La noticia del fallecimiento de Yvonne Blake cae sobre mi como una jarra de agua fría. Mi cuerpo se destemplaba al pensar en ella tras el ictus que sufrió hace unos meses, cuya evolución no estaba siendo la mejor. Conocerla fue un regalo, poder pasar con ella unas horas para entrevistarla fue todo un honor, un tesoro que guardaré para siempre, como el sonido de su risa inglesa —porque las risas también son parte de un idioma— al comenzar aquella fantástica tarde. Yvonne, sonriente, siempre, incluso cuando se enfrentaba a los temas más delicados. En esos casos sorbía un poco de té y lograba escapar con una divertida frase. Aquella entrevista fue sólo el comienzo, empezamos a vernos en varios actos, la frenética actividad que suponía estar al frente de la Academia de Cine le hacía estar en varios lugares, casi al mismo tiempo. En su carrera profesional había estado al lado de los más grandes, incluso vistió a mi querida Audrey, pese a que le tocó un vestuario menos glamuroso que el de Givenchy. Yvonne me contaba que nunca había imaginado ser presidenta de la Academia, pero que lo estaba disfrutando y cuando le preguntabas por algún horizonte profesional sentenciaba firmemente: "Mi proyecto es la Academia". Convertida en Presidenta de Honor de la institución hoy nos deja Yvonne. La última vez que la vi fue hace unos meses, en la proyección de los cortometrajes del último curso de la ECAM, escuela en la que yo comenzaba a estudiar. Nos vimos de lejos y sonreímos, había mucha gente y pensé que ya hablaría con ella en otro momento. Hoy vuelvo a escuchar y a leer aquella entrevista que hicimos, momentos mágicos, llenos de cine, como la propia Yvonne, y sólo me queda el recuerdo. Adiós señora presidenta, gracias por todo.
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