El universo de DC cómics progresa adecuadamente en su
plantel cinematográfico, sus personajes son brillantes, hacen gala de un
pragmatismo carcelario que nos impide discernir entre lo bueno y lo malo dentro
de la moralidad de sus mentes, ya sean calificados como héroes o villanos.
Quizás por ello Marvel ha logrado triunfar con sus perfecta simbiosis entre el
humor y la acción, llevada con un asombroso e imparable ritmo a la gran
pantalla. Por ello y porque, hasta ahora, DC cómics no había logrado alcanzar
los trabajados matices de sus personajes, donde reside su verdadera
superioridad creativa. “Escuadrón Suicida” (David Ayer, 2016) es
por la tanto la mayor obra que la succionadora industria de Hollywood ha
erguido en a última década, fíjense que me refiero en el sentido de industria,
de producto de artificio, materia bruta filmada para un consumo de masas y,
aunque Ayer nos deje pequeños guiños y escenas fuera de lo común para el
Hollywood de lo seguro, falta de una
seña de autor argumental. Es la gran diferencia que tiene por ejemplo con la Trilogía de Batman (2005-2012) de
Christopher Nolan, lleno de trucos dispuestos a tejer los hilos de las
marionetas sobre nuestras mentes, un mal que atenta contra la psique del hombre
murciélago y que permite al espectador situarse desde distintos puntos de
vista, sin ir más lejos uno puede identificarse con los múltiples rehenes-masa
media o con la deliciosa frivolidad del Joker, es pues una auténtica obra de
culto sobre un personaje de DC cómics, pero sin DC. “Escuadrón Suicida” es lo más cercano a ello sin terminar de serlo,
sufre la previsibilidad argumental del producto made in America acompañada de la habitual perfección técnica de los
estudios, sumado a un pequeño halo de originalidad que convierte la película en
una deliciosa joya visual, sin salirse de una estructura base de videojuego
(avanzamos pantallas hasta el “monstruo” final).
La presentación de cada personaje podría convertirse en un
cortometraje propio, es más, por la manera de encajarlos en la historia lo
parece, contando con un maestro de ceremonias de excepción, una insuperable Viola Davis como perfecta cabeza de
turco rebosante de poder y frialdad (sin miedo a purgas como la de Erdogan),
disfruta de su posición incluso cuando se regodea ante sus superiores. Si el
film se ha vendido como “el fuego para
acabar con el fuego”, Davis es un potente lanzallamas para controlarlo, y
no es casualidad que sea mujer y negra. Respecto a la estructuración de la
cinta, el propio David Ayer recurre a “Doce
del patíbulo” (Robert Aldrich, 1967), una evidencia clara que sin embargo
se repite en el avance de sus tropas. Mientras el escuadrón de la OSS se crecía
en cada uno de sus “puntos” (del uno al catorce) hasta llegar a la lujosa mansión
nazi de Rennes, este “escuadrón suicida” no hace más que una sucesiva lucha
contra un ejercito burbujeante y completamente simétrico hasta la esperada y
cumplidora lucha final. Su estrategia de avance es por lo tanto más cercana a
la de “Resident Evil” (Paul W. S.
Anderson, 2002), o la de cualquier película basada en un videojuego con un
mínimo de historia, la misma pelea en diferente escenario. Sin embargo en esas
peleas simétricas donde se incluye alguna gamberrada, también previsible (la
muerte de Slipknot del que no nos ofrecen ni presentación), se mueve con luz
propia el personajes más lúcido del Universo DC Cómics, una Harley Quinn
descomunal a falta de unos cuantos litros de litio que se regocija en la
interpretación de Margot Robbie,
poseída completamente por el genial Joker desfasado de Jared Leto, ambos personajes sumidos en la mayor entrega de sus
actores aún más brillantes cuando se saltan el gag convencional desbordados por
su locura. El otro día leí que el Joker de Leto “retoma donde lo dejó Heath Ledger”, cuando en realidad es
completamente la antítesis dentro de un mismo historial médico, del cuidadoso y
trabajado Joker que buscaba la desorientación del murciélago al Joker desfasado
que comparte un ritmo irrefrenable de vida con su antigua psiquiatra del Asilo
Arkham.
Margot Robbie y Jared Leto merecen película a parte, y por
el pequeño avance que acostumbran las películas de superhéroes parece que la
tendrán. Cada vez que visualizamos un flashback
de su “vida en pareja” deseamos olvidarnos del aburrido pretexto inicial
(hay que utilizar al Escuadrón Suicida por
que una antigua bruja Encantadora ha
vuelto a nuestro mundo en el cuerpo de una arqueóloga que hace de las cuevas su
pasarela) y zambullirnos por completo en la historia de Harley y Joker, incluso
en esa situación de pareja ideal que la Doctora Quinzel desea, ya que ni mucho
menos pienso que sea Harley Quinn quien desea a ese Joker bien peinado y moreno
que cuida de sus dos hijos. Estos dos personajes convierten al resto del
escuadrón en una especie de marionetas que juegan sin saberlo y creyendo en su
libertad, una vez más la astucia manipuladora del Joker. Tenemos a Will Smith que continúa “en busca de la
felicidad” para su hija como padre divorciado, Jai Courtney de australiano con tópicos americanos, Karen Fukuhara a la que parece que han
cortado sus grandes escenas con la misma katana con la que ella guarda las
almas y Adam Beach mexicano para
completar la biodiversidad del film con unos principios capaces de quebrantarse
si alguien le toca un poco las narices. Por último Cara Delevingne huyendo del cliché de la modelo convertida en
actriz nos demuestra que es chica de pocas palabras y que puede hacer del fin
del mundo su pasarela con estilo y algo de magia “negra”. Después de todo “Escuadrón Suicida” deja un amable
regusto a maldad disfrutable para todos los públicos, esperando que el esperado
film del Joker suba la clasificación por edades, recuperando además esas
escenas esperadas que tanto echa en falta Jared Leto.
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