lunes, 26 de septiembre de 2016

Paesa, el hombre mínimo

Francisco Paesa Sánchez es uno de nuestros agentes secretos más conocidos, su vida es una auténtica montaña rusa cuyos raíles son las mentiras, desde que se le dio por muerto, con cántico gregoriano mediante, su figura se ha ido convirtiendo en leyenda, hoy parece que "El hombre de las mil caras" (Alberto Rodríguez, 2016) es la primera pieza de una resurreción de la vida, elaborada por la misma cabeza que se las ingenió para intentar salvar a Roldán, o al menos su dinero. El film basado en las hazañas buro-estratégicas de Paesa hace justicia a cientos de thrillers perdidos y borra el sentido de "cine español", demostrándonos que no tenemos nada que envidiar al resto de cinematografías, y mucho menos a Hollywood. La fluidez del metraje es verdaderamente sorprendente, la capacidad de estar en Ginebra, París o Madrid con un mismo personaje sin que éste parezca sobrehumano es realmente fantástica, es un trabajo brillante que nos sitúa tras la figura del Paesa espía, siempre unos cuantos pasos más atrás. Para ello entra el elemento de ficción, una ingeniosa labor de Rafael Cobos y el propio Rodríguez que elaboran un guión sin fisuras, incorporando la figura clave de Camoes, ese ser omnipresente que nos cuenta una fantasiosa historia de espías, desde ese punto las mentiras se convierten verdades y el suspense está servido. La genialidad de esta narración es que llega a ser innecesaria en algunas secuencias (pues la información dada ya es recibida por otros medios), sin embargo no es más que una hábil táctica para crearnos cierta dependencia a ella, acentuando así el clímax cuando desaparece y nos deja a merced del astuto cerebro de Paesa.


Eduard Fernández resulta el Paesa perfecto, contenido, elegante, inteligente y astuto, irónico y acabado, al menos en su profesionalidad con el Gobierno, un Paesa pre-Tailandia donde se ve "esposado" a la ingenuidad de un Roldán totalmente desubicado, un Carlos Santos incapaz de seguir un buen consejo. Lo que nos hace sospechar que la Concha de Plata de San Sebastián no es más que el comienzo de una larga lista de premios. La película está llena de matices hollywoodienses, un filtro delicioso que hace que el espectador disfrute por completo de un cine que es al mismo tiempo comprometido (no sólo con el tema sino con la industria en sí misma) y comercial, lo que quizás argumente la reiterada explicación de determinados puntos para que no se pierda el espectador. He leído en más de una entrevista que el film podría haber sido de cualquier nacionalidad, que lo importante es el tema y la narración del mismo, y lo cierto es que en el aspecto técnico probablemente sea cierto, sin embargo hace falta haber mamado la teta de la corrupción para situarse políticamente. No es suficiente con saber que unos roban o usurpan las arcas públicas, y "El hombre de las mil caras" es un auténtico manual de aprendizaje en ese sentido. Se podría decir que el film llega en el momento oportuno, el caso es que cualquier momento hubiese sido el oportuno desde hace algo más de veinte años. Es un thriller político o un biopic sobre la primera vida de Paesa, el caso es que el color de la cinta no se deja consumir por el género, en todo momento se mantiene una luz clara e identificativa, aclarando que aquí las únicas trabas las pone la historia y nunca el ambiente, además de la elegancia parisina que Álex Catalán capta con discreción. La música de Julio de la Rosa cumple un papel esencial, ésta sí se mimetiza con el género y acentúa todos los aspectos de la trama sin arrancarle protagonismo.


Alberto Rodríguez encadena éxitos desde "Grupo 7" (2012), siendo "La isla mínima" (2014) el gran objeto de alabanza en su temporada, donde no sólo sumó la gran mayoría de los premios posibles, sino que abrió la veda para un cine de autor abiertamente comercial en nuestro país, una historia oscura, tratada con delicadeza que reunió a más de un millón de espectadores en España. "El hombre de las mil caras" pierde esos planos preciosistas y ese dominio abusivo del género para volcarse con su historia, involucrando así al público en su mentira. El resto del reparto forma un imaginario realmente fantástico, las dosis de realidad son las pocas que restan algo de veracidad a la ficción, como ese fantástico Belloch (Luis Callejo) y su genial cara a cara con Pedro Casablanc, tampoco faltan dosis de humor negro e ironía en la narración. Con el gran José Coronado como cómplice, quien se mueve como político en las arcas del Estado con un papel hecho a medida, como los trajes que visten todos y cada uno de los personajes. Nos encontramos en los 90' pero cualquiera pensaría que estamos en el noir del Hollywood de las décadas de 1930 o 1940, entre gabardinas y gafas de pasta que Fernando García domina ya con cierta soltura. Otro aspecto brillante es el tabaco, ahora nadie fuma en la películas, los actores no saben que hacer con las manos, en "El hombre de las mil caras" resulta indispensable un cierto filtro fotográfico que aporta el humo, el del cigarrillo que Paesa siempre sostiene. Aprovechando toda la promoción de la película, el auténtico Paco Paesa (afincado en París), ha concecido oportunamente una entrevista al Vanity Fair, aclarando entre otras cosas que "cuando fumo no miento". Una genial aparición que se presenta en un momento crucial, que como el film podría haberse dado en estos últimos veinte años. Por último cabe destacar la figura de Emilio Gutiérrez Caba, una figura latente, un auténtico agente secreto que finalmente actúa como una señal redentora y salvadora. No se pierdan esta brillante crónica negra de nuestro país, una vuelta a la necesidad de crítica que se vio en el cine político de la transición, y que ahora vuelve apoyado con el auténtico cine.

No hay comentarios:

Publicar un comentario