente lo alejada que está del reportaje que me llevó a ella, imágenes de villas clásicas, reuniones de espías y Grace Kelly en la piscina mientras Somerset Maugham toma una copa junto a Winston Churchill en la fotografía anterior. Todo ello se releva por una estética plastificada y unos personajes al servicio de una —buena– historia, al final todo es como un anuncio de sí mismo. Pese a todo perviven la frivolidad y el exceso de aquella época, aunque la extravagancia y el cinismo se hayan perdido en esta adaptación. Sus referentes bien podrían ser Carmen Posadas o Boris Izaguirre, la elegancia y el protocolo son otro personaje.
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