A Drew Barrymore la hemos visto en todo tipo de papeles desde que nos enterneciera por primera en la mítica
"E.T., el extraterrestre" (Steven Spielberg, 1982). Con
"Santa Clarita Diet" (Victor Fresco, 2017) vuelve a uno de los papeles más sobrenaturales de su carrera, un personaje estrechamente relacionado con el alienígena de Spielberg, por su comportamiento infantil e impetuoso, sus vómitos y su peculiar relación con la muerte. Esta ha sido una de las grandes revelaciones del último Netflix, una comedia absurda con momentos de lucidez, plagada de un humor negro que se confunde por su simpática visión de los muertos vivientes, pero lo cierto es que a lo largo de esta primera temporada un agente inmobiliario es devorado vivo, se alimentan de zumos de carne humana y hacen vomitar a una anciana serbia. Todo ello contrastado con un exquisito conocimiento de la "serie B", que se emplea aquí como grotesco y burdo, de tal manera que sólo deja espacio para la sonrisa. Su análisis del procedimiento para asesinar es delicioso, casi abre el apetito, se bromea y se tontea mucho sobre el tema, pero lo cierto es que cuando llega el momento de hacerlo la serie no se priva en sangre, sesos y tripas, tiñéndolo todo de un rojo que ya quisiera Almodóvar. Toda la estética alrededor de la matanza recibe influencia directa de la desquiciada mente del Patrick Bateman de
"American Psycho" (Mary Harron, 2000), con chubasquero incluido. Otro de lo fuertes puntos cómicos es la ligereza con la que toman "este pequeño problema" todos y cada uno de los personajes, lo que deja de ser una astuta caricatura de nuestra sociedad, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a aceptar la dieta de un vecino si podemos lograr algún beneficio? Esa facilidad para cargar con el muerto nos remite directamente a
"Pero... ¿quién mató a Harry?" (Alfred Hitchcock, 1955), donde todos terminaban por asumir cierta culpabilidad de un cadáver que no era de nadie.
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Drew Barrymore atendiendo una pequeña operación estética |
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El Sr. Bateman un ejemplo a seguir |
La primera impresión que van a tener al ver los primeros episodios de
"Santa Clarita Diet" es de que están ante una serie mala y no les faltaría razón si no fuera por su capacidad para crearnos una sonrisa adictiva, especialmente gracias a
Drew Barrymore completamente desatada en naturalidad y una comedia cercana a lo físico, qué decir de esos últimos capítulos que remiten directamente a la genial
"La muerte os sienta tan bien" (Robert Zemeckis, 1992). Mención a parte merece
Timothy Olyphant, también cercano al personaje de Bruce Willis en el film de Zemeckis, dos hombres superados por las circunstancias dispuestos a cualquier cosa por sus mujeres. No se tratan de grandes interpretaciones, sino de sobreactuaciones cercanas a la vena más teatral de una comedia de vodevil que siente genial en verano. Ya era hora de que una mujer adoptase se convirtiese en un muerto viviente, después de años de cultura popular llena de
zombies con sed de cerebro, llega una historia descerebrada con una muerta algo más sofisticada que esos bichos de
"The Walking Dead" (Frank Darabont, 2010-actualidad). Sin duda es la comedia con muertos vivientes más divertida desde
"Bienvenidos a Zombieland" (Ruben Fleischer, 2009), ambas muestra de un enfoque moderna, sin más pretensión que entretener, rápidas y frescas, no vamos a pedir más a este tipo de material audiovisual. Aunque quizás tienda a acercarse más hacia el juego de manualidades de
"Zombies party" (Edgar Wright, 2004).
Pese a estar rociada con este humor fácil no ha quedado exenta de polémica, el mismo cartel publicitario que ven bajo estas líneas causó estragos en las cuadriculadas mentes germánicas. No apta para los seguidores de Dukan o Atkins, lo cierto es que
"Santa Clarita Diet" sorprende y alimenta... ¡y seguirá haciéndolo en una segunda temporada! La propia Barrymore tuvo la idea de un
crossover (cuando aparece Peter Griffin en el Springfield de
"Los Simpson") con
"Stranger Things", eso ya se lo dejamos a Netflix.
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Polémico cartel en Berlín. ¿Wurst? |
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