José Sazatornil "Saza" es para muchos un cómico, el actor que practicaba la comedia desde la seriedad como se enseñaba en la escuela de los grandes, huelga decir que su fallecimiento ha sido todo un golpe para una industria cinematográfica que se encuentra completamente disgregada por el país en este productivo verano, aún con rodajes de Almodóvar en Galicia, la presentación del Zinelmaldia y la gran apuesta de "Historia de nuestro cine", hubieron algunos grandes de la profesión que se acercaron al tanatorio para despedir por última vez a uno de sus compañeros más sagaces, un actor en toda regla defensor del gremio y poco más, pues no destacaba por aburrir en programas de actualidad sermoneando sobre una ideología barata, como se prestan algunos. Saza era cómico, que como muy bien nos expuso Juan Antonio Bardem es una profesión dura y muy complicada, de sus comienzos en los años 50' poco hablan, pequeños papeles en grandes películas, el señor pluriempleo, el dependiente de la tintorería, o el disparado administrador de "El Verdugo" (Luis García Berlanga, 1963), donde debió calmar a unas exaltadas Julia Caba Alba, Lola Gaos y Chus Lampreave que reclamaban la pertenencia de un piso, que efectivamente resultó pertenecer al nuevo verdugo, un joven Nino Manfredi que si hizo con el papel tras proponerse el proyecto de Berlanga como co-producción, ya que en su origen estaba pensado para López Vázquez, aunque esto es otra historia. Aún así rescato la figura de José Luis López Vázquez, que como el propio Sazatornil, triunfó en el arte de la interpretación a raíz de su característico físico, con su calva por delante se abrieron paso en una industria en la que los galanes eran iconos del pasado, falsos ídolos ahora ensombrecidos bajo una serie de actores que perfectamente podían ser los señores maridos de la mujer que se divertía con la película, antes víctima de anemias por intentar alzarse con un Jorge Mistral.
En las necrológicas hasta el más golfo resulta un mártir, como muy bien aclaraba el personaje de Cerrillo en "La escopeta nacional" (Luis García Berlanga, 1978), con la particular interpretación de Rafael Alonso: "por la peana se adora al santo". Con José Sazatornil "Saza" es inevitable caer en el cliché pues se hace realidad, así como López Vázquez resultaba ser una persona extremadamente seria desde donde mantenía su reputación de gran actor cómico, Saza mantenía su señorío con maestría, anclado en la representación del humor sin una sola sonrisa en el rostro, aunque entregado por completo a su público, al que adoraba. Nunca olvidaremos al "cabo Santo" de la Guardia Civil que velaba por los vecinos de la pequeña Suiza de Albacete, con texto de José Luis Cuerda supo ironizar junto a Cassen el verdadero ser del "libre albedrío", la máxima representación de la justicia, por un lado, y de la iglesia, por el otro, nos descubrieron en "Amanece que no es poco" (José Luis Cuerda, 1989) el surrealismo rural, que hoy en día es la perfecta metáfora del más cruel de los realismos. En "Todos a la cárcel" (Luis García Berlanga, 1993) repetía el éxito de "La escopeta nacional", el hombre que trata de vender su producto y termina como el perfecto objeto de la ridiculización, hasta el punto de terminar lleno de la mierda de un preso. La enorme sonrisa que siempre relucía bajo ese fino bigote del tardo-franquismo iluminó toda su carrera, iluminó toda su persona, por la que ha conseguido que nos reuniésemos todos en su nombre, en el recuerdo. Era un hombre de 89 años, se nos fue por causas naturales de madrugada, cuántos desearíamos esa muerte, sólo superada por el feliz sueño de Mary Santpere en un avión Barcelona-Madrid. Tienen razón los obituarios y necrológicas, tiene razón el señor Cerrillo, a estas alturas hay más buenos muertos que vivos, excepto los pertenecientes a aquella generación, pocos son ya los que no se resisten al pecado, como nos recordaría el instructor de "Espérame en el cielo" (Antonio Mercero, 1988), que nos aclaró que la diversión estaba en la situación y no en el chiste... Viva el Cabo Santo, viva el señor Bermejo de los sanitarios Bermejo, viva Jaume Canivell (el industrial catalán), viva el juez del "Juicio de faldas" (José Luis Sáenz de Heredia, 1969) y el gurú de "Una vez al año ser hippy no hace daño" (Javier Aguirre, 1969), y luego por otros mil que viva también Sazatornil.
En las necrológicas hasta el más golfo resulta un mártir, como muy bien aclaraba el personaje de Cerrillo en "La escopeta nacional" (Luis García Berlanga, 1978), con la particular interpretación de Rafael Alonso: "por la peana se adora al santo". Con José Sazatornil "Saza" es inevitable caer en el cliché pues se hace realidad, así como López Vázquez resultaba ser una persona extremadamente seria desde donde mantenía su reputación de gran actor cómico, Saza mantenía su señorío con maestría, anclado en la representación del humor sin una sola sonrisa en el rostro, aunque entregado por completo a su público, al que adoraba. Nunca olvidaremos al "cabo Santo" de la Guardia Civil que velaba por los vecinos de la pequeña Suiza de Albacete, con texto de José Luis Cuerda supo ironizar junto a Cassen el verdadero ser del "libre albedrío", la máxima representación de la justicia, por un lado, y de la iglesia, por el otro, nos descubrieron en "Amanece que no es poco" (José Luis Cuerda, 1989) el surrealismo rural, que hoy en día es la perfecta metáfora del más cruel de los realismos. En "Todos a la cárcel" (Luis García Berlanga, 1993) repetía el éxito de "La escopeta nacional", el hombre que trata de vender su producto y termina como el perfecto objeto de la ridiculización, hasta el punto de terminar lleno de la mierda de un preso. La enorme sonrisa que siempre relucía bajo ese fino bigote del tardo-franquismo iluminó toda su carrera, iluminó toda su persona, por la que ha conseguido que nos reuniésemos todos en su nombre, en el recuerdo. Era un hombre de 89 años, se nos fue por causas naturales de madrugada, cuántos desearíamos esa muerte, sólo superada por el feliz sueño de Mary Santpere en un avión Barcelona-Madrid. Tienen razón los obituarios y necrológicas, tiene razón el señor Cerrillo, a estas alturas hay más buenos muertos que vivos, excepto los pertenecientes a aquella generación, pocos son ya los que no se resisten al pecado, como nos recordaría el instructor de "Espérame en el cielo" (Antonio Mercero, 1988), que nos aclaró que la diversión estaba en la situación y no en el chiste... Viva el Cabo Santo, viva el señor Bermejo de los sanitarios Bermejo, viva Jaume Canivell (el industrial catalán), viva el juez del "Juicio de faldas" (José Luis Sáenz de Heredia, 1969) y el gurú de "Una vez al año ser hippy no hace daño" (Javier Aguirre, 1969), y luego por otros mil que viva también Sazatornil.
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