Esta pasada tarde ha tenido lugar la presentación del libro
"El Salvaje" de
Guillermo Arriaga, el evento nos acoge en la Casa de América de Madrid. Cuando uno se planta ante el Palacio de Linares se transporta inmediatamente a otro Madrid, más cinematográfico, ficticio y mentiroso (si es que no son sinónimos) pero lleno de verdad, aquel Madrid que se convirtió en el decorado de la Transición en
"Patrimonio Nacional" (Luis García Berlanga, 1981) donde el Marqués de Leguineche clamaba por un buen huevo fresco. Poco o nada tiene que ver el cine de estos dos grandes genios que confluyen hoy sin quererlo en este espacio, un lugar lleno de vida, lo que habita en la películas. Si hay algo que siempre he detestado de las presentaciones es el agua, siempre fresca y elegante como una perfecta combinación de átomos de oxígeno e hidrógeno, cualquiera desearía dejarla correr por su esófago, sin embargo en las presentaciones permanece en sus botellas, algunos las abren y se sirven para fomentar la envidia pero nunca beben. Excepto por esta ineludible adversidad
"El salvaje" (Alfaguara) ha gozado de una espléndida toma de tierra (española), con
Juan Echanove interpretando, viviendo y soñando sus textos y
Arturo Pérez-Reverte como moderador y cordial amigo que en su preámbulo no ha dudado en aclarar
"[sobre Arriaga] traducido a dieciocho lenguas y amigo mío". No podría haber disfrutado de mejores embajadores, tres nombres, hombres, que se vieron unidos por el destino hace unos meses cuando Arriaga dirigió en México la radionovela
"Bienvenido a la vida peligrosa" de Pérez-Reverte a la que Echanove ponía voz que terminó por definir como
"una película sin cámara", que también podría servir para la prosa de Arriaga, llena de vida e imágenes que saltan del papel e incluso de la pantalla (cuando han llegado a ella).
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Juan Echanove (de espaldas) y Guillermo Arriaga durante la presentación de "Bienvenido a la vida peligrosa" |
"El hombre como cazador", puntualiza Guillermo Arriaga sobre la novela y sobre sí mismo, incluso refiriéndose a la humanidad, una eterna lucha donde la posición de lo bueno y lo malo cambia por cada ojo.
"La única diferencia entre el cazador y el comedor de carne es que este es el autor intelectual del crimen de la vaca" añadió el autor no sin cierto sentido de la greguería. Aún no he leído la novela, mas se puede entrever la característica marca personal de Arriaga, la humanidad de sus personajes entregados al calvario y su particular estructura cronológica de la narración, distinciones que le separaron en su día de Alejandro González Iñárritu, con quien conformó una de las experiencias más puras del cine reciente a través de
"Amores perros" (2000),
"21 gramos" (2003) y
"Babel" (2006), y que continúa en su propia labor como cineasta,
"El pozo" ( 2010). Los fragmentos escogidos por Echanove para ser recitados muestran el intimidante camino al que nos coduce la novela, una auténtica "película sin cámara" que interpretada por Juan cobra vida, narra, fluye, enumera y acongoja. Tras la labor escénica de Juan Echanove, que destaca
"la precisión con la que [Arriaga] disecciona el dolor frente a su vitalismo y cachondeo mental", esta tarde sufro de una leve arritmia que no me deja descansar y que probablemente me acompañe hasta el final de
"El Salvaje". El resto del evento transcurrió como una amistosa conversación que no pudo desligarse de la intensidad que se desprende de los textos que quedarán para la historia en la voz de Echanove. Arriaga terminó por condenar a
"Dios como pretexto para el mal", manteniendo cierta ambigüedad en torno a la incisiva pregunta de Pérez-Reverte sobre la justificación de la venganza y elogiando a la mujer como el ser con mayor capacidad para ponerla en práctica. Para finalizar con una cita a Newman (que giraba en torno a la defensa del cobarde):
"Un hombre sin carácter es un hombre sin enemigos".
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