sábado, 28 de enero de 2017

John Hurt, A Man for All Seasons

Con la muerte de John Hurt despedimos a la generación que se adelantó el boom de la jet set de intérpretes británicos que ha conquistado Hollywood en los últimos años. Hurt supuso una transición entre la edad dorada del cine inglés y su adopción por la industria americana, quizás por ello le queda que ni pintado el título de "A Man for All Seasons" ("Un hombre para la eternidad", Fred Zinnemann, 1966), enorme film histórico en el que participó junto a la élite del "viejo imperio", es decir, grandes como Orson Welles, Robert Shaw o el propio Paul Scofield, que recibió el Oscar al Mejor Actor por su papel en el film. Entonces llegó el fenómeno de "Yo, Claudio" (Jack Pullman, 1976), una muestra de la simplicidad visual, potencia escenográfica y un potente guión heredado de de tradición grecolatina que le dio a Hurt el Calígula más imponente de la historia del teatro, y eso que hablamos de una miniserie de televisión. Entonces comenzó esa mudanza a Hollywood, abanderada por una excelente generación de directores británicos que revolucionaron la industria con sus amigos, sus compatriotas, entre los que se encontraba John Hurt, así llegó "El expreso de medianoche" (Alan Parker, 1978) que le propició su primera nominación al Oscar, o "Alien, el octavo pasajero" (Ridley Scott, 1979) regalándonos una de las escenas más icónicas del cine de ciencia-ficción, debemos dar gracias a Hurt por ser el primero en dejarse abrir en canal por un extraterrestre pequeñito y cabezón que revolucionó el cine. A partir de entonces llegó una imparable carrera, sobre todo tras su colaboración con Lynch para llevar a la gran pantalla una de las historias basadas en hechos reales más kafkianas (después descubriríamos que era lynchiana), "El hombre que sabía demasiado" (David Lynch, 1980), su segunda y última nominación al Oscar.


John Hurt se convirtió entonces en un icono dispuesto a afrontar todo tipo de papeles, era "un actor de alquiler" como él mismo se definió, y gracias a ello pudimos establecer una relación más cordial con él, abanderado de un cine comercial que siempre poseía algo especial, a John Hurt. Resulta estimulante averiguar ciertos paralelismos en su carrera, como su interpretación en "1984" (Michael Radford, 1984), donde se veía perseguido por una tiranizada sociedad sometida a un "líder", casualmente terminaría por convertirse en un estimulante villano dictatorial que dominaba Inglaterra en "V de Vendetta" (James McTeigue, 2006). O sus divertidas incisiones en el cine de Mel Brooks, en una constante parodia de sí mismo. En los últimos años comenzó a difundirse cierta confusión, existían tres actores británicos con cierta relación física y, sobre todo, papeles similares, llegó el mítico desconcierto ante la pantalla, intentando distinguir entre Richard Harris, Ian McKellen y el propio John Hurt. Con Harris coincidió en el clásico del cine británico contemporáneo, "Harry Potter y la piedra filosofal" (Chris Columbus, 2001), y estuvo a punto de robarle el mítico Gandalf a McKellen. En los últimos años comienza a trabajar con grandes nuevos directores que reconocen su admiración por el actor, y le ofrecen algunos de los personajes más estimulantes de su carrera, destacan dos "profesores" que le sitúan en un pedestal de celuloide, "Hellboy" (Guillermo del Toro, 2004) y "Los crímenes de Oxford" (Álex de la Iglesia, 2008). El adiós a Sir John Vincent Hurt, es también el adiós a una generación de actores perdida en una industria falta de intérpretes con tablas que sitúa a los pocos que quedan difuminados entre efectos especiales. Magnifíquense los tiempos en los que los actores necesitaban quince horas de maquillaje para difuminarse ("El hombre elefante"). Un cáncer le impidió estar presente en el rodaje de "The Man Who Killed Don Quixote" (Terry Gilliam, 2018), que aún no ha arrancado, y en el que será sustituido por el "Monty Python", Michael Palin.

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