lunes, 4 de septiembre de 2017

Valerian y el futuro de Europa

"Valerian y la ciudad de los mil planetas" (Luc Besson, 2017) es como una cápsula de ácido lisérgico que explota en cientos de colores y alucinaciones, un mundo heredero directo de "Blade Runner" (Ridley Scott, 1982) y "Star Wars" (George Lucas, 1977), con los enormes edificios que se levantan en una ciudad que está en otra dimensión y personajes que escapan del enemigo por el vertedero. La carrera de Besson ha devenido en películas cada vez más destinadas al entretenimiento, un papel que él mismo se propone jugar contra la industria americana, tomando incluso a sus nombras más rentables. "Valerian..." es la película europea más cara de la historia. Un blockbuster que cumple con su función, soy de la época de Harry Potter y del resurgir de Star Wars, pero no me importaría jugar a ser Velerian en los recreos, un héroe divertido y un reparto de extraterrestres realmente genial. Dane Dehaan resulta soso, pero es ahí dónde encuentra su distintivo de nuevo Skywalker, enfrentado directamente a personajes tan excéntricos como el breve —pero intenso— interpretado por Ethan Hawke. La joven promesa del momento, Cara Delevingne, queda predestinada para un futuro como heroína de acción, siguiendo la estela de otras femme Besson, como Scarlett Johansson o Milla Jovovich. La gran apuesta de "Valerian..." no tiene que ver con su reparto ni con su presupuesto, tampoco con una historia habitual de "save the world", en este caso the galaxy. La genialidad está en su particular modo de utilizar un mundo ideal para devastarlo como siempre por la raza humana.

Dos turistas en otra dimensión

Besson entre sus héroes de infancia
El film comienza en un mundo compuesto a base de buenrrollismo, naturaleza exótica y LSD, un preámbulo que —como se prevé, por lo que no es ningún spoiler— termina arrasado por una guerra que poco tiene que ver con ellos. Una metáfora facilona, pero necesaria y olvidada, de lo que todavía ocurre en África. La universalidad de "Valerian y la ciudad de los mil planetas" está precisamente en su capacidad para abarcar todos los problemas que nos rodean, quizás demasiado para una humilde película. Ha pasado más de medio milenio y seguimos acarreando una terrible crisis económica, continuamos destruyendo especies para el beneficio humano y los artistas siguen temiendo trabajar como camareros —genial el guiño de Rihanna— y todo ello con la presunción de que en los próximos cien años lleguemos a un tratado de paz en nuestro planeta. A decir verdad, tras los mensajes de odio que se han difundido tras los atentados de Barcelona, estamos muy lejos de saludar a un musulmán, como ocurre al principio de la cinta mientras la space oddity de Bowie suena cada vez más extraña y el "gran salto" del Major Tom sólo parece posible en la letra de una canción. Besson se divierte en una película que desea desde la infancia, desde que leía los cómics en los que se basa, y se regala un film impoluto, un súperventas que esconde un terrible e inevitable mensaje. Por eso me encantaría tener diez años y jugar a ser Valerian en el patio del recreo. 


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