El cine sueña desde hace tiempo con un futuro imaginario, una idealización absurda basada en el avance tecnológico que siempre termina por volverse en nuestra contra. ¿Por qué va a ser mejor que los coches vuelen o que los anuncios sean en forma de holograma? Marinetti fue el ejemplo práctico de que el futurismo termina siempre en fascismo, está en el propio devenir del hombre la ambición a hacerse con todo. Quede ahí la famosa revisión que James McTeigue hizo en
"V de Vendetta" (2006) del
"1984" de Orwell o los Replicantes de la mítica
"Blade Runner" (Ridley Scott, 1984), que volverán a darnos la lata este octubre. Siempre siguiendo la tendencia de un inconformismo con nuestro presente, se levantan tramas a partir de teorías científicas, como
"Life (Vida)" (Daniel Espinosa, 2017), o se vuelve a copiar el estilo de Scott con Takeshi Kitano al estilo de
"Ghost in the Shell" (Rupert Sanders, 2017), dos obras de una excelente producción técnica que quedan vacías, como cáscaras sin alma que no se creen lo que contienen y se van desmoronando según avanza el metraje. Excepto por pequeñas excepciones, el divertido y pretencioso final del film de Espinosa, el futuro cinematográfico está en una terrible crisis creativa, ya lo dijo Pedro Barbero (
"El futuro ya no es lo que era", 2016). Paradójicamente la ciencia ficción ha encontrado su mejor refugio en la comedia, como el propio ser humano, desde
"Regreso al futuro II" (Robert Zemeckis, 1989) a
"Guardianes de la galaxia Vol. 2" (James Gunn, 2017), la disposición de la raza humana a reírse de sí misma ha tenido siempre un buen futuro.
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Ciudad futurista de "Ghost in the...", perdón de "Blade Runner" |
España tampoco es diferente,
"Acción Mutante" (Álex de la Iglesia, 1993) enmarca un futuro apocalíptico desde la comedia más bestia e irreverente, con la gran suerte de que con nuestros medios nunca optaremos a copiar el mapa conceptual de
"Blade Runner", como se ve descaradamente en la cinta de Rupert Sanders. Con
"Eva" (Kike Maíllo, 2011) entramos en otro de esos terrenos farragosos de inteligencia artificial y autómatas que corresponden al desarrollo psicosexual de mente humana, perfectamente ejemplificado en el androide placebo que interpretaba Jude Law en
"A.I. Inteligencia Artificial" (Steven Spielberg, 2001). También algo de esto hay en
"Ghost in the Shell", donde la sexualidad de Scarlett Johansson sale a relucir en cada escena, incluso (o por supuesto) cuando habla con su maestro, un indomable Kitano que resulta lo mejor de la película, manteniendo su japonés original. No olvidemos que la mejor adaptación cinematográfica del clásico de Robert Louis Stevenson es
"El planeta del tesoro" (John Musker y Ron Clements, 2002), con sus bufones robóticos y extraterrestres a bordo del galeón solar, de lo que se deduce que el futuro es mejor cuando imita a lo clásico o lo que Nietzsche definiría como
eterno retorno. A partir de esta conclusión se levanta la mejor película futurista de los últimos años,
"Interstellar" (Christopher Nolan, 2014), partiendo de la deriva ecológica del planeta y completa con esas teorías físicas que nadie entiende pero que disfruta dejándose guiar por el firme pulso de Nolan, además del logro de encerrarse en una nave espacial sin caer en el precedente de
"Alien, el octavo pasajero" (Ridley Scott, 1979). ¿Para cuando el auténtico futuro?
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Jessica Chastain y Casey Affleck ante los campos de "Interstellar" |
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