El pasado lunes acudí a la proyección de
"Matar al padre" (Mar Coll, 2018) en la Academia de Cine, una miniserie exquisita que enmarca la reciente historia de España a través de la caída en desgracia de un
homo hispanicus. La directora logra una narración limpia rebosante de una comedia deliciosamente aburguesada, cuyo primer acierto es matar a Freud después de llevarlo a la literalidad, para ofrecernos la imagen de un padre perdido dentro de su propia fórmula, la culminación de un cabeza de familia cuya extrema organización y perfección no hace más que abocarle al desastre. Se trata de una comedia amarga. Siempre he dicho que las mejores comedias son aquellas que no tienen ninguna gracia, la serie falta a esta máxima en algunos
gags, pero la sigue en su trama principal. Una historia gris vertida sobre personajes con luz, la tristeza emana de una rutina puramente biográfica, no digo
autobiográfica pues no se trata de la vida de su creadora —de la que probablemente haya muchos guiños— sino porque es una biografía común. En todos los personajes parece haber algo de nosotros mismos, nuestra psique encadena las distintas relaciones de la ficción a experiencias de la mundanalidad. Somos nosotros, nuestro padre, la psicóloga y el vecino
místico, de ahí el drama y la comedia implícita en nuestra propia existencia. Hay un factor narrativo muy importante hasta llegar a este punto, una descripción muy precisa de los personajes y una capacidad brillante para las relaciones entre los mismos. Coll nos lleva a este sentimiento biográfico desde los títulos de crédito que simulan un pasado a los protagonistas de esta serie. Pero, por encima de todo está el acierto en la elección de
Gonzalo de Castro, actor todoterreno, antihéroe y personaje central de la película. Y digo película, pues, pese a su duración, ha de verse del tirón, como hicimos en la Academia, es un mundo tan innegable que no se presta a la fragmentación por semanas. Movistar la ofrece, como buena
VOD, a la buena fe del consumidor, pero háganme caso, cocinen una buena cena y dense un atracón, sólo así podrán disfrutar de la evolución real de nuestro personaje.
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Greta Fernández |
Es curioso, porque en todo el contexto de
"Matar al padre" persiste un poso literario, no filosófico ni cinematográfico, se trata de algo rigurosamente retórico. Coll escribe con buena letra, al alimón con
Valentina Viso y
Diego Vega, una serie divertida y reposada, su comicidad viene en muchas ocasiones de la larga meditación sobre todas las posibilidades que nuestro personaje central puede tomar, empezando por conocer las posibilidades del actor que lo interpreta. Así pasamos por varios perfiles que siguen una degradación notable, desde el bien posicionado abogado que narra sus batallas históricas en la mesa hasta el abuelo arruinado y mojado en el monte catalán. Hay en esta prosa de Mar Coll y sus colaboradores una influencia clara de una generación de escritoras con una notoria narrativa oral, sigue el rastro de la
"Nubosidad variable" de Carmen Martín Gaite, en su manera de observar el mundo a través de personajes que cuentan sus experiencias a viva voz. Si la escritora salmantina utilizaba la alocada vena poética y filosófica de la psicóloga Mariana León en la novela citada, Coll cuenta aquí un hombre que vive todo en primera persona, su comunicación con el exterior —en este caso con el espectador— es pura y desaforada, consecuencia paradójicamente de su excesivo control. La propia Martín Gaite sentenció que para que una ficción fuera creíble no tenía porqué ser verosímil. Aquí estamos ante un "fenómeno Alcántara" pues, como a la familia de
"Cuéntame cómo pasó", al protagonista le ocurren todas las desgracias posibles, desde el divorcio a la ruina por la estafa piramidal de Madoff.
"Matar al padre" es sin duda una obra mayor y profunda, una comedia con la que ríes, recuerdas y disfrutas con el siempre genial Gonzalo de Castro, y en general con un reparto frescos, llenos de rostros que empiezan a sonar, jóvenes, y no tan jóvenes, que empiezan a matar al padre, como
Greta Fernández,
Marcel Borràs,
Laia Manzanares y algunos rostros más de
"Cites". Muerto el padre, se acabó la rabia. Al menos esto llegará a pensar el personaje en su fase hipocondríaca con referencias
woodyallenescas. No dejen escapar esta serie en tiempos de cambio, político y climático.
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Gonzalo de Castro junto a Mar Coll |
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