El cine bélico ha sido un auténtico estigma en nuestro cine, tuvo un primer momento de éxito durante la formación de los cimientos del franquismo, donde se elogiaban las cruzadas nacionales, siendo "Tierra de todos" (Antonio Isasi-Isasmendi, 1962) una de las primeras cintas bélicas donde reina la ambigüedad sobre unas imágenes realmente reveladoras, claro que después de una primera escena realmente asfixiante y genial entre la bruma y las matas, se desarrolla una gran historia de personajes sobre un claro telón bélico como lo es la guerra civil, pero sin volver directamente a ella. Algo parecido ocurría en la primera parte de "Balada triste de trompeta" (Álex de la Iglesia, 2010), una deliciosa muestra de violencia y desenfreno, y tal vez una de las batallas sobre la guerra mejor filmadas de la historia, sin embargo la historia tiene finalmente otro objetivo. "Gernika" (Koldo Serra, 2016) se presenta como un film bélico, una obra de armisticio cinematográfico que propone narrar un hecho histórico situándose como meros espectadores, sin tomar ningún bando declarado. El personaje de James D'Arcy lo deja muy claro desde el principio, "odio la propaganda, me da igual de que lado venga", claro que para igualar el odio que el público siente impulsivamente hacia los nazis, es necesario aferrarse a comunismo férreo y cruel que nos muestre "la dureza del bolchevique". Después de todo, el film de Serra se convierte en una preciosa postal del País Vasco, con sus paisajes inigualables, auténticos caseríos y un Bilbao eterno que perdura en su Teatro Arriaga, después de todo parece que estamos ante un elemento de propaganda. Dentro de toda la épica cinéfila que embauca al film, éste llega a ella en sus pequeños detalles, en el americano que se decide a arreglar un coche o en el padre Álex Angulo que nos vigila desde la fotografía.
Ser una de las películas españolas que se plantea como cine bélico, y sobre todo ser la primera que trate de lleno el bombardeo de Gernika es todo un reto que tiende a rebajarse con una historia de amor de manual que pretende adaptarse a la historia. Lo cierto es que los cortes que separan el peculiar enamoramiento entre D'Arcy y María Valverde, y toda la planificación del bombardeo resultan algo artificiosos, bruscos en cuanto a la relación entre ambas partes. Quedando de lado otra historia de amor que creo más potente y arriesgada, como la que protagonizan Ingrid García Jonsson y Álex García, una arriesgada fotógrafa de guerra al más puro estilo Capa, y un periodista infiltrado por el régimen fascista, en su pura conveniencia. Tal vez eche menos algo de suspense en cuanto a quién es el infiltrado. Aunque el melodrama que predomina la mayor parte del metraje hubiese tenido un exitoso futuro como miniserie de dos capítulos, el film tiene un enorme valor técnico (el bombardeo es una auténtica delicia) y brilla en los pequeños momentos, en las intervenciones de Víctor Clavijo, Julián Villagrán y sobre todo una magnífica Irene Escolar, capaz de romper el mono del doblaje para hablarnos directamente, papeles pequeños que enriquecen con cierto encanto una película telefilmera. Existen momentos realmente brillantes donde el espectador vive al límite, y donde llega a experimentar la dureza de la guerra civil, con un sabor edulcorado por los momentos realmente pasteleros acompañados por una magnífica música de ascensor. Cuando uno asume todos esos aspectos se enfrenta a una película realmente entretenida, ante un episodio prácticamente desconocido si no es más allá del cuadro de Picasso (con representación del cuadro incluida). Estamos pues ante una épica historia de guerra que Koldo Serra lucha con dignidad y su amado paisaje euskaldún.
Ser una de las películas españolas que se plantea como cine bélico, y sobre todo ser la primera que trate de lleno el bombardeo de Gernika es todo un reto que tiende a rebajarse con una historia de amor de manual que pretende adaptarse a la historia. Lo cierto es que los cortes que separan el peculiar enamoramiento entre D'Arcy y María Valverde, y toda la planificación del bombardeo resultan algo artificiosos, bruscos en cuanto a la relación entre ambas partes. Quedando de lado otra historia de amor que creo más potente y arriesgada, como la que protagonizan Ingrid García Jonsson y Álex García, una arriesgada fotógrafa de guerra al más puro estilo Capa, y un periodista infiltrado por el régimen fascista, en su pura conveniencia. Tal vez eche menos algo de suspense en cuanto a quién es el infiltrado. Aunque el melodrama que predomina la mayor parte del metraje hubiese tenido un exitoso futuro como miniserie de dos capítulos, el film tiene un enorme valor técnico (el bombardeo es una auténtica delicia) y brilla en los pequeños momentos, en las intervenciones de Víctor Clavijo, Julián Villagrán y sobre todo una magnífica Irene Escolar, capaz de romper el mono del doblaje para hablarnos directamente, papeles pequeños que enriquecen con cierto encanto una película telefilmera. Existen momentos realmente brillantes donde el espectador vive al límite, y donde llega a experimentar la dureza de la guerra civil, con un sabor edulcorado por los momentos realmente pasteleros acompañados por una magnífica música de ascensor. Cuando uno asume todos esos aspectos se enfrenta a una película realmente entretenida, ante un episodio prácticamente desconocido si no es más allá del cuadro de Picasso (con representación del cuadro incluida). Estamos pues ante una épica historia de guerra que Koldo Serra lucha con dignidad y su amado paisaje euskaldún.
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