sábado, 9 de septiembre de 2017

El animal más hermoso del mundo

Durante la promoción de "La condesa descalza" (Joseph L. Mankiewicz, 1954), Ava Gardner se encontraba en lo más alto de su carrera. Acababa de ser nominada al Oscar por su interpretación en "Mogambo" (John Ford, 1953) y ya se había convertido en la actriz más bella del mundo, las distintas publicaciones se peleaban por lucir sus pómulos en las portadas y la joven que le había robado el premio no era competencia. Una joven Audrey Hepburn que, en contra de la belleza racial y el atrevido carácter de la Gardner, hacía gala de un dulce rostro y una delicadeza que buscaba un público totalmente distinto. "La condesa descalza" le presentó la oportunidad a Ava de colaborar con el gran Mankiewicz, autor privilegiado del Hollywood de oro y reconocido por los grandes papeles que había brindado a sus musas. Gene Tierney en "El fantasma y la señora Muir" (1947), Bette Davis en "Eva al desnudo" (1950) o el eterno trío de ases que formó con Jeanne Crain, Linda Darnell y Ann Sothern en "Carta a tres esposas" (1949). Papeles que el propio Mankiewicz escribía con la afilada pluma y la elegancia narrativa que se presumía en la época. Entonces fue cuando "La condesa descalza" se convirtió en un satírico reflejo de la realidad, Mankiewicz era ese Humphrey Bogart director de cine al servicio de un caprichoso director en busca de un rostro atractivo para levantar su película. El mítico director de origen alemán parecía superado por la propia industria que pretendía ridiculizar y Ava Gardner se comió la película, la crítica terminó por tachar de fría a su interpretación, que era nada menos que el de una bailarina de flamenco española.

Ava, Clark Gable y John Ford en el set de "Mogambo"

Mankiewicz dirigiendo a Ava
Pero Hollywood responde al dinero no al papel de periódico, y al poco tiempo se podían ver carteles sensacionalistas del film, en los que se podía leer: "The World's Most Beautiful Animal!". En el momento que la película de Mankiewicz pasó a ser anunciada como un espectáculo de circo, dejó de ser una película de Mankiewicz. Pero la combinación de Gardner, Bogart, el cine, los millones y Europa llamó al dinero, la gente acudió a verla en manada, y eso que en España se estrenó en enero de 1956, dos años después de su producción y con Bogart afectado de un cáncer de esófago que acabaría con su vida un año después. El guión, una inteligente versión prosada de "La cenicienta", recibió nominación al premio de la Academia, y el film fue recompensado con el Oscar al Mejor Actor de Reparto para un sudoroso —por exigencias del guión— Edmond O'Brian. La Gardner ya se había enamorado de España durante el rodaje de "Pandora y el holandés errante" (Albert Lewin, 1951), donde se hizo asidua a los ruedos de su amante Mario Cabré, además de al Chicote donde compartía tertulia con nuestros más reconocidos pensadores que caían a sus pies al tercer cóctel. Recientemente, hablando con Isabel Vigiola —quien fuera esposa de Antonio Mingote— recordaba sus tiempos como secretaria del gran Edgar Neville. Situaba la acción en un día de verano en la piscina de Neville, donde de pronto apareció Ava Gardner con un glamouroso traje de baño. Las miradas de los hombres recorrieron su figura de forma agitada, aunque también la de una joven Vigiola que quedó fascinada al comprobar que "¡hasta los pies tenía bonitos!". Brillante y premonitoria apreciación, pues en "La condesa descalza" perviven esos pies en busca del zapato perdido en la medianoche. 


Ava era mujer y bailaba descalza
Ava Gardner era una gran mujer, pero no una gran actriz. Tenía demasiada fuerza para la cámara, tenía su propia atmósfera, lo que hacía que el celuloide girara por completo entorno a ella, olvidándose de historias o tramas. En "La condesa descalza" no consigue estarse quieta ni estando esculpida en mármol, claro que en eso ya tenía la experiencia de "Venus era mujer" (William A. Seiter, 1948). No conozco otra actriz a la que se le haya esculpido en tantas ocasiones. El film de Seiter era una comedia habitual en los años cuarenta, dos hombres, un trama enrevesada con sencilla solución y una mujer que guía la trama. Pero el problema vuelve a estar en que Ava era mujer, y una vez más su fuerza termina por derribar la película. ¿Qué diría hoy el colectivo feminista ante un cartel comercial en el que se vende a la actriz protagonista como "el animal más hermoso del mundo"? Tristemente hoy hubiera sido imposible que una mujer como Ava Gardner encabezara nuestra cartelera habitual. John Huston sería el hombre clave en su carrera, precisamente porque era muy hombre además de un genial director, ya había logrado con "Vidas rebeldes" (1961) que tomásemos a Marilyn como una actriz de carácter, un papel hecho a su medida que se convirtió en el mayor retrato de la América profunda. Si lo logró con la Monroe, Ava Gardner no iba a ser menos, y así juntos filmaron "La noche de la iguana" (1964) y la magia de Tennessee Williams surtió efecto sobre la Venus a la que se le resistía el celuloide. Concha Velasco afirmó recientemente que Ava tenía una piel repugnante, si es así, no lo demostró hasta "La noche de la iguana". Su interpretación fue premiada en el Festival de San Sebastián. La TV movies y las grandes producciones —como "La Biblia" (1966) que le regaló el propio Huston— terminaron con su carrera, elevando el mito, escondiendo a la actriz, pero siempre luciendo los pies más bonitos del mundo. 

Riendo junto a Richard Burton en "La noche de la iguana"

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