sábado, 24 de diciembre de 2016

¡Dinamita! (en lo oscuro del abismo)

De las repetitivas y grises historias de las novelas televisivas de media tarde ha nacido Tirso Calero, un jovial y apetitoso dramaturgo que muestra en sus obras una irremediable necesidad de abandonar la planicie de "Bandolera" (2011-2013) o "Amar es para siempre" (2005-actualidad). De ese impuesto requisito se adivina una llamativa intención de huir de ello, con una narrativa algo dispersa rociada de un humor casi surrealista y decididamente televisivo, en ocasiones con cierta estructura de sketch, que se desvela al pretenderse teatro. Sin embargo la desbordante utilización del absurdo termina por sumir al espectador en carcajadas sonrojadas que aumentan al darse cuenta éste de la situación de la que ríe. Un extraño y divertido uso del humor que se planta sobre tres personajes únicos totalmente desquiciados o llamados a la locura por lo límite de la situación en la que realmente se encuentran, a cualquiera de ellos no le importaría explotar abrazado a un cartucho de dinamita. Así bautizó Calero a su obra, "Dinamita", un divertimento nada convencional que no pierde la crítica habitual a la situación laboral, ésta sí, más al uso. Dentro de la habitual y repetitiva gracia teatral que se plantea sobre las tablas de hoy, se agradecen propuestas innovadoras que pretendan elogiar un pasado que siempre fue mejor, aunque en este caso esté sin cuajar. Ante uno de los momentos más divertidos, hacia el final de la obra, me fue revelado que ese gag había sido ensayado por primera vez ese día, el último en los Teatros Luchana. Lo que no deja de ser una buena noticia, pues estando la obra en formación, no es más que una muestra del aumento humorístico que sufrirá la obra en las siguientes representaciones.


Para dar vida a esos personajes, Calero cuenta con Manuel Tallafé, habitual en el cine de Álex de la Iglesia, y Guillermo Montesinos, fetiche berlanguiano en la última etapa del maestro, dos representantes de la comedia tradicional española que se dan la mano en una muestra de intercambio generacional, completado con la intervención de Fernando Vaquero, salido del monógamo universo de la televisión de media tarde escrita por Calero. Es precisamente la fuerza de los intérpretes la que levanta esta obra sobre arenas movedizas, y la que hace que la obra crezca en cada una de sus representaciones. Tras cerca de dos meses (con una función por semana) en los citados Teatros Luchana, parece ser que la obra, levantada por Meditea Teatro, busca teatro para consolidarse y ofrecernos así el esperado "musical con más de veinte actores que deja a "El Rey León" a la altura del betún". El devenir de la trama es tan injustificado que brilla en su indefinición, después de todo el espectador ya está dispuesto a enfrentarse a lo que se le eche encima, como ver a Tallafé disfrazado de hombre abeja o a Montesinos con gorra castrista. El cariño que uno toma sobre una obra de tales dimensiones acredita cualquiera de las locuras sin precedentes escénicos que aquí se muestran se acepten como clichés clásicos de un teatro que en breve disfrutará de esa reducción del IVA. Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, esas fechas en las que se reúne toda la familia, y a más de uno le gustaría poner un cartucho de dinamita en medio del salón. A mí no desde luego.

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