En los últimos años la industria del cine está comenzando a alimentarse de sí misma, una especie de Telecinco a gran escala. Tanto los grandes estudios como los autores reconocidos rinden homenaje al viejo Hollywood, una triste moda que deja en evidencia aquel famoso refrán —"uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde"—. Los productores han encontrado su gallina de los huevos de oro en una época llena de historias perversas y estrellas decadentes que dejan en su estela el paso a jóvenes promesas, retratos miserables de un mundo que pervive en nuestra memoria lleno de
glamour y grandes divas sonrientes. Un mundo que ahora se nos vende como una manzana envenenada, como las provocadoras columnas de Hedda Hopper, siempre dispuestas a descarnar cualquier sencillo rumor que corra entre las malas lenguas. Quizás por ello el personaje de Hedda sea uno de los más recurrentes en este nuevo resurgir del viejo Hollywood, ya no están las grandes estrellas, no existen. Por ello las que lo fueron hoy son leyenda, y los trapos sucios de una leyenda son hoy celuloide difícil de inflamar. Los hermanos Coen crearon un mundo de triunfadores insensatos rodeados por el enemigo comunista y protegidos por un pobre detective privado, una fábula blanca y triunfal, una comedia referencial que emulaba aquellos años que
"¡Ave, César!" (Joel y Ethan Coen, 2016). Ahí estaba el personaje de Hopper, escondido tras un
álter ego y un ridículo sombrero, encarnada por la voraz Tilda Swinton a golpe de pluma. Es normal que los Coen hayan hecho estallar este
boom, al fin y al cabo su carrera iba ligada a otra época, su particular
remake de
"El Quinteto de la muerte" (Alexander MacKendrick, 1955) y su homenaje a la
screwball comedy con
"Crueldad intolerable" (Joel Coen, 2003), les habían merecido el derecho de explotar la burbuja.
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Bette and Joan |
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Joan con el Oscar de Anne Bancroft |
Es triste ver en nuestras pantallas como Hollywood se devora sin piedad, quema sus viejas historias del pasado, destruye sus leyendas por un público y una crítica que las consume hambrientos de metraje, de conocimiento. Fascinados, al mismo tiempo, por la leyenda.
"Feud: Bette and Joan" (creada por Ryan Murphy, 2017) es el último producto que ha parido este peculiar movimiento, y aquí estoy yo, com toda la miniserie consumida y dispuesto a alabar cada uno de sus capítulos. Esta atracción que sentimos hacia el pasado se explica con una cita del excéntrico Jack Warner que interpreta
Stanley Tucci, en la que viene a decir que a la gente le gusta el
hagsploitation —thrillers protagonizados por "viejas glorias"— por ver la degradación de esas actrices. La creación del término se le atribuye al propio Warner, y es también el motivo por el que ahora nos aficionamos a estas producciones, nos dejamos arrastrar por el morbo.
"Feud" es una serie brillante, estructurada conforme a dos leyendas como son Bette Davis y Joan Crawford, dos seres enfrentados por el talento y el aspecto.
Susan Sarandon y
Jessica Lange se implican hasta sudar como ellas —ahí entra su interés como productoras— y nos regalan dos interpretaciones magistrales, conducidas por un guión brillante, con diálogos brillantes construidos a partir de sus famosas frases. No importa que Sarandon lleve las tetas más altas que el moño en los canales de Venecia, para ser Bette Davis es capaz de bajárselas y caminar como ella. Tampoco importa el estirado rostro de Lange, durante los ocho episodios nadie puede negarle que es Joan Crawford. Ambas son un retrato magro de las dos divas.
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Joan and Bette |
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Olivia y Bette |
Personalmente soy un gran espectador de las películas sobre rodajes, lo que sin duda me atrajo a ver lo que se rescataba de uno tan comentado como el de
"¿Qué fue de Baby Jane?" (Robert Aldrich, 1962). Una enemistad real que, como dice la dulce Olivia de Havilland de
Catherine Zeta-Jones, no nace del odio, sino del dolor.
"Feuds are about pain". Pero la eterna Melanie Hamilton de
"Lo que el viento se llevó" (Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood, 1939) sigue viva y se ha manifestado contra el retrato de su persona en
"Feud". Esta última genialidad de Havilland, que irá a los juzgados, no es más que el último coleteo de un Hollywood que se nos escapa, una industria con carácter, arriesgada y frívola. Son esta clase de testimonios los que nos llevan a ir corriendo a nuestro televisor.
"Feud" se ve como una pieza única, un emotivo retrato del dolor que existía entre dos grandes actrices de las que hoy pervive su imagen. Woody Allen recurrió a la época para servirnos un elegante plato de nostalgia con
"Café Society" (2016) y
"Trumbo" (Jay Roach, 2015) recuperó un personaje ahogado por la historia y sacó los trapos sucios del
macartismo, allí estaba también Hedda Hopper interpretada por Helen Mirren.
"Feud" lo hace por necesidad, la historia se lo pide, y así se crece en una estética de cartón piedra, como el cine de la época. Las mejores películas son las que se notan que son películas, donde todo está a disposición de la historia y la cámara. Por lo que
"Feud" rescata su época, su cine y sus leyendas en cuerpo y alma, no hay nada más morboso.
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Susan Sanrandon as Bette Davis |
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Hedda y Joan |
Cómo el propio Allen desdibujó en
"Un final made in Hollywood" (Woody Allen, 2002), los grandes estudios tienen su fórmula y —verdaderamente, no sé cómo— seguimos tragándonosla con la misma emotividad que la primera vez. El final de
"Feud" es totalmente
hollywoodiense, un triste y sonoro reflejo de la soledad que nos persigue en los créditos, clavándose en nosotros como una astilla difícil de sacar. Y luego está esa imagen traída directamente de
"El crepúsculo de los dioses" (Billy Wilder, 1950), las estrellas del pasado alrededor de una misma mesa mientras juegan al póker. En la escena original estaba la auténtica Hedda Hopper disfrutando de los resquicios que quedaban de su carrera como actriz, aquí está
Judy Davis en su lugar, junto a Jack Warner, Bette Davis y una Joan Crawford que se despide como de verdad hubiera merecido. Es mayor la tristeza cuando nos damos cuenta de que la escena más bonita —el reconociendo más emotivo— es precisamente la que nunca existió.
"Feud" no habla del enfrentamiento entre Bette y Joan, es un duro retrato de un viejo Hollywood al que admiran, un Hollywood repleto de las más grandes estrellas sumidas en su propia soledad. Claro que, como dice Susan Sarando,
no necesito subtexto, sino un buen texto. Por lo que disfruten de la serie en su plenitud, déjense guiar por el morbo y ni siquiera se planteen qué fue de Hollywood.
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Jessica Lange as Joan Crawford |
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